El papa Francisco da la respuesta
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Rezar con fervor todos los días, participar en la misa, recibir y vivir los sacramentos, hacer adoración eucarística… Son varias las formas de culto a Dios. Pero ¿cuál será la que más le agrada a Él? ¿Qué oración Dios quiere que hagamos? ¿Y de qué manera?
El papa Francisco, en su tercera exhortación apostólica, la Gaudete Exsultate, cuyo tema es la santidad, da la única respuesta posible a esas indagaciones. En el documento, él aclara:
“Nuestro culto agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la entrega a los hermanos“.
Así, el Papa nos recuerda que uno de los criterios que Dios usa para “evaluar” nuestra vida es nuestra relación con nuestros hermanos.
No que eso excluya la necesidad de la oración. Al contrario: según Francisco, es la oración la que va transformando nuestra vida “a la luz de la misericordia”.
El Papa recurre a santo Tomás de Aquino para destacar cuáles son las obras que mejor manifiestan nuestro amor a Dios. Francisco recuerda que Tomás de Aquino decía que no debemos practicar el culto a Dios “con sacrificios y dones exteriores por él mismo, sino por nosotros y por el prójimo. Él no necesita nuestros sacrificios, pero quiere que se los ofrezcamos por nuestra devoción y para la utilidad del prójimo. Por eso, la misericordia, que socorre los defectos ajenos, es el sacrificio que más le agrada, ya que causa más de cerca la utilidad del prójimo”.
Y cuando se habla de misericordia, ¿cómo no acordarse de Madre Teresa de Calcuta? En el documento, el papa Francisco también cita una frase de la santa para ejemplificar la cuestión:
“Sí, tengo muchas debilidades humanas, muchas miserias humanas. […] Pero él baja y nos usa, a usted y a mí, para ser su amor y su compasión en el mundo, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nuestras miserias y defectos. Él depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama. Si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás”.
Al final del capítulo dedicado a este asunto, Francisco alerta sobre el consumismo hedonista y algunas formas de entretenimiento, que pueden robar nuestro tiempo, haciendo que nos volvamos más hacia nosotros mismos. Por eso, Francisco sugiere que busquemos una vida más feliz, a través de la propagación del Evangelio.
“El cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana. Recomiendo vivamente releer con frecuencia estos grandes textos bíblicos, recordarlos, orar con ellos, intentar hacerlos carne. Nos harán bien, nos harán genuinamente felices”, finaliza el Papa.