Muchas de las reacciones contra la exhortación del papa Francisco son de quienes piensan que solo las normas cambian al mundo
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La publicación de la exhortación postsinodal Amoris Latetia ha levantado agrias polémicas entre algunos teólogos en el mundo católico. Sobre todo el capítulo ocho y, más concretamente, la suposición de que el papa Francisco estaría abriendo la puerta a los divorciados casados de nuevo por lo civil para tomar la sagrada Comunión.
Hay quien ha considerado esta exhortación como una especie de preámbulo de un cisma en la Iglesia católica, poniendo en entredicho el tema del discernimiento de la fragilidad que, junto con el acompañamiento y la integración, son las premisas del Papa para una Iglesia misericordiosa.
Aleteia ha entrevistado sobre este tema –aún candente—al gran canciller del Instituto Pontificio Juan Pablo II para el estudio del Matrimonio y la Familia y presidente de la Academia Pro-Vita, monseñor Vincenzo Paglia.
¿Por qué ha causado tanta polémica Amoris Laetitia? ¿La habrán leído los que la atacan?
Yo creo que muy pocos la habrán leído, pero muchos han tenido una fuerte reacción en su contra, sobre todo contra el capítulo 8. Ahí la prensa puso como uno de los elementos cardinales de la exhortación la comunión a los divorciados. Pero no es ése el tema primordial.
Lo que el papa Francisco ha querido es volver a poner la atención de la Iglesia en el tema de la familia. Lo que a él le preocupaba no era una crear una nueva definición de familia, sino afrontar la situación real de las familias en el mundo y cómo ayudarlas a vivir mejor; que en la Iglesia surgiera la preocupación pastoral para ayudar a todas las familias, en particular aquellas que se encuentran en una mayor dificultad. La Iglesia debe ser una madre, no un tribunal.
La Iglesia ha entendido que debe estar al lado de las familias para ayudarlas, no para juzgarlas y mucho menos para condenarlas.
En este sentido, Amoris Laetitia es un texto lleno de gran simpatía por la familia; de gran simpatía por todo aquello que tenga el sabor de “familia”, aunque haya en ella situaciones muy problemáticas.
El papa Francisco dice: “ayudémosle no condenándola”. ¿Por qué? Porque la familia es el corazón de la Iglesia y de la sociedad. Destruir, o no estar atentos a la familia, significa no estar atentos al futuro ya de la comunidad cristiana, ya de la sociedad misma.
¿Como se puede sintetizar esta exhortación?
Yo la sintetizaría de este modo: es una larga y apasionada meditación sobre la familia; una meditación en la que la familia puede encontrar un futuro para ella misma, pero también para la Iglesia y para el mundo.
Amoris Laetitia es una buena medicina para curar (a la familia, a la Iglesia y al mundo).
Usted habla de Amoris Laetitia como “un método” para cuidar el matrimonio y la familia… ¿Hay un método en el texto?
Yo creo que existe una necesidad de que la Iglesia adquiera una nueva forma. Amoris Laetitia es incomprensible si se continúa concibiendo a la Iglesia como una oficina, como una organización, como una ONG. Exige que la Iglesia misma sea familia para comprender a las familias.
El verdadero nudo es un cambio en la eclesiología. No es un problema jurídico, no es un dilema de ideología abstracta, dogmática; exige una Iglesia que sea ella misma una familia, redescubriendo el verdadero sentido de la indisolubilidad.
Me explico: puede pasar que los matrimonios se rompan, fallen, claro son indisolubles, pero puede pasar que se rompan. Pero un enlace que no se debe nunca interrumpir es aquel de la Iglesia con sus hijos.
El enlace de la Iglesia con sus hijos es indisoluble a la enésima potencia. Esto es lo que Amoris Laetitia pide a toda la comunidad cristiana.
En este sentido, la Iglesia debe manifestar y testimoniar la misericordia de Dios mismo para con sus hijos, porque no abandona a ninguno y si hay necesidad de dejar al rebaño de ovejas para buscar a la perdida, lo hace.
Tal vez hoy en día las (ovejas) perdidas son 99, sin embargo, en cada caso, suponemos que la perdida, aunque sea una sola, Amoris Laetitia pide que todas las otras 99 salgan con Jesús para buscarla.
¿Sigue vigente la polémica por el capítulo ocho?
Es una polémica sin una verdadera razón, pues quien ha hecho el primer cambio ha sido Juan Pablo II cuando en la Familiaris Consortio, en el numero 84, interrumpe una tradición muy dura.
Primero, los divorciados eran llamados públicamente “pecadores”, estaban fuera de la Iglesia. Pero Juan Pablo II dice “no”, ellos están dentro de la Iglesia, los párrocos, los obispos, deben ayudarlos a vivir cristianamente y acogerlos en la gracia de Dios.
