La tercera entrega de la franquicia creada por James Dashner ofrece un espectáculo de acción que encadena set pieces casi sin cesar
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A diferencia de otras franquicias juveniles surgidas a raíz del fenomenal éxito de Crepúsculo que, como hizo allí Stephenie Meyer, se limitaban a releer desde un filtro romántico ciertos mitos de la literatura y el cine, El corredor del laberinto planteaba un punto de partida atractivo, así como un universo propio, sobre el papel, repleto de posibilidades.
La realidad, sin embargo, es que cuando la serie tuvo que empezar a dar respuestas a las preguntas planteadas en su primera secuela, Las pruebas, le ocurrió algo parecido a la serie que su creador, el escritor James Dashner, tomó como referencia, Perdidos: que el resultado era mucho más vulgar y más previsible de lo esperado.
De hecho, lo que la novela y su correspondiente adaptación venían a proponer era un futuro distópico claramente inspirado en el subgénero de los zombis/infectados, con todos los tópicos y los recursos argumentales recurrentes desde los trabajos pioneros de George A. Romero.
No es que El corredor del laberinto: La cura mortal haga demasiado por enriquecer el universo creado por Dashner. Más bien al contrario: es fácil reconocer, a simple vista, las referencias que manejó tanto el escritor como los encargados de sus traslaciones cinematográficas, el director Wes Ball y el guionista T.S. Nowlin –la sociedad divida en estratos a lo La tierra de los muertos vivientes, la empresa/sociedad malévola a lo Resident Evil, la figura del héroe redentor a lo El último hombre vivo…–.
Esto no resultaría tan molesto si no diera la sensación de que la historia avanza y, en general, se resuelve de forma caprichosa, con decisiones y soluciones narrativas que utilizan el deus ex machina –es decir, elementos externos que resuelven los problemas de la trama sin seguir su lógica interna– como figura de estilo, sin intentar hilar siquiera determinadas (re)apariciones ni comportamientos: habría sido interesante, sin ir más lejos, explorar más en profundidad el contraste entre la heroicidad pura, inocente, de Thomas (Dylan O’Brian), y la maldad interesada e hipócrita de Janson (Aiden Gillen).
Y es que, ya desde su secuencia inicial, La cura mortal deja sus cartas sobre la mesa: el romance juvenil a lo Crepúsculo se ha quedado por el camino –o más bien, en un segundo plano, muy muy segundo plano–, y Ball no tiene más ambición narrativa que la de encadenar toda una sucesión de set pieces… Eso sí, brillantes y muy bien coreografiadas. No en vano, detrás de ellas está Glenn Suter, uno de los responsables de las secuencias de acción de Mad Max: Furia en la carretera.
Quizás los tiempos están cambiando y los adolescentes ya no van a buscar historias de amor al cine, pero la realidad es que la película deja la relación de Thomas y Teresa (Kaya Scodelario) para el final –frustrándola, eso sí, cuando la chica debe afrontar las consecuencias que todo el dolor que ha provocado en los demás–, y la tensión entre el primero y Brenda (Rosa Salazar), como él capaz de sacrificarse y de darlo todo por los demás, se soluciona con miradas de soslayo e insinuaciones veladas.
Se trata, pues, de un espectáculo muy bien hilado, en general bien defendido a nivel interpretativo por sus protagonistas, y que se permite hacer (tímidos) apuntes sobre la sociedad neocapitalista y su reticencia a ofrecer soluciones para sus problemas a los estratos más bajos… De la misma manera que apunta, en un epílogo donde vuelve a surgir la influencia de Perdidos, la necesidad de reconstruir la egoísta sociedad del universo creado por Dashner desde la esperanza y el perdón.
Más allá de eso, no hay mucho más que rascar, aparte de la eficacia de sus secuencias de acción, y la sensación general de que tanto los responsables creativos de la franquicia como los propios actores llegan al último episodio un tanto cansados de la misma, y deseando cerrar este capítulo de sus vidas para seguir adelante.
Ficha Técnica
Título original: Maze Runner – The Death Cure
Año: 2018
Países: Estados Unidos
Género: Acción
Director: Wes Ball
Intérpretes: Dylan O’Brien, Kaya Scodelario, Thomas Brodie-Sangster, Dexter Darden, Giancarlo Esposito, Aidan Gillen