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¿Sabes de dónde viene el buen humor del Papa?

Pope Francis laughs as he greets people during his weekly general audience at the Paul VI audience Hall on December 7, 2016 in Vatican. / AFP PHOTO / VINCENZO PINTO

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Isabelle Cousturié - publicado el 10/04/18
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En el libro entrevista “Dios es joven”, el Papa nos confía la oración que reza desde hace cuarenta años para no tomarse las cosas demasiado en serio y conservar un poco de sentido del humor.

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Con el papa Francisco, el humor y el buen humor entraron en los muros del Vaticano, haciendo tambalear un poco los hábitos de la Santa Sede, habituada al formalismo. ¿Su secreto? La sencillez y buena dosis de sentido del humor le permiten vivir en armonía consigo mismo y con los demás. Todo bajo una pizca de amabilidad y sonrisas a la multitud.

“Si no se conserva el sentido del humor, es muy difícil ser felices”, subraya Francisco en el nuevo libro entrevista Dios es joven, publicado el 21 de marzo en las librerías. En su intercambio con el periodista italiano Thomas Leoncini, el Papa describe el sentido del humor como una cualidad que no debe faltar nunca en el cristiano, porque de ello dependen “la capacidad de gozar la vida y el entusiasmo”.

El humor, dice, es “como el agua que fluye naturalmente efervescente de la fuente; hay algo más: se percibe la vida, el movimiento”, y la vida es “algo muy serio para ser vivida seriamente”. Él mismo, para no correr el riesgo de tomarse las cosas demasiado en serio – confiesa – reza desde hace cuarenta años la “oración del buen humor” de santo Tomás Moro (1478-1535), un hombre alegre y comprometido con los temas más graves. Esta es la oración que el Papa propone a los jóvenes al final del libro:

Concédeme, Señor, una buena digestión, y también algo que digerir.

Concédeme la salud del cuerpo, con el buen humor necesario para mantenerla.

Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante
el pecado, sino que encuentre el modo de poner las cosas de nuevo en orden.

Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento, las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no permitas que sufra excesivamente por ese ser tan dominante que se llama: YO.

Dame, Señor, el sentido del humor. Concédeme la gracia de comprender las bromas, para que conozca en la vida un poco de alegría y pueda comunicársela a los demás.

Así sea.

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