Anna perdió repentinamente a su hijo Jack. Tres años después de la tragedia, una joven fue a su encuentro para aportarle un consuelo tan imprevisto como emotivo.
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Anna Whiston-Donaldson era madre de dos hijos, Jack y Margaret, y vivía a las afueras de Virginia, EE.UU., con sus hijos y su esposo Tim.
Los cuatro llevaban una vida tranquila que giraba en torno a la iglesia, la escuela, el béisbol, el fútbol y su labrador color chocolate, Shadow.
Anna nunca pensó que fuera capaz de reunir a una multitud tan grande como la de aquel día en la librería, mientras firmaba libros.
Todo empezó cuando perdió a su hijo de 12 años tras caer en un riachuelo embravecido y crecido por las lluvias mientras jugaba con amigos en un jardín vecino.
Tras la muerte de Jack, Anna hizo lo posible por vivir feliz, pero los días a menudo se tornaban tristes.
La vida sin su hijo parecía imposible, aunque ella se aferraba al versículo preferido de Jack: “No hay nada imposible para Dios” (Lucas 1,37). ¿Nada? Nada. Ni siquiera sobrevivir a la muerte de un hijo.
Anna guardó esas palabras cerca de su corazón y continuó su camino, agarrándose con firmeza a la esperanza y la convicción de que, de una manera u otra, todavía valía la pena vivir la vida. A pesar del intenso dolor, siempre creyó que Dios no la dejaría sola en su pena.
Además, esperaba que su historia pudiera ayudar a otras personas. Solamente unos cuantos días después del accidente, compartió en su blog la dura realidad de perder a un hijo, dando lugar a importantes conservaciones sobre el duelo.
Lo positivo de este oscuro suceso
Anna terminó por escribir un libro (no traducido al español) que fue publicado por una importante editorial.
El título Rare Bird: A Memoir of Loss and Love [Ave rara: memorias de pérdida y amor] es un guiño a la encantadora y excéntrica individualidad de su hijo, a la primera palabra que pronunció ─bird, pájaro en inglés─ y a muchas maneras extrañas y maravillosas por las que Dios utilizaba a los pájaros para reconfortarles tras la repentina muerte de Jack: urracas azules con extraños comportamientos, águilas calvas en lugares improbables, canciones sobre pájaros, fotografías de pájaros, ¡incluso un pájaro que entró en su casa!
La escritura le dio a Anna nuevas oportunidades para tratar de rescatar algo de entre las cenizas de la historia de su familia y tender la mano a la gente.
Empezó a reunirse uno a uno con padres dolientes. Habló en las iglesias sobre cómo apoyar a los amigos desconsolados. Ha visitado los campus de varias universidades para hablar abiertamente sobre un tema delicado que seguramente afectará a todos algún día: el duelo y la pérdida.
Anna afirma que era “prometedor ver algo positivo en este oscuro suceso”. Eligió usar la escritura y su voz para ayudar a otros mientras pasaba por su propio proceso de adaptación y curación.
Aunque es cierto que todavía sentía remordimientos: “Me arrepentía de haber dejado jugar a mi hijo bajo la lluvia con sus amigos el día que murió. ¿Por qué no les pedí que se quedaran en casa?
Me arrepiento de todos los pequeños factores que contribuyeron a esas consecuencias desastrosas, como el hecho de que mis vecinos y yo no fuéramos conscientes de que el tiempo estaba poniendo peligroso rápidamente.
Y me arrepiento de no haber estado allí cuando los trabajadores de rescate encontraron el cuerpo de Jack atrapado bajo unos escombros muy lejos arroyo abajo. Estuve ahí durante sus primeros pasos en la tierra, pero no para sus últimos”.
Durante su primera sesión de autógrafos, exactamente tres años después de la muerte de Jack, aunque sentía el calor y el cariño de la librería, su sufrimiento amenazó con resurgir y tomar el control.
Las personas en duelo llegan a entender que los estallidos de dolor pueden llegar en cualquier momento y que es mejor, simplemente, dejarlos pasar en lugar de combatirlos. No hay que sentir vergüenza de una emoción real ni intentar esconderla.
“Solamente quería que supieras que estuve a su lado hasta que se lo llevaron”
Después de leer algunos pasajes de Rare Bird y de responder a unas preguntas, firmó libros ante la librería. Hubo abrazos, fotos y risas. La gente se abría sobre sus historias mientras escribía sus dedicatorias, compartían sus propias pérdidas y la forma en que el libro les había ayudado.
Al final de la fila había una joven
Parecía nerviosa y sus manos temblaban, así que Anna le extendió la suya, “dispuesta a escuchar su historia”.
Se llamaba Carrie y Anna no estaba preparada para escuchar lo que estaba a punto de decirle: “Estoy trabajado en mi tesis. Cuando vi tu nombre y tu foto en un anuncio ayer, supe que debía venir esta tarde”.
La joven Carrie le explicó que no había leído el blog ni el libro de Anna, pero que había averiguado quién era Anna por una breve biografía que había leído en un panfleto sobre ella en la universidad.
“Creo que yo estaba destinada a ver ese anuncio. Yo formé parte del equipo de emergencias que intentó salvar a Jack. Estaba allí cuando lo encontraron en el arroyo. Solamente quería que supieras que estuve a su lado hasta que se lo llevaron”.
Anna quedó conmocionada por la valentía y la generosidad que demostró Carrie al volver sober uno de los momentos más traumáticos de su joven vida para hacer saber a una madre doliente que su hijo no estuvo solo.
Anna no pudo estar con el cuerpo de Jack cuando lo encontraron, pero Carrie sí pudo. Anna se sintió reconfortada.
Luego continuó, con los ojos brillantes: “No me considero una persona creyente y nunca he creído en las señales, pero necesito decirte que mientras esperé junto al cuerpo de Jack hasta que se lo llevaron, me sorprendió escuchar que todos los pájaros cantaban en la oscuridad. Nunca olvidaré aquel sonido”.
La muerte de Jack afectó a muchas personas: sus amigos, sus salvadores, incluso desconocidos que leyeron sobre él años más tarde.
El impacto sobre sus familiares seguirá palpable mientras vivan. Pero también pervivirán los recuerdos de la fidelidad de Dios en los momentos de sufrimiento y el alivio que nos aporta, a través de versículos bíblicos como el de Lucas, a través de personas como Carrie o incluso de pájaros cantando en la oscuridad.
Y es que aunque no hubiera habido nadie junto al cuerpo de Jack, en realidad nunca habría estado solo.Y vosotros tampoco lo estáis.