La presencia del trauma en la vida
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Un trauma es una herida psíquica que sufren algunas personas como consecuencia de un suceso o conjunto de sucesos negativos en su vida, que les afecta de forma dramática causándoles dolor y angustia emocional.
Estos sucesos negativos dejan huella en la persona que lo sufre. Modifican su personalidad y también afectan a su actitud y comportamientos futuros ante situaciones similares.
Estas personas también tratan de evitar o huyen de esas situaciones como un mecanismo de defensa, al no haber sido capaces de asimilarlo psíquicamente ni de haberse adaptado a la nueva situación.
¿Quién puede sufrir un trauma y por qué?
Un trauma puede producirse a cualquier edad. Sin embargo, es en la infancia y en la adolescencia cuando las personas son más vulnerables y quedan marcadas con más fuerza por lo que les sucede. A estas edades no se tiene una personalidad definida y se tiene poca capacidad de respuesta para hacer frente a acontecimientos que influyen negativamente en las personas.
Hay sucesos en la infancia que marcan para siempre y que dejan secuelas dependiendo, sobre todo, de la gravedad del suceso y de la frecuencia con la que ocurrió.
Reacciones psicológicas más frecuentes ante una agresión o un abuso sexual
Cuando un hombre o una mujer han sufrido algún tipo de agresión o abuso sexual es posible que se experimenten algunas de estas reacciones. Lo importante es ser conscientes de que es una reacción natural y que no debemos sentirnos culpables por el hecho de percibir alguna de estas reacciones.
La violencia sexual es una experiencia traumática que amenaza a la integridad tanto física como mental de la persona. Aunque en la agresión o el abuso no hayas sufrido consecuencias serias para tu salud física, la mente responde para defenderse de la agresión.
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Es por ello que sobre todo durante las primeras semanas puedes:
- Sentirte rara/o, distinta/o, confundida/o y sentir que la imagen que tienes de tu cuerpo ha cambiado.
- Sentir miedo, rabia, tristeza, desánimo a la vez que sentirse aliviada/o de estar viva/o.
- Llorar, estar triste y sentir mucha impotencia es frecuente cuando uno sufre un suceso así.
- No tener apetito.
- Tener problemas para dormir o tener pesadillas.
- No estar tan a gusto con los amigos/as, la pareja o tus familiares.
- Querer estar sola/o. No querer hablar con nadie.
- Tener la sensación de qué lo que ha pasado es irreal. Preguntarte a ti misma/o si ha pasado realmente, si ha sido un sueño o una pesadilla.
- Estar en alerta constantemente, es decir, sobresaltarse por cualquier cosa, sentir impaciencia e irritabilidad, tener muchas dificultades para concentrarse. Junto a estas reacciones aparecen síntomas físicos como tensión muscular, temblores, sudoración, taquicardia o sensación de ahogo y falta de aire.
- Evitar de lugares o situaciones que nos recuerdan a la agresión o abuso. Ya sea el lugar donde ocurrió la agresión, las personas parecidas al agresor/a, salir al anochecer o al amanecer dependiendo en qué momento tuviera lugar la agresión o aspectos indirectos a la agresión como evitar pensar o hablar de lo ocurrido para no sentir dolor.
- Culpabilidad “siento como si hubiera sido culpa mía” “si no me hubiera vestido así no me hubiera ocurrido” “debería haberme defendido más” o “no debería de haberme defendido”.
- Sentir que no tienes fuerza para llevar a cabo tu día a día, sentirte incapaz para ir al trabajo, o para levantarte e ir al colegio, instituto o Universidad, para hacer tus tareas, etc.
- Alteración de la actividad sexual. No tener ningún tipo de deseo sexual o un gran aumento del deseo y de conductas de hipersexualidad.
Cómo superar un trauma
Todas las personas, y a cualquier edad, pueden quedar traumatizadas por un suceso negativo que ocurra en un momento determinado. Lo importante es afrontarlo y no permitir que le afecte durante toda la vida. Para ello es aconsejable:
– Contar con el apoyo de amigos y familiares. En casos concretos se puede encontrar apoyo a nivel social, según el tipo de trauma que se sufre. Las mujeres maltratadas o víctimas de abusos sexuales, pueden acudir a determinados centros sociales que tengan entre sus funciones, la de ayudar a víctimas de agresiones sexuales.
– Acudir a un profesional. En determinadas ocasiones no se tiene clara la causa del trauma. Lo principal, en este caso, es descubrirla para comprender el porqué del problema y a partir de ahí poner solución. Es aconsejable acudir a un profesional para que a través de conversaciones o mediante algún tipo de terapia que ayude a encontrar el origen del problema.
– Superar los posibles sentimientos de culpa. Hay personas que se sienten culpables por el suceso que les causó el trauma. Consideran que podían haberlo evitado o que fueron ellas quienes provocaron la situación. En estos casos, lo primero es superar ese sentimiento de culpabilidad, deben tener claro que ellas son las víctimas y que no hicieron absolutamente nada para que eso sucediera.
– Modificar las conductas. Consiste en modificar los pensamientos, sentimientos y emociones. Cuando con relación al suceso traumático aparecen una serie de conductas irracionales. Un buen psicólogo puede ayudar a comprender la irracionalidad de esas conductas, desmontando esas ideas y enseñando a modificarlas o a cambiarlas por otras alternativas.