Un informe en manos del arzobispo de Nápoles tiene pruebas del escándalo. Pero el problema de fondo sigue siendo cómo se afronta el discernimiento vocacional
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Un informe con fechas, fotos y mensajes de un chat ha sido entregado a la diócesis de Nápoles (Italia). Los documentos estarían vinculados a una serie de encuentros sexuales – también con intercambio de dinero – que implican a sacerdotes y seminaristas. Las relaciones serían casi todas de naturaleza gay.
La archidiócesis de Nápoles ha puesto en marcha una comprobación de los hechos, que podría suponer la toma de medidas contra algunas de las personas implicadas (Corriere del Mezzogiorno, 1 marzo).
“Desde que soy cura ortodoxo ¿sabes cuántos curas católicos me buscan?”. “Ven duerme en mi cama. El Papa Benedicto dice que el huésped es Cristo”. Son sólo algunas muestras de las capturas de pantalla contenidas en el informe sobre, entregado a la curia por el gigoló Francesco Mangiacapra.
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De Messenger a Telegram
Conversaciones inequívocas en las que se advierte una práctica muy difundida de encuentros y de intercambios de imágenes eróticas, en los diferentes chats: WhatsApp, Messenger, Telegram y en las app para citas gay como Grindr. En los mensajes se habla abiertamente de otros numerosos religiosos, además de los 40 identificados (34 sacerdotes y 6 seminaristas) en el informe de Mangiacapra.
El escándalo, por tanto, podría ser mucho mayor. El informe de 1300 páginas contiene nombres, apellidos, teléfonos, contactos, hechos y sobre todo, pruebas (Immediato.net, 5 marzo).
Aleteia ha podido consultar el contenido de los chat de whatsapp del informe y, efectivamente, la tasa de perversión es elocuente. Sobre todo para los sacerdotes. Hablar de prácticas sexuales de una forma tan descarnada es signo de una conducta pésima, además de la ruptura del celibato. Y esto, más allá de las tendencias sexuales, sean gays o heterosexuales.
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Las diócesis investigan
Mientras el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo de Nápoles, anuncia que el informe será remitido al Vaticano, muchas de las diócesis implicadas, que se localizan en todas las regiones del centro sur del país: desde Roma a Salerno, desde Lagonegro a Andria, desde Cosenza a Catania, han empezado a tomar medidas.
Entre ellas, la diócesis de Cosenza ha puesto en marcha un centro de escucha que recogerá todos los días, de las 9.30 a las 12.00, denuncias de presuntos abusos de sacerdotes, pero que deberán ser “firmadas o atestiguadas personalmente, y que se entregarán al arzobispo para las actuaciones oportunas, canónicas o disciplinarias. No se admitirán ni considerarán las denuncias o cartas anónimas, cuya identidad no sea comprobable o de dudosa procedencia” (Qui Cosenza, 4 marzo).
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Lo que es cierto es que hay muy poco de vocación tras estos comportamientos de sacerdotes y seminaristas. Y es justo que las investigaciones, tanto a nivel local como a nivel del Vaticano, arrojen luz sobre este caso, que amenaza con echar mucho fango sobre una iglesia ya herida por los abusos y por varios escándalos sexuales.
Como ha dicho el cardenal Sepe: “No solo estoy preocupado, estoy indignado. Por culpa de algunos se amenaza con pintar el rostro de la Iglesia como sucio para todos” (Corriere del Mezzogiorno, 26 febrero).
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