En las remotas montañas del norte de Etiopía, un sacerdote escala cada día un precipicio de 250 metros para llegar a su iglesia, donde reza y estudia libros antiguos que contienen secretos religiosos“¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente” (Salmo 24). Haylesilassie Kahsay, un sacerdote copto etíope, es uno de ellos.
En las remotas montañas de Gheralta, Etiopía, emprende cada día un periplo increíble para llegar hasta su iglesia. Esculpida en la pared de un precipicio de unos 250 metros de altura, la iglesia fue construida por san Abuna Yemata y dataría del siglo VI d. C.
La vida diaria de Haylesilassie Kahsay está totalmente centrada en el trabajo y la oración. Se levanta al alba, trabaja en casa hasta las 6 de la mañana. Después de comer, comienza una caminata de dos horas para llegar a su iglesia. El ascenso incluye una sección vertical de diez metros que escala sin zapatos ni cuerdas.
“Soy feliz cuando salgo de mi casa porque camino hacia mi iglesia. Es una alegría que emana del fondo del corazón”, explica en un magnífico video emitido por la BBC.
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Los santos protectores de los sacerdotes escaladores
Una vez llega arriba, dedica la mayor parte de su tiempo al estudio de libros antiguos. “Es un entorno tranquilo, sereno. Puedes dialogar con Dios, compartir tus secretos con Él y entonces tu mente se vuelve libre y alegre”, explica el sacerdote copto.
“El espíritu viaja hacia donde decida concentrarme. Si leo un libro espiritual y entiendo su secreto, eso me da felicidad. Si leo y comprendo la palabra de Dios, eso sabe tan dulce como la miel”, detalla el sacerdote.
Durante siglos, los sacerdotes que han venido aquí también han sido enterrados en el lugar. Ninguno de ellos murió durante el ascenso. “Los nueve santos que viven en estas montañas les han mantenido a salvo”, sonríe Haylesilassie Kahsay.
¿El motivo por el que eligió hacerse sacerdote aquí? “Enseñar a los demás lo que he aprendido, para que puedan seguir mis pasos”, indica el sacerdote. Un testimonio de fe… que mueve montañas.
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