Se está usando en 600 escuelas de EE.UU. y los resultados son “transformadores”.
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Hoy en día parece que uno no puede caerse en público sin que el accidente quede grabado y se comparta en varias redes sociales, dada la cantidad de personas que llevan un smartphone en la mano y tienen los dedos impacientes revoloteando sobre el botón de grabar.
Graham Dugoni, original de Oregón, sintió el impulso de abordar este fenómeno después de presenciar cómo unos desconocidos grababan a un despreocupado asistente a un festival mientras bailaba con unos movimientos “divertidos” que fueron compartidos para los ojos de otros millones de desconocidos.
Después de poner en duda el nivel de privacidad que deberíamos esperar en un espacio público, Dugoni concluyó que ya era hora de “deshacernos de los smartphones”… tres palabras que, a muchos de nosotros, nos harían sudar un poco de inquietud.
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Aun así, a Dugoni no le falta razón. No solo es irrespetuoso grabar a alguien sin su permiso, sino que todos estamos tan pendientes de nuestras pantallas que no nos sumergimos en la atmósfera de lo que sucede a nuestro alrededor.
De modo que, este joven de 31 años concibió un dispositivo genial y sencillo que ya se usa en 600 escuelas, en conciertos y en reuniones informales. Dugoni explica a The Washington Post que este artilugio, denominado Yondr, es una especie de “prisión” para teléfonos móviles.
En la entrada de un recinto o escuela, los usuarios depositan su móvil en una pequeña funda de neopreno, que luego queda bloqueada. Los propietarios pueden quedarse con su móvil encima y meterlo en su bolso o bolsillo.
Aunque el móvil está seguro con cada propietario, no pueden usarlo hasta que sea físicamente desbloqueado en una estación habilitada para ello (no tiene que ser nada sofisticado, solamente una mesa y quizás un par de sillas).
Fuera del alcance de la tentación, los asistentes al evento (o los estudiantes o quienes sean) pueden centrarse en el asunto que tienen entre manos: aprender, ver un concierto o incluso hablar con otros asistentes. Y los efectos han sido impactantes.
Allison Silvestri, directora del instituto San Lorenzo, en California, informó a la NBC de que Yondr ha resultado “transformador”.
Ahora los estudiantes hablan con ella en los pasillos de la escuela y, además, hay una disminución del 50% en problemas de interrupciones durante las clases.
Los estudiantes han experimentado una mejoría en sus notas y una profesora percibió que sus evaluaciones regulares se completaban unos 10-15 minutos más rápido.
“Los estudiantes están interactuando, hablando entre sí, leyendo, jugando a la pelota, socializando… porque ya no están en un círculo escribiéndose mensajes entre sí”, explicó Silvestri.
La funda está ganando popularidad en otros entornos públicos también.
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En los espectáculos del cómico Dave Chappelle o en los conciertos de Alicia Keys, los asistentes guardan sus teléfonos y se concentran en el acto. No hay brazos en el aire grabando la actuación y molestando a los que están detrás, las personas pueden disfrutar del espectáculo sin la distracción de un móvil, sin mensajes recibidos ni enviados.
Según dice Dugoni: “¿Qué sentido tienen todos esos mensajes, esos “compartir” y “me gusta” instantáneos?”. Según proclama el sitio web de Yondr: “Vive aquí y ahora”.
Con el aumento de los informes que demuestran los peligros de la adicción al smartphone, Dugoni quizás haya dado con la solución perfecta para este problema moderno.
Sería fantástico que la mejoría en el comportamiento y el rendimiento en la escuela se extendiera también a la vida en el hogar: muchos padres ya se estarán preguntando si pueden hacerse con unas cuantas fundas de estas para usarlas a la hora de cenar en familia. Pero ahí precisamente es donde los padres tienen que dar ejemplo: ¿y si dejamos los móviles en la mochila y los dejamos ahí… al menos hasta que los niños se hayan ido a dormir?