Tras el nacimiento de su segundo hijo se interesó en la neonatologia y los cuidados intensivos. Entendió cuán decisivos eran ciertos equipos y empezó a proveerlos él mismo
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No es Santa Claus ni tampoco los Reyes Magos pero en Navidad recibió un montón de cartas. De personas que lo quieren y le agradecen el regalo recibido de su parte. Dice que es lo más gratificante que ha vivido en toda su carrera.
Ezio Greggio, de la provincia de Biella, Italia, es periodista, escritor, cómico y conductor de televisión. Él, como muchos de nosotros, es también papá. Sus dos hijos ya son mayores: Giacomo y Gabriele.
Tenía la predisposición amorosa que normalmente los papás desarrollan con el nacimiento de un hijo y la capacidad de extenderla por analogía a otros hijos. Cosa nada obvia.
Tenía también la conciencia de disponer de notoriedad, medios y recursos no comunes y quizá ya lo vivía como responsabilidad.
El hecho es que, al ver cuán pequeños, frágiles pero sobre todo valiosas eran esas vidas incipientes que empezaban a respirar aire cuando aún no estaban listas, decidió tomar medidas para que cada vez menos futuros chicos corrieran el riesgo de morir por falta de instrumentos y equipos adecuados.
Lo conmovieron no sólo esos pajaritos fuera del nido de su mamá sino también la dedicación de enfermeros y médicos.
Entendió que la disponibilidad inmediata de una incubadora o de una cuna para el transporte neonatal o su inaccesibilidad hacen una trágica diferencia.
Informa el Corriere:
Una incubadora cuesta de 40 a 60 mil euros según el modelo. Greggio creó una asociación destinando a ese objetivo los derechos de autor de sus numerosos libros.
En más de 20 años se han donado a 70 hospitales italianos incubadoras de transporte, de sala, respiratorias, oxímetros, aparatos para el control del oído.
Estos equipos han ayudado a los diferentes departamentos a salvar alrededor de 15.000 niños prematuros.
Y desde entonces las historias de niños salvados gracias a las cunas donadas por su asociación no se cuentan. Pero cuentan todas, seguramente.
La eficiencia técnica en estos casos tiene algo de poético, de lírico. Departamentos que funcionan, maquinaria disponible, transportes de urgencias pero con la mayor seguridad posible.
Hay historias, detrás y dentro de cada cuna. Como esta, por ejemplo: un niño prematuro tenía que ser transportado de La Marche al hospital San Matteo de Pavia.
La ambulancia durante el viaje tiene un accidente: el conductor y enfermero se lesionan. El bebé no sufre daños porque su incubadora había activado las baterías y continuó garantizando el calor, oxígeno, humedad y monitoreo.
Llega una segunda ambulancia, transfiriendo al pequeño al destino donde pueden ocuparse de él. Ese bebé hoy tiene veinte años y quizá esta doble ración de gracia y gratuidad recibidas siga marcando su vida, siga enseñándole a él y a muchos otros que tocará que estar vivos y cuidarse unos a otros es una gran y bella hazaña.
Sólo buscando en la red te toparás con historias de hijos salvados por esas benditas máquinas. Mira lo que leí en un forum vinculado a la maternidad:
“Quería decirles, para quien no lo sabe, que Ezio Greggio creó desde hace algunos años una fundación que dona dinero a los hospitales para adquirir maquinaria para la división de terapia intensiva neonatal. Lo se porque Federico en los primeros días de vida fue conectado a un respirador donado pro Ezio Greggio.
En el departamento habían también otras maquinarias y monitores donados por su fundación. Por desgracia la maquinaria a disposición en los diferentes departamentos aún es poca, a menudo hay muchos niños internados y no hay suficientes monitores y aparatos para la respiración.
He visto niños ser desconectados del monitor porque otros niños lo necesitaban más. A Federico durante algunos días le pusieron respiradores nasales en lugar de una máscara sólo porque las máscaras se habían terminado…” (AlFemminile.com).
Necesitamos de estos baluartes, de estos puestos avanzados de bien, de esos caballeros más o menos sin mancha que fundan asociaciones en defensa de los pequeños.
En estos tiempos, conocer y difundir estas historias no es nada decorativo. Se trata de recibir a los pequeños, a los niños frágiles, a los enfermos, los indefensos.
Los hombres fuertes, las mujeres capaces, los buenos chicos, los abuelos valientes, defienden a los pequeños.