Y uno de ellos ha estado habitado continuamente por monjes desde su fundación
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La historia de la vida consagrada católica se remonta a los primeros siglos tras la muerte de Jesucristo. No están documentados los muchos hombres y mujeres que, en un inicio, imitaron el ejemplo de Jesucristo y vivieron en aislamiento como ermitaños en la naturaleza, dedicando toda su vida a la oración y a las buenas obras.
El primer ermitaño cristiano documentado es san Pablo de Tebas, que nació en el 227 en Egipto. Al principio se fue al desierto huyendo de la persecución, pero luego permaneció allí tras percatarse de su acercamiento a Dios. Su ejemplo inspiró a san Antonio Abad para abrazar una vida similar de oración solitaria en el desierto, en torno al año 270.
San Antonio es considerado por lo general como el “Padre del monaquismo” o “Padre de todos los monjes”, ya que atrajo a muchos seguidores que vivieron cerca de él y aprendieron sus caminos hacia la perfección cristiana. Sin embargo, no estableció ningún monasterio físico, ya que su comunidad creó sus propias celdas privadas en torno a la suya, utilizando cuevas cercanas o pequeñas chozas. Se piensa que algunos de sus seguidores iniciales establecieron un monasterio en el lugar de su enterramiento en el siglo IV.
Este monasterio ahora se conoce como monasterio de San Antonio y se encuentra a unos 320 kilómetros al sureste de El Cairo. Al principio era un simple grupo de eremitas que vivían próximos los unos a los otros pero, con el tiempo, el monasterio se volvió más formalizado y se desarrolló una comunidad.
Uno de los discípulos más próximos a san Antonio, san Macario, también fundó un monasterio en el desierto egipcio que sigue estando en uso hoy día, el monasterio de San Macario en Scetis.
Macario vivió más o menos entre el 300 y el 391 y dedicó su vida a la oración por influencia de san Antonio. Su ejemplo de santidad atrajo a muchos y Macario reunió a sus seguidores en una especie de vida monástica “eremítica” o “semihermitaña”. Según la Enciclopedia Católica: “Los monjes no estaban ligados por ninguna regla fija; sus celdas estaban cerca unas de otras, y se reunían para el culto divino sólo los sábados y domingos. El principio que los mantenía juntos era el de mutua ayuda, y la autoridad de los mayores era reconocida no como la de los superiores monásticos en el sentido estricto de la palabra, sino como guías y modelos de perfección”.
Los monjes han vivido de este modo desde que se fundara en el 360. Hoy, los monjes coptos que viven allí continúan con las tradiciones de su fundador en el tipo de vida que llevan, según detallan en su sitio web.
No tenemos un horario muy preciso; cada monje organiza la mayoría de su propio tiempo bajo la orientación del padre espiritual. Sin embargo, una campana nos despierta a las tres de la madrugada para las devociones privadas, con cada monje en su propia celda diciendo el oficio de medianoche, realizando postraciones y diciendo oraciones personales (…). Después de los maitines, cada monje se encarga de la tarea que tiene asignada por el padre espiritual, que normalmente se corresponde con la profesión que desempeñó en el mundo, mientras su espíritu se eleva gracias a la atmósfera de oración en la que ha pasado las primeras horas del día en la iglesia. De esta forma, los monjes empiezan a experimentar la misteriosa unidad que puede existir entre el trabajo y la adoración de Dios (…). En torno al mediodía, nos reunimos en el refectorio para cantar la hora novena con sus doce salmos, antes de la única comida del día que tomamos juntos (…). Siguiendo la tradición de los padres del desierto, celebramos la liturgia eucarística solo una vez a la semana, el domingo por la mañana.
Este tipo de tradición monástica es la más antigua de la cristiandad y era especialmente popular en lugares como Irlanda, donde crearon monasterios tipo ermitaño similares que incluían celdas privadas amontonadas en torno a una iglesia central o una zona de reunión. Skellig Michael es uno de los monasterios más famosos en esta línea del monaquismo.