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¿Ser austero te hace mejor persona?

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Miriam Díez Bosch - publicado el 18/01/18
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No te preocupes por ser más austero sino por compartir lo que tienes con los demás“Vivir con austeridad no para ser mejores sino para vivir con mayor libertad”. Es la premisa de la profesora Pilar Queralt, Doctora en Física y profesora de la Universidad de Barcelona. En esta entrevista centrada en la austeridad, Queralt recuerda  que “alegrase con los demás, hacer fiesta, celebrar… son para mis valores tan importantes o más como la austeridad en si”.

¿Por qué ha hecho de la austeridad un modo de vida?

No he hecho de la austeridad un modo de vida, pero si que mi opción me lleva a procurar llevar un estilo de vida que supone una cierta austeridad.

Procuro que mi modo de vida sea sencillo, de manera que me conforme con lo necesario. Por supuesto, esto pide un discernimiento y procurar que los criterios no sea simplemente los de tu medio social o profesional, sino que tengas en cuenta a las gentes más sencillas.

¿El consumismo nos deshumaniza?

No sé si austeridad es lo contrario de consumismo, pero seguro que no son compatibles.

Todo lo que quita libertad, todo lo que ata o te esclaviza, deshumaniza. En nuestra sociedad tenemos que consumir para poder vivir, pero el consumismo supone que se vive pendiente de comprar, de consumir… y esto acaba condicionando la vida, las opciones… Y se vuelve insensible a los que están alrededor en situaciones de dificultad. y crece el abismo entre los que lo tienen todo y los que les falta lo esencial…

Así, en la parábola del rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19- 31), lo que se reprocha al rico, no es tanto sus banquetes, sino sobre todo su insensibilidad e insolidaridad. Vivió encerrado en su riqueza se incapacitó para ver y oír al pobre e incluso para recibir la interpelación de la Ley y los profetas, y el Evangelio.

¿En qué medida ser austeros es una manera de ser mejores personas?

Tener capacidad de decidir, procurar ceñirse a lo que se necesita, no para ahorrar si no para poder tener en cuenta las necesidades de los que lo pasan mal y ser solidarios con ellos, creo que es una humilde aportación a la humanidad.

Para mí no se trata de ser austeros para “ser mejores”, porque esto puede conllevar un orgullo y una pretensión. Todos tenemos nuestros fallos, carencias y pecados…Recordemos como Jesús enaltece a los que se abajan y confunde a los que pretendían ser mejores (cf. Lc 14,7-11). Más bien se trata de vivir con más libertad y sencillez para poder dar prioridad a lo que se la merece (cf. Lc 12,29-31)

¿La opulencia navideña le molesta, o le parece entrañable?

La opulencia navideña me molesta si opulencia es lujo. Si es abundancia, copiosidad no me irrita, ya que también hay que compartir las fiestas con la familia y los amigos, y esto siempre conlleva algo de “extraordinario”. Alegrase con los demás, hacer fiesta, celebrar… son para mis valores tan importantes o más como la austeridad en si. Sin embargo, se puede celebrar una fiesta muy entrañable y generosa sin opulencia, sin despilfarro.

A demás la Navidad, por su esencia, debería ser una fiesta grande pero sencilla. Precisamente, en el pesebre celebramos que Dios viene a compartir la vida con nosotros, pero desde la pequeñez y la pobreza, para que todos – desde los pastores a los Magos – podamos recibirlo y acogerlo como una Buena Noticia. Por eso podemos decir que Jesús nos enriquece con su pobreza (cf .2Co 8,9).

Jesús en Nazaret vivió una vida sencilla, austera, pero en medio de la gente, participando en sus fiestas y celebraciones. Tanto fue así que le reprocharon precisamente que no era austero como Juan Bautista, sino que era un glotón y un bebedor.. (cf. Lc 7, 34)

No creo pues que se trate de preocuparse por ser austero sino por compartir lo que tenemos con los demás. Esto nos ayuda a estar por lo esencial, conformarnos con lo necesario y olvidar lo superficial u opulento.

Podemos intentar compartir lo que tengamos: dinero o comida o tiempo de ocio. También estar por lo esencial: comunicarnos, escuchar, ayudar y dejarnos ayudar, rezar, contemplar y agradecer la acción de Dios en nuestras vidas. Pronto comprobaremos que no nos quedará ni tiempo ni ganas de dedicarnos a consumir.

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