Un recorrido por tres lugares clave en la vida de Jesús: su nacimiento, la enseñanza del Padrenuestro y la traición de Judas
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En la época de Constantino existían en la zona de Jerusalén y al sur de la ciudad tres grutas místicas muy importantes para los cristianos: la de la Natividad, la del Calvario y la del monte de los Olivos. Eran tan importantes para los cristianos, que el emperador Constantino creyó conveniente honorarlas oficialmente con la construcción de espléndidos edificios religiosos que son un gran tesoro hasta en la actualidad por lo importante que conmemora, tres eventos trascendentales en la vida de Jesús.
La gruta de la Natividad
La Gruta de la Natividad en Belén es según la tradición el lugar donde Cristo nació de la Virgen María. Esta misma gruta fue rodeada por las magníficas construcciones del emperador Constantino y su madre Elena no mucho después del 325 d. C., como nos narra el histórico Eusebio de Cesarea.
Bajando por unas escaleras desde la basílica podemos observar dos columnas de piedra roja que sostienen el altar de la Natividad, donde figura la inscripción “Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus” y bajo el altar se encuentra la estrella de plata con la inscripción latina: “Hic de Virgine Maria Iesus Christus natus est “,(aquí nació Jesucristo de la Virgen María) recordando el lugar exacto donde nació Jesús.
A la derecha del altar de la Natividad está el lugar donde María colocó al Niño tras nacer: un “comedero”, llamado popularmente el Altar del Pesebre y frente al pesebre existe un pequeño altar dedicado a los Magos donde los latinos celebran la santa Misa.
La gruta del Padrenuestro en el Monte de los Olivos
En el camino que lleva desde Betania y Betfagé hacia la Ciudad Santa, en la cima del monte de los Olivos, muy cerca del punto donde se recordaba la Ascensión, se encuentra la cueva donde se habría retirado Jesús con sus apóstoles en varias oportunidades, para instruirlos sobre muchos misterios y enseñarles la oración del Padrenuestro.
Santa Elena madre de Constantino hizo construir allí una basílica en el año 326. Se llamaba Eleona que debe su nombre a la palabra elaion, que en griego significa olivo, pero también recuerda el sonido de eleison, piedad. La gruta constituía la cripta bajo el presbiterio. Algunos decenios más tarde, a pocos metros se edificó el santuario conocido como Imbomon, que custodiaba la roca en la que el Señor se habría elevado al cielo.
La peregrina Egeria, que describe varias ceremonias que se celebraban allí a finales del siglo IV, testimonia: el martes de la Semana Santa, “todos van a la iglesia que está sobre el monte Eleona. Cuando se llega a la iglesia, el obispo entra en la gruta donde el Señor solía enseñar a los discípulos, toma el libro de los Evangelios y, permaneciendo en pie, él mismo lee las palabras del Señor escritas en el Evangelio según Mateo, allí donde dice: mirad que no os engañe nadie (Mt, 24, 4); y el obispo lee hasta el final todo el discurso” Itinerarium Egeriæ, XXXIII
Desde el siglo XIX, el Eleona está a cargo de una comunidad de carmelitas de fundación francesa, que tienen su convento junto a la gruta del Padrenuestro.
La gruta del Calvario o de Getsemaní
La tradición, a partir del siglo IV, sitúa en esta gruta la traición de Judas. Por tanto, siguiendo los lugares de la memoria, Jesús, después de su agonía en el Huerto de los Olivos, volvió a la gruta para reencontrarse con los apóstoles y allí lo abordó Judas con los guardias.
Esta gruta se encuentra a los pies del Monte de los olivos y está custodiada por los franciscanos desde el año 1361. En la antigüedad en la gruta se llevaban a cabo labores agrícolas como el prensado de las olivas, de allí el nombre “getsemaní”, término en arameo que se traduce cono “prensa de aceite”.
Parte de una cisterna de hace más de 2000 años fue encontrada en 1955 dentro de la gruta. Durante el período bizantino fue utilizada como un pequeño cementerio. Los frescos sobre la roca natural y las pinturas en las paredes ilustrando a Jesús y sus apóstoles, han sido conservadas desde la época de los cruzados y una antigua inscripción se conserva a la derecha del presbiterio, que traducida del latín dice: “Aquí el Rey Santo sudó sangre. Cristo, el Señor, frecuentaba estos lugares a menudo. Padre mío, si quieres, aleja de mí este cáliz”.
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Fuentes: Huellas de nuestra fe: Apuntes sobre Tierra Santa, Jesús Gil,Eduardo Gil; Custodia de Tierra Santa