Entregado al cuidado de los enfermos y los pobres, el farmacéutico explica cómo su fe es fundamental para su trabajo.
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La atención sanitaria en sus distintos ámbitos -hospitales, residencias, farmacias,…- merece hoy toda la admiración. I.MEDIA se reunió con el hermano Binish Mulackal, el joven director de la Farmacia vaticana, para conversar sobre su trabajo y sobre esta institución crucial.
Con su bolígrafo dentro de un bolsillo, con su impoluta bata blanca y sus alegres modales, nada haría pensar que el director de la Farmacia vaticana es miembro de una orden religiosa… Sin embargo, “pertenezco a una orden con mucho trabajo”, explica, cuya misión no es “rezar solamente”.
Como sus siete predecesores que dirigieron la Farmacia vaticana, el hermano Mulackal es miembro de la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios desde 1998.
Fundada en Granada, España, en 1539 por san Juan de Dios, la congregación está consagrada al cuidado de los enfermos y los pobres.
Hoy, recibe, trata y acompaña a más de un millón de personas enfermas y empobrecidas en 454 establecimientos en 53 países. Llevan realizando su misión en el Vaticano desde 1874.
La orden se compone actualmente de 1.100 miembros. “Yo soy uno de ellos, sigo sencillamente la misión confiada a nuestra congregación”, explica con modestia este farmacéutico indio.
“Siempre me imaginé trabajando en uno de los muchos hospitales de la orden, pero nunca habría creído que un día estaría dirigiendo la Farmacia vaticana”.
“Entré en la orden en 1998 en Kerala, provincia de India”, explica. “Después de mis estudios en 2007, fui enviado a Roma con solo 26 años; ni siquiera había profesado mis solemnes votos y no hablaba italiano”, recuerda.
Se apuntó a clases intensivas de italiano, en 2011 fue nombrado vicedirector y, en 2016, el hermano Mulackal se convirtió en director.
Una tarea que parece cumplir con eficacia y profesionalidad, según atestiguan los impresionantes trabajos en curso: aumentar las instalaciones, modernizar el laboratorio, reorganizar la perfumería, confeccionar nuevos productos: tintes, integradores naturales de cúrcuma, jengibre, etc.
2.500 clientes al día
El joven director incluso planea automatizar el transporte de productos desde el almacén al mostrador. Al ahorrar movimiento a los farmacéuticos, confía en que puedan dedicar más tiempo al cliente.
Igualmente piensa que esto podría evitar mejor los errores humanos, inevitables con tantísimos visitantes en una farmacia que, con 2.500 clientes al día, es una de las más concurridas del mundo.
Mientras tanto, a pesar de sus obligaciones, el hermano Mulackal todavía consigue conservar una vida espiritual. Para él, su fe es ante todo una relación “intensamente personal con Dios”, según explica.
No lleva ningún símbolo distintivo o prenda religiosa. Sin embargo, “todo mi trabajo, toda mi actitud, surge de mi fe”.
Ante tantos desafíos que ha de afrontar como director de la Farmacia vaticana, “la fe, sustentada por la esperanza y el amor, me resulta una ayuda inestimable”, mantiene.
Más aún, es “indispensable” para él para ser capaz de vivir a la altura de sus responsabilidades.
Una fe especialmente marcada por el cuarto voto particular de los Hermanos: servir a los enfermos. Esta distinción es la que distingue a la Farmacia vaticana de las seculares.
“Lo que nos diferencia es que nunca dejamos de colaborar con las numerosas instituciones dentro de la Iglesia” para beneficio de los más frágiles. “Sobre todo con la capellanía, a quien dispensamos numerosos medicamentos”.
El hermano Binish Mulackal, que conserva la confianza en Dios, además de una actitud mental “positiva”, siente que es un humilde “instrumento de Dios” que actúa en nombre de los enfermos.
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