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Orgullo de mujer: “Mi cuerpo no te pertenece”

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Maëlys Delvolvé - publicado el 15/02/18
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Cómo la mujer puede reapropiarse de su propio cuerpo después de llevar años sometido a a un sistema que no tiene en cuenta su naturaleza.

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En un impactante ensayo titulado “Mon corps ne vous appartient pas”, publicado en francés el pasado 18 de enero, la profesora de filosofía Marianne Durano denuncia la violencia sistémica, técnica y médica que sufren las mujeres de hoy: prácticas ginecológicas abusivas desde la adolescencia, píldoras anticonceptivas, exceso de medicalización del embarazo —que es visto como una enfermedad—, mercado laboral inadaptado, procreación médicamente asistida, gestación subrogada…

En su libro es algo más que un inventario de las tendencias que alienan el cuerpo de la mujer en la actualidad. A través de su propio testimonio como mujer y madre, Marianne Durano propone consejos para ayudar a las mujeres a reapropiarse de su cuerpo a nivel personal, social y político.

Un “cuerpo maternal”

¿Cómo podemos aceptar serenamente el cuerpo de la mujer en una sociedad que intenta mitigar sus especificidades?

La respuesta de Marianne Durano es sencilla: “Dejando de ver a la mujer como un hombre imperfecto”.La autora demuestra hasta qué punto nuestra sociedad, heredera de toda la historia de la filosofía – desde Aristóteles hasta Simone de Beauvoir-, manifiesta un desprecio hacia el cuerpo femenino.

Frente a esta concepción tradicional, Marianne Durano reivindica la necesidad de pensar en el cuerpo de la mujer con todas sus especificidades.

Se trata de recuperar la consciencia de que el cuerpo femenino es diferente al del hombre porque puede hospedar vida.

Esta posibilidad de maternidad no es insignificante y es necesario reconsiderar el cuerpo femenino como “cuerpo maternal”, un “lugar de emanación imprevisible de vida”.

Según la filósofa, no se trata de posicionarse en una relación jerárquica donde lo masculino sería lo primero y donde las mujeres deberían negar su feminidad para asemejarse a los hombres y lograr una igualdad utópica, sino de reconocer esta maternidad como especificidad fundamental del cuerpo femenino.

Únicamente reconociendo y valorando esta increíble capacidad de las mujeres para engendrar vida podemos ayudar a las mujeres a aceptar su feminidad.

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Aceptar quienes somos

Marianne Durano señala acertadamente que: “Mi cuerpo no es una propiedad, un bien, es la condición de todo bien”.

¿Cómo, entonces, dejar de permitir que nuestros cuerpos se conviertan en propiedad de laboratorios farmacéuticos y de un sistema médico intrusivo?

Aprendiendo a conocerse, a escuchar a su cuerpo sin acallarlo con hormonas.

Por esta razón, Marianne Durano aboga por una mejor información sobre los métodos naturales de regulación de los nacimientos, que se basan en el conocimiento por parte de la mujer de sus propios ciclos.

Muy a menudo presentados como poco eficaces u obsoletos, estos métodos son, por el contrario, fiables si se comprenden y viven bien.


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Syda productions – Shutterstock

Embarazo: buena compañía y una buena atención

Desde su experiencia, Marianne Durano denuncia la forma en que nuestra sociedad ve el embarazo como una patología y deja a las mujeres embarazadas, a veces aisladas, presas de sus propios interrogantes y angustias.

¿Cómo dejar de someternos a esta visión profundamente sesgada del embarazo?

  • Por un lado, apoyando a asociaciones que acogen a mujeres embarazadas solas y con dificultades.
  • Por otro lado, ayudando a los ginecólogos que conciencian a las mujeres y no las consideran enfermas, sino personas que se disponen a engendrar a un nuevo ser humano.
  • Por último, es importante rodearse bien, incluso después de dar a luz. Durano evoca la cuestión de la “cuarentena”, un período de cuarenta días después del parto, cuando la madre todavía está debilitada por el esfuerzo del hecho que acaba de vivir. Estas pocas semanas no deben descuidarse y es necesario que la mujer que ha dado a luz se rodee de familiares y amigos que cuiden de ella y le ayuden a cuidar de sí misma y del recién nacido.
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Shutterstock

Vivir al ritmo de las estaciones

A partir del conocimiento de sus ciclos, la mujer toma consciencia de que vive todos los meses las cuatro estaciones en su cuerpo:

  • invierno, fase de muerte y renacimiento, con su menstruación;
  • primavera: cuando el cuerpo se prepara para la ovulación;
  • verano: la fase de plenitud que sigue a la ovulación,
  • otoño: justo antes de la próxima menstruación.

En consecuencia, las mujeres no presentan la misma linealidad que los hombres en su relación con el tiempo. No es inteligente pedirles que sean tan “eficientes” y “productivas” todos los días del mes, como exige el mercado de trabajo tal y como se define actualmente

Para ayudar a las mujeres a enorgullecerse de su feminidad, la sociedad debe respetar su naturaleza. Por este motivo, según Marianne Durano, es necesario tener en cuenta la relación específica con el tiempo de la mujer, que difiere del hombre en que cada mes experimenta una muerte y un renacimiento, signos de su fecundidad y posible maternidad.

Esto implica una nueva división del trabajo, en un mundo en el que “la trayectoria profesional ideal es absolutamente contradictoria con el ritmo del cuerpo femenino”, ya que favorece la entrada en el mercado laboral a los 25 años de edad y un pico profesional a los 40 años, cuando las mujeres tienen más probabilidades de convertirse en madres.

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“El hogar de la rebelión”

Todos estos consejos no se pueden vivir personalmente si no reciben el apoyo de la sociedad.

Así pues, Marianne Durano nos anima a “refundar nuestra sociedad hacia el hogar y no más hacia la economía”, retomando el significado original de la palabra ‘economía’, del griego ‘oikos’, hogar, casa común.

Esto implicaría una revalorización de las profesiones de asistencia y educación, a menudo ejercidas por mujeres, que con demasiada frecuencia son denigradas en favor de las profesiones generadoras de más beneficios.


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Entonces, ¿es necesario esperar a los cambios sociales y políticos para vivir mejor la feminidad? Para Marianne Durano, que define el cuerpo de la mujer como “el lugar por excelencia de la gratuidad y la libertad”, la resistencia comienza en el hogar, en la autogestión.

Todo acto doméstico -la cocina, las reparaciones, la limpieza- puede estar combatiendo un sistema que solamente se guía por el crecimiento y las ganancias generadas. En este sentido, las mujeres tienen un papel primordial que desempeñar en la construcción del mundo de mañana, para devolver el respeto por la vida y la transmisión a las generaciones futuras al corazón de la sociedad.

¡Suficiente para arremangarse las mangas y dejar de tener miedo a asumir la feminidad!

 

Mon corps ne vous appartient pas, por Marianne Durano, Éditions Albin Michel, 19 euros.

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