Parecen iguales, pero tradicionalmente se usaban para dos propósitos distintos.
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En la jerga eclesial, la gente a menudo se refiere a los ambones y a los púlpitos indistintamente. Sin embargo, históricamente, estos dos términos se empleaban para identificar cosas diferentes y cada una tenía su propio propósito concreto en la liturgia.
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Ambón
La palabra ‘ambón’ viene del griego y significa ‘escalón’ o ‘elevación’. Desde el siglo IV, los cristianos tenían por costumbre usar una plataforma elevada durante la misa para cantar o leer la Epístola (por lo general una lectura de las cartas de san Pablo) y el Evangelio.
Algunos historiadores creen que está vinculada con la plataforma que usan los rabís judíos para leer las escrituras ante el pueblo. Espiritualmente, deriva de la acción de Jesús cuando “subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles” (Mateo 5,1-2).
A medida que se desarrolló la liturgia, se colocaron dos ambones para distinguir entre la Epístola y el Evangelio. El ambón de la Epístola se colocó en el lado sur del sagrario, mientras que el del Evangelio estaba en el lado norte. Los ambones conocieron varios diseños, siempre con un lugar donde descansar el libro de la lectura y con varios escalones que llevaban hasta él. Con el siglo XIV empezó un declive constante del uso de los ambones.
Púlpito
Llegó el púlpito sucediendo inmediatamente al ambón en la función litúrgica. La palabra deriva del latín ‘pulpĭtum’ y se utilizaba originalmente para designar un escenario teatral. En las iglesias medievales se convirtió en una plataforma usada principalmente para predicar. El púlpito se colocó en el centro de la nave (el lugar donde permanecía el pueblo) y estaba muy elevado para permitir al sacerdote dirigirse cómodamente a su congregación.
Después de la Reforma protestante, los púlpitos se convirtieron en un elemento central de las iglesias protestantes, mientras que en las iglesias católicas su utilización cayó notablemente.
En la Iglesia católica, tanto el ambón como el púlpito dejaron de usarse en general en el siglo XIX, sobre todo en las iglesias de nueva construcción. En vez de ellos, se empleaba a menudo un atril portátil que se traía para los sermones y luego se quitaba durante el resto de la misa.
La Instrucción General del Misal Romano incluye las siguientes instrucciones sobre el uso de los ambones en la iglesia actual:
Conviene que por lo general este sitio sea un ambón estable, no un simple atril portátil. El ambón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal manera que los ministros ordenados y los lectores puedan ser vistos y escuchados convenientemente por los fieles.
Desde el ambón se proclaman únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pascual; también puede tenerse la homilía y proponer las intenciones de la Oración universal. La dignidad del ambón exige que a él sólo suba el ministro de la Palabra.