La obstetra que rezó a Chiquitunga y participó en la reanimación del bebé cuenta cómo ocurrió el milagroLa historia ocurrió hace 15 años. La madre sordomuda cayó al hospital con su marido sordomudo y un embarazo visiblemente avanzado. Venían de Nueva Germania, aquella colonia que en el siglo XIX la hermana de Friedrich Nietzche soñaba con su marido en convertir en modelo de superioridad alemana, pero que la historia reconvirtió en un pueblo yerbatero. En el Hospital de San Pedro del Ycuamandyyú constataron, gracias a un papel en el que se registraba una única consulta, que el embarazo estaba pos-término. Es decir, la mujer, Liz, ya debiera haber dado a luz.
Inmediatamente, en el nosocomio practicaron una cesárea, y el niño nació sin signos vitales, con un cordón umbilical ya en estado de descomposición. Inmediatamente, comenzaron las maniobras de resucitación, que suponían primero quitar el líquido amiótico que el niño había tragado para la liberación de las vías respiratorias. Los minutos pasaban.
La obstétrica Blanca Duarte sabía que de un momento al otro debía ir a comunicarle la triste noticia a los padres. “Se trajeron tres balones de oxígeno en el lapso de 20 minutos. Luego viene llegando el anestesista con el suyo y hace el mismo procedimiento, y es entonces que, llorando y con los brazos abiertos, le pido a Chiquitunga que interceda a su favor para que obre el milagro de la vida”, cuenta Duarte al diario ABC, de Paraguay. Tras casi 40 minutos de maniobras, y la oración de Duarte, el niño mostró signos vitales. Ángel Ramón, pese a cualquier pronóstico, hoy lleva una vida absolutamente normal. Estudia, y cuando puede, trabaja.
La prensa paraguaya habla de Duarte como la obstetra detrás del milagro. Y lo es. Porque el milagro obrado por intercesión de Chiquitunga, a la que invocó Duarte en ese momento de tensión, da al Paraguay su primera mujer beata.
Se trata de la carmelita María Felicia Guggiari, quien como religiosa adoptó el nombre de María Felicia de Jesús Sacramentado, pero popularmente se la conoce como Chiquitunga. Nacida en Villarrica en 1925, María Felicia vivió una intensa vida apostólica desde niña, principalmente acompañando niños en la catequesis, jóvenes trabajadores y universitarios, pobres, enfermos y ancianos desde la Acción Católica. A los 30 años sintió el llamado a la vida contemplativa e ingresó como carmelita descalza en Asunción, pero al poco tiempo enfermó de una hepatitis infecciosa y falleció. Tenía 34 años.
En otro artículo ya evocamos algunas de sus frases que quedaron como legado de una mujer latinoamericana extraordinaria, dueña del don de palabra, y con una inmensa sed apostólica.