Nacido en el terror del este europeo, el director falleció a los 86 años en Estados Unidos, donde tuvo que exiliarse para ser libre
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Fue comparado con Goya por su crítica y análisis de la realidad social. Y al pintor dedicó la que reconoció como su mejor experiencia profesional: Los fantasmas de Goya (2006), con Natalie Portman y Javier Bardem. Con su muerte en Connecticut, el pasado viernes tras una breve enfermedad, el cine pierde al genio de un cine crítico que tiene en la libertad su epicentro.
Director inclasificable, narrador excepcional, y diestro con cualquier género, Forman retrató como pocos todos los peligros que el siglo XX ha supuesto para la libertad del ser humano.
El cineasta es, sin lugar a dudas, una de las voces más críticas contra los abusos y excesos de los fanatismos y de la falta de libertad en el ser humano. Hollywood, donde cayó en los 70 huyendo del comunismo, fue su altavoz perfecto para dar voz a personajes a contracorriente, perdedores, que encarnaran la persona frente a la institución.
Nacido en 1932 en Checoslovaquia, el este de Europa, sus películas son una crítica a toda forma de tiranía. Y es que Forman conocía los horrores de todo totalitarismo: vivió en sus carnes la invasión nazi y las represiones del régimen comunista. Ya de niño tuvo que ver como el régimen nazi mandaba a sus padres, políticos cristianos disidentes, a la muerte en los campos de concentración de Buchenwald y Auschwitz.
En el cajón quedó precisamente un guión escrito junto al presidente Vlacav Havel, compañero del director durante la adolescencia, sobre la invasión de Hitler de Checoslovaquia. De joven, se exilió a Estados Unidos cuando los tanques rusos aplastaron la Primavera de Praga en 1968.
Si había que escoger, Forman lo tenía claro: “Prefiero un país libre y atestado de mal gusto a un país refinado pero sin libertades”. De esos mismos lindes salieron otras voces conocidas como Kieslowski, Polanski, Holland, Kusturica, Wajda, etc.
Amante del cine cómico clásico, con Keaton, Chaplin, Lloyd o el Gordo y el Flaco, el director checo dotó siempre de comicidad a sus filmes, incluso cuando parecen trágicos. Lo hizo ya con sus primeros films europeos de la década de los 60 (Los amores de una rubia, ¡Al fuego, bomberos!), trabajos que le valieron la nominación a mejor película extranjera. Su vertiente más cómica la encontramos de la mano de Jim Carrey en Man on te Moon (1999), un biopic sobre el cómico americano Andy Kaufman.
Crítico con el esnobismo esteticista, Forman supo dar al gran público películas grandes sin aburrirle: Valmont (1989), Amadeus (1984), Alguien voló sobre el nido el cuco (1973). Sin duda, fue esta última quien le catapultó a la fama. Con un Jack Nicholson en uno de sus mejores papeles, la cinta cuenta la historia de Randle McMurphy, un recluso que prefiere ser ingresado en un centro psiquiátrico antes que sufrir los horrores de la justicia.
En el centro, consigue despertar la libertad socavada por el sistema y adormecida por los narcóticos con los que las instituciones pretenden censurar sus personalidades. El film, que le valió cinco Oscar, se alzó como crítica a las injusticias de los centros penitenciarios y a la represión de los estados, y como un símbolo de la necesaria unidad entre los necesitados para conseguir la libertad (de allí esa imagen fantástica de Nicholson intentando hacer canasta subido sobre la espalda de Jefe, el famoso indio).
Los sanatorios mentales han sido un lugar común para Forman. También en Amadeus, desde el sanatorio un Salieri enfermo confiesa a un sacerdote su odio hacia Mozart, y la necesidad de hacer callar a un espíritu libre y complejo. Con esta maravillosa cinta, el director consiguió acercar al gran público la figura de un Mozart (Tom Hulce) excéntrico, divertido, histriónico y de risa contagiosa.
Y es que Forman fue un humanista en toda regla, de esos que entienden que lo nuevo y lo viejo deben unirse para buscar y expresar esa luz común que cualquier hombre puede descubrir. El mismo director podría ser Amadeus, Randle McMurphy o cualquiera de sus controvertidos personajes.
Así, su obsesión por la libertad y las figuras en el umbral de lo permitido le llevó a filmar un biopic sobre el creador de la revista pornográfica The Hustler. El resultado es El escándalo de Larry Flint (1996), un film que según Forman trata de la necesidad de tener libertad de expresión. Y es que como contó el mismo Forman, «a veces son las mentes más sucias las que aman de forma más limpia».
Forman deja un legado único, excelente artísticamente, divertido, profundo, reflexivo, e intemporal. Su arte no dejará de plantear al otro, al frágil, al indefenso, al necesitado, al perseguido, como el hermano privilegiado que nos incomoda y nos saca de nuestro discurso correcto para despertarnos al amor. ¡Milos Forman, descanse en paz!