Este episodio podría explicar por qué nadie ha vuelto a ver a la bestia acuática.
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San Columba —no confundir con su compatriota y contemporáneo san Columbano— fue un influyente misionero irlandés del siglo VI que llevó el cristianismo a Escocia. Además de fundar monasterios e iglesias allá por donde iba, Columba luchó también con una misteriosa criatura en las orillas del río Ness.
El encuentro se registró en una biografía de san Columba escrita en el siglo VII y narra cómo regañó a un monstruo de río.
Cierto día, cuando san Columba pasaba cerca del lago Ness, se percató de la presencia de un grupo de hombres que enterraba a otro hombre. Supo que el difunto había sido mordido por un enorme monstruo que vivía en el lago, así que el santo decidió investigar. No pasó mucho hasta que el monstruo emergió de las aguas para abalanzarse sobre otro hombre que nadaba por el lago.
San Columba no pensaba quedarse de brazos cruzados.
Al notar que Lugne [el nadador] agitaba las aguas de la superficie mientras nadaba, emergió de repente, y con la boca abierta y un gran rugido se precipitó hacia el hombre que nadaba en medio del Ness. Mientras todos los presentes, bárbaros y hermanos por igual, se quedaban paralizados de horror, san Columba alzó la mano e hizo la señal de la cruz en el aire, y después, invocó el nombre de Dios y ordenó a la bestia: “No seguirás adelante. No toques a ese hombre. Da media vuelta al punto”. Al oír la orden, la bestia, como si tiraran de ella con unas cuerdas, se zambulló a toda prisa en las aguas del lago Ness. Los bárbaros paganos, sobrecogidos por la magnitud del milagro, adoraron al Dios de los cristianos.
El episodio es considerado por muchos como la primera mención escrita del monstruo del Loch Ness y quizás explique por qué jamás se han repetido avistamientos de la elusiva bestia mítica.