Los palmeros de Chacao no fallan una Semana Santa para surtir los templos el Domingo de Ramos
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“Mi abuelo fue el primer palmero”, comenta orgulloso uno de los entusiastas voluntarios que cada Viernes de Concilio (anterior al Domingo de Ramos) suben al emblemático cerro caraqueño El Avila y bajan al día siguiente cargando las palmas que serán benditas en la misa dominical.
Ellos son orgullosos herederos de una tradición que data de 1770, cuando el párroco José Antonio Mohedano, ante la recurrencia de la peste de la fiebre amarilla que azotaba el valle de Caracas, quiso solicitar clemencia a Dios con una promesa y envió a los peones de las haciendas cercanas a la montaña (hoy Parque Nacional El Avila), a buscar la palma real para que bajaran sus hojas, evocando el pasaje bíblico de la entrada de Jesús a Jerusalén.
Las generaciones se suceden asumiendo cada una el testigo de la anterior. Pero la tradición se cumple sin detenerse jamás. No importa la crisis, ni la escasez. Ellos llevan sus provisiones y con poco se sostienen en la inmensa montaña hasta bajar, un día después, sudorosos y contentos, con las palmas al hombro.
Suben niños desde los 4 o 5 años de edad hasta mayores de 80. Las palmas son recogidas en el sector del Ávila llamado la “Cueva de los Palmeros”, cerca del sector de pintoresco nombre, “No te apures”, subiendo por Sabas Nieves . Una vez abajo, las palmas son llevadas a la iglesia de la plaza Bolívar de Chacao –en pleno corazón del noreste de la capital- en donde los fieles conmemoran la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.
La Cruz de los Palmeros de Chacao es una cruz latina ubicada en el Peñón Diamante, 65 metros a la derecha del Pico Oriental de la Silla de Caracas, en el Parque Nacional El Ávila, Venezuela. Fue erigida el 1 de julio de 1962.
Todo el mundo sabe de la partida de los palmeros, cerro arriba. Se llama “la procesión de los palmeros” . El estruendo comienza a las 3 de la madrugada, cuando los vecinos despiertan con estruendo de cohetes, gritos y gente que asciende por las calles y avenidas que conducen a la falda del cerro. Allí comienza un ascenso en busca de palmas para distribuir en las iglesias y servir a la celebración del Domingo de Ramos. Más de 400 palmeros cortan casi dos mil palmas para distribuir entre los feligreses.
Van cantando, algunos rezando y todos animando todo a su paso. Van familias enteras. Se incorporan los vecinos que desean acompañar la experiencia y no es raro ver a un alcalde o político entre los grupos que toman los empinados senderos. Funcionan como una cofradía, tienen sus reglas, sus compromisos y su disciplina.
La Bendición de Ramos, en las distintas capillas de la ciudad, no solo muestra la fe de la sociedad, son que se puede admirar el hermoso y habilidoso trabajo artesanal en la confección de los ramos y la trata artística de las palmas. Se dice que es una tradición eslava traída por los primeros inmigrantes que llegaron a América y que pasó de generación en generación, hasta la actualidad. Pero, en Venezuela, tiene mucho de indígena, de arte autóctono.
Se confeccionan verdaderas obras de arte con las verdes ramas de palma que suelen ser colocada en la entrada de las casas –también en los autos y comercios- para así protegerlas y como símbolo de bendición. Allí permanecen hasta el año siguiente, cuando ya lucen un color amarillento y es hora de sustituirlas. Ello también se hace con respeto: no se botan, se incineran.-
*(*) El acceso por la urbanización Altamira, uno de los mas famosos y transitados, se llama “Sabas Nieves”, nombre del puesto de Guardaparques