Quien es fiel en lo poco, puede serlo en lo mucho.En el consultorio familiar, a quienes buscando una respuesta al cuándo y cómo empezó a morir el amor entre sus manos, suelo hacerles escuchar una bella sinfonía con dos tipos de audífonos: uno de baja calidad y otro que permite escuchar la música con alta definición, lo que significa que la reproducción del sonido es muy fiel al original, ya que los ruidos y la distorsión son mínimos o imperceptibles.
Y reconocen de inmediato la diferencia.
Luego, hago una analogía con su relación de pareja, en donde los ruidos provocados por la forma en que se tratan, ya no permiten reproducir fielmente lo que fueron las obras iniciales de su amor.
Son buenas personas, buenos padres, aun se quieren, pero dejaron crecer entre ellos ciertas formas de egoísmo y soberbia en cosas aparentemente “sin importancia”. Hasta que los alcanzó la crisis.
Se trata de esa falta de finura que es como la gota de agua que con el tiempo puede llegar a taladrar una roca. La dinámica del amor conyugal, exige una conquista constante de dos voluntades y así hacerlo crecer desde lo más pequeño de la diaria convivencia.
Pues quien es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho.
Cuando no es así, la tibieza en el amor se vuelve un hábito que termina enfriando la relación y provocando que el corazón endurezca poco a poco, para dar cabida a la mortal indiferencia o dura incomprensión.
Y terminar viviendo bajo un mismo techo, solo por su sombra.
Es por ello que la alta fidelidad en el amor, debe ser la cumbre a conquistar en el ser unión.
Por ignorarla, más de una vez he escuchado decir en el duelo de la viudez, la enorme pena que causa la consciencia de no haber sido capaz de hacer más feliz al cónyuge fallecido, de no haberlo sabido comprender, de no haber sido más justo, más paciente, más tolerante… más amoroso.
O después del divorcio, cuando aplica el “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.
Es por ello, que ante la tibieza del amor y a la pregunta: ¿Aun ama usted a su cónyuge?, la respuesta suele ser un “Sí, pero…”
Suele decirse bajando la mirada, como quien lucha internamente con sentimientos de culpa, pero pronto aparecen argumentos como: “lo que pasa es que…”, “a mí me parece que…”, “es mi esposo o mi esposa la que…” y, en vez del sentimiento de culpa o responsabilidad por buscar la verdad, aparece la soberbia.
Le es difícil amar como el otro necesita ser amado
Escuchar y dejar expresar sentimientos es el primer paso para lograr un salto de calidad en la relación en el que es imprescindible la lucha contra la soberbia y el egoísmo encubiertos en tantas de sus actitudes.
Por fortuna, las más de las veces terminan concretando propósitos de superación de tantas maneras como solo ellos pueden hacerlo.
Han de intentar ser mejores personas para ser mejores esposos en aspectos estos:
- Virtudes: Todo lo que se refiere a lograr una mayor libertad interior para darse a los demás: más sinceros, más prudentes, más generosos, alegres, entregados, etcétera . Un recomenzar sin desánimos ante las caídas, de las que se habrán de levantar de nuevo para amar más pese a los defectos y así dejar de lado la soberbia.
- Paz interior: Imponer el raciocinio sobre el temperamento natural de la persona y así no reaccionar de forma impulsiva. Es una apuesta por la paciencia, la tolerancia, la comprensión. En el amor cualquier motivo para perder la paz es el peor de los motivos.
- Libertad: Abrir mayores espacios a la libertad del cónyuge y confiar que, cuanto más libre se sienta respecto del otro, más estará abierto a amar.
- Pruebas: Ver las dificultades, el cansancio y las penas como ocasiones para amar más.
- Confianza: El error en el uso de los términos o desahogo de las emociones por el otro cónyuge, no significan intención de daño, pérdida de amor o respeto.
El amor todo lo puede. Los problemas que surgen en el matrimonio y la familia, relacionados con limitaciones humanas, pueden superarse. Hablamos de problemas como:
- La falta de respeto a los demás y a sí mismo.
- El afán de dominio.
- La indiferencia.
- La incapacidad de amar.
- El orgullo que impide rectificar, pedir perdón y perdonar verdaderamente.
- La autosuficiencia.
- El desprecio de los demás a partir de una sobrevaloración de sí mismo.
- La falta de objetividad para juzgar los actos propios y ajenos.
- La exagerada susceptibilidad.
- En ciertos casos, reconocer que puede tratarse de la existencia de un problema de personalidad o una patología en alguno de los cónyuges, que requiere de ayuda especializada.
La alta fidelidad manifiesta la madurez de un amor que reproduce la mayor capacidad del corazón humano.
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