Cocinar para la familia, preparar deliciosas comidas a los amigos, podría considerarse como un acto banal. Sin embargo, es mucho más que un gesto altruista. Aquí las razones. Cocinar tiene efectos positivos para nuestro equilibrio. Preparar un pastel, mezclar la masa, amasar, medir, hornear… son gestos que requieren atención y concentración. Nos tranquilizan. Y la razón es muy simple: la mayor parte del tiempo, cocinamos para otros. Y este matiz nos hace mucho bien.
Según Tessa Capponi-Borawska, profesora de historia de la cocina italiana, periodista y autora de libros culinarios, cocinar para otros tiene sin duda una función terapéutica: “Cuando cocinas para ti mismo, es un placer. Pero cuando cocinamos para otros, es una alegría profunda porque da sentido a nuestro gesto”, explica a Aleteia.
Esto se debe al menos a cuatro razones.
1. Expresar los sentimientos
La comida aporta consuelo. Compruébalo tú mismo. Cuando las personas pasan por momentos difíciles, ¿qué hacen sus seres queridos? Les preparan una buena comida para demostrar que se preocupan por ellos.
Este gesto demuestra que cocinar puede ser una ayuda real para quienes tienen dificultades para expresar sus sentimientos con palabras. O para quien prefiera expresarse de manera diferente.
Cocinar para otros aumenta la confianza y la autoestima.
“Es una actividad creativa; la más efímera de todas las artes, pero la más tangible al mismo tiempo. Libera unas posibilidades creativas extraordinarias con, además, destinatarios. ¡Y el arte necesita destinatarios!”, afirma Tessa Capponi-Borawska.
2. Cuidar del otro
La cocina implica la pertenencia a una comunidad. Aporta proximidad y a menudo es gesto de generosidad: “Estoy encantada de que haya tantos cocineros estrella que abran ahora en grandes ciudades restaurantes para personas necesitadas. Es todo un gesto sincero: el de alimentar a alguien”, prosigue Tessa.
Cocinar para otra persona significa cuidarla, contribuir a conservar su vida. En otras palabras, se trata de cuidar el uno del otro.
Nuestro sentimiento de realización, por lo tanto, viene no solo de haber ofrecido algo, sino también de haber ayudado de una manera verdaderamente elemental.
3. Crear vínculos
Cocinar es una actividad muy personal. Al preparar una comida para una persona en particular, le mostramos que puede contar con nosotros. Es un acto de amor y apoyo, un valor que enriquece el vínculo en una relación.
“Además, que un restaurante sea bueno no es solo una cuestión de estrellas y experiencias sensoriales. Por encima de todo, tenemos que alimentar a una gran familia: nuestros clientes”, nos dice Tessa.
4. Cuidar del alma
Cocinar para los demás tiene una dimensión espiritual. La comida es un regalo de Dios. No hay que perder de vista este hecho. Preparar un plato para la familia es un momento de gratitud.
“Una vez vi a un chef en un restaurante de Italia hacer una señal de la cruz sobre cada plato justo antes de servirlo. Agradecía el regalo de Dios antes de añadir su propia creatividad culinaria. Cocinar es un regalo para aquellos para los que cocinamos. También es un tiempo que pasamos con Dios. Cuando corto mis tomates, estoy segura de que Dios está conmigo. Me da fuerzas para cocinar lo mejor que pueda. Me ayuda a no tener miedo de fracasar con mi plato. Él está presente en todo momento, hasta cuando veo la alegría de mi familia saboreando lo que he preparado”.
Si Dios está presente en los detalles más pequeños de nuestra vida, sin duda está también en la cocina, en uno de los actos más elementales de nuestra vida.
Ya lo decía santa Teresa de Ávila: “Entre los pucheros y las ollas también anda Dios”.