La pequeña ciudad española, Patrimonio de la Humanidad, alberga tesoros arquitectónicos de todas las épocas.
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La belleza de Cuenca, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es conocida de muchos siglos atrás. “Kunka” en árabe, fue entregada como dote de boda de la princesa Zaida, al casarse con el rey Alfonso VI, pero volvió a pasar otra vez a manos de los sarracenos, hasta que fue reconquistada definitivamente por Alfonso VIII en el año 1177.
Y así como la historia nos cuenta idas y venidas de la urbe (que parece que en origen fue un castillo militar llamado Conca), también el recorrido por sus calles es un zig-zag entre siglos.
Podemos contemplar la Catedral y el Museo Diocesano. La Catedral es de estilo gótico anglonormando, lo que la convierte en ejemplar único en España. Es importante mirar las puertas de entrada a las Salas Capitulares, ya que son obra de Berruguete, y no perderse dos esculturas de Pedro de Mena.
Todo apunta a que la catedral se construyó sobre la antigua mezquita.
Pinturas de El Greco en el Museo Diocesano
El Museo Diocesano (que contiene el Tesoro de la Catedral) alberga unas 200 obras de arte, de entre las que destacan dos lienzos de El Greco así como piezas de orfebrería y tapices.
La geografía es insólita en este punto interior de la Península Ibérica, a 168 km de Madrid, y ha generado uno de los lugares más pintorescos de España: la Hoz del Huécar, un río de poco más de 15 kilómetros y afluente del Júcar, que ha formado a lo largo de los siglos una garganta de unos 100 metros de profundidad. Lo que todavía es más singular son las Casas Colgadas, construidas sobre la pared de la garganta.
En este enclave, además, hay restos del Cretáceo, lo que convierte a Cuenca en uno de los objetivos turísticos de los amantes de los dinosaurios. Es de obligada visita el Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha, referente mundial en investigación. Y es que a menos de 20 kilómetros están Las Hoyas y Lo Hueco, dos de los yacimientos más importantes de Europa.
Y en el otro extremo del hilo cronológico, el arte contemporáneo hace de esta ciudad un paraíso. El Museo de Arte Abstracto, en las Casas Colgadas, que abrió Zóbel en 1966, forma un triángulo junto con el Museo Fundación Antonio Pérez, donde se encuentran obras de Warhol, Chillida o Gordillo. Una mezcla inteligente de informalismo, abstracción y pop.
El tercer vértice del triángulo artístico es el Espacio Torner, dedicado al artista, reciente premio Nacional de Arte Gráfico. El edificio del museo es bellísimo, ya que era una iglesia de del siglo XVI de estilo gótico, que pertenecía al Convento de san Pablo (actualmente Parador Nacional).
Y si los amantes de lo prehistórico disponen de museo y de territorio real, también los admiradores del Imperio Romano pueden combinar la visita al Museo Arqueológico con un paseo por las ruinas de tres urbes romanas: Segóbriga (que en sus tiempos fue muy importante), Ercávica y Valeria, a pocos kilómetros en coche.
Callejeando de un lugar a otro de Cuenca, que tiene unos 55.000 habitantes, es fácil encontrarse con iglesias que son de una belleza extraordinaria. La Antigua de San Miguel tiene un artesonado mudéjar; la iglesia de San Pedro es de una original planta octogonal; y la iglesia de la Virgen de la Luz es de estilo rococó aunque su fachada es plateresca, además del Convento de las Descalzas.
Para más información: Oficina de Turismo de Cuenca.