Esto, por desgracia, no se llevó a cabo. Fue un gran talento que el papa Juan Pablo II dio a la Iglesia, pero la Iglesia lo enterró.
Quien se ha divorciado se ha sentido fuera, pero si nosotros hubiéramos obedecido todo lo que Juan Pablo II dijo, o sea que ellos pertenecían a la Iglesia, estarían dentro de nuestra casa.
No pueden estar siempre solos y sin techo o en una cantina, habríamos encontrado el modo de que pertenecieran a la vida de comunidad.
Claro, curándose, creciendo en el amor de Dios, en el amor de Jesús, en el amor para con los pobres, pero no habríamos tenido esta explosión de incomprensión del corazón y de la mente.
Yo creo que habríamos elaborado un pensamiento teológico pastoral nuevo, que es justamente, lo que el papa Francisco ha hecho en Amoris Laetitia.
Dicho de otra forma, el capitulo ocho representa la obediencia del papa Francisco a aquello que ya había dicho el papa Juan Pablo II. Nosotros no habíamos obedecido, pero el papa Francisco sí.
Este es el sentido de la fuerza del capitulo ocho que todavía no se ha entendido, por desgracia: que estos nuestros hermanos son y están dentro de la Iglesia, como también lo pensaba así Benedicto XVI.
Déjeme decirle que si uno tiene un hermano y por treinta años no lo ve, no le habla, no lo acoge, es un problema y esto es lo que ha pasado.
En realidad, lo que debemos redescubrir es la revolución de Juan Pablo II con relación al lugar de los divorciados en la Iglesia.
¿Qué podemos entender por discernir la fragilidad?
Es muy sencillo: ¿cómo entiende un hijo, que está mal, la inteligencia del amor? El amor hace entender, el amor da ganas de ayudar, el amor trae consigo apoyo y acompañamiento, pero también pide ayuda de los otros; el amor hace crecer el tejido humano que es la primera gran medicina para curar cualquier enfermedad, cualquier soledad y cualquier tristeza.
Los términos “discernir” “acompañar” e “integrar” son los tres términos del amor, del amor cristiano, es lo que ha hecho Jesús en su vida, esos tres verbos son los verbos del amor de la comunidad cristiana.
¿Es ese el punto que diferencia al papa Francisco en torno al matrimonio y la familia?
En realidad el papa Francisco profundiza aquello que ya estaba escrito por los papas anteriores. El papa Francisco lo manifiesta más claro, lo dona a los fieles y a la Iglesia de una manera más clara.
Comprende que, con respecto al pasado, las situaciones de fragilidad hoy en día son más numerosas que hace cuarenta años.
Las fragilidades del matrimonio son mucho más amplias, el problema de las separaciones, de los abandonos y de las dificultades en el matrimonio han crecido hasta tal punto que el papa Francisco nos pide ser más misericordiosos.
Pide, si me permite decirlo así, que cada párroco, cada parroquia, sea un lugar donde se puede encontrar la medicina para curarse. Que no solo existan las farmacias centrales, los obispos, para dar permiso de recetar a todos los párrocos.
Es esto, por ejemplo, la decisión del papa Francisco de dar la posibilidad de que cada párroco pueda perdonar estos pecados. Y no porque el pecado sea menos grave; al contrario, porque estos pecados son graves, debemos multiplicar las ayudas.
Eso es justo el sentido de la novedad del papa Francisco con respecto a que la situaciones de fragilidad se han multiplicado, al igual que los pecados traumáticos.
El Papa dice a los párrocos que estén al lado de sus fieles, que hablen con ellos, que pierdan el tiempo con ellos, que los escuchen y les ayuden, paso a paso; que no hagan una receta abstracta o que valga para todos, porque cada situación tiene la necesidad de “su” palabra, de “su” medicina.
Amoris Laetitia es la manifestación de una voluntad pastoral. “Estimados sacerdotes hagan de padres (sacerdotes); estimando obispos, tomen su responsabilidad; estimadas familias, ustedes que están sanas, piensen en las familias que están mal, piensen en la gente que está sola; ustedes quieren una norma, no se puede: tienen un corazón, tienen ojos, tienen oídos, tienen manos, úsenlas para entender, para acompañar, para abrazar”.
Amoris Laetitia es un texto que pide a todos -obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- ser buenos pastores de quienes tengan necesidad.
Muchas de las reacciones en su contra son de quienes piensan que solo las normas cambian el mundo. No, yo personalmente nunca he visto a ninguno enamorarse de una norma, no existe, es imposible.
El papa Francisco dice: “Yo no puedo darles una norma, puedo solo decirles: ármense de verdad más que otra cosa; corríjanse, acompáñense, no dejen solo a nadie, porque esto es justamente lo que el Señor ha hecho, Él el primero, y que nos lo pide a nosotros”.