Según un psicólogo pediátrico, estas son las 5 preguntas que deberían plantearse los padres
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¿Alguna vez habéis observado a vuestro hijo o hija comportándose de una manera que os hizo pensar si deberíais o no buscar ayuda externa de un experto? Si es así, no sois los únicos. Ya sea por la intensidad o la frecuencia de un determinado comportamiento, como una ansiedad repetida ante situaciones nuevas, o algo que causa mucho conflicto y peleas en casa, como un chico obstinado y desafiante, o un conjunto de acciones extrañas, existe un espectro de comportamientos que hacen preguntarse a los padres si necesitan intervención profesional.
Aunque no hay unas normas o unas directrices absolutas sobre cuándo es necesario consultar a un profesional, sí hay una serie de preguntas que podéis haceros para ayudaros a discernir si ha llegado o no ese momento…
1. ¿El comportamiento de mi hijo perjudica significativamente un ámbito fundamental de funcionamiento?
Cualquiera que ha convivido con jóvenes el tiempo suficiente sabe que todos los niños hacen ciertas cosas que a veces nos hacen pensar “¿Qué está pasando…?”. Sobre todo durante momentos de transición, no es extraño que los niños muestren cambios pasajeros en su humor o su comportamiento, algo que no solo les causa estrés a ellos, sino a todos en el hogar. Y cuantos más hijos tienes, más oportunidades potenciales hay de que ocurran interacciones negativas.
La pregunta que todos los padres deberían hacerse es si un problema particular (o un conjunto de problemas) está dañando persistentemente el funcionamiento en tres áreas fundamentales: escuela, socialización y salud y bienestar generales. Si el rendimiento académico de un niño empieza a mostrar un declive notable, si empieza a tener (o tiene en algún momento) un comportamiento cada vez más reservado, y/o si se acuesta muy tarde y no come con normalidad, quizás sea indicio de la necesidad de buscar ayuda profesional.
2. ¿Como padre/madre, me siento abrumado con las exigencias de mi hijo/a?
Cualquier padre y madre sabe que solamente se puede dar aquello que se tiene. Y si os sentís desbordados y agotados de forma crónica a la hora de gestionar un desafío particular que plantea vuestro hijo, entonces quizás sea hora de buscar ayuda. Es natural que los padres sintamos cansancio y frustración en varios momentos de nuestra labor. Sin embargo, si os parece que las dificultades de vuestro hijo o hija os dejan saturados e incapaces de “resetearos” de forma saludable, entonces es una situación que aumenta los riesgos tanto para el niño como para toda la familia en conjunto.
3. ¿Mi hijo/a está alterando el entorno familiar de forma dañina?
Las consideraciones anteriores se centraban en la capacidad individual de los padres; esta se centra en si los comportamientos de un niño alteran o no el sistema familiar en general de una forma dañina para cualquiera. Por ejemplo, si un chico manifiesta una desregulación de su humor o un antagonismo o actitud desafiante que provocan que todos los demás tengan que “caminar de puntillas” en casa y que la autoridad de los padres esté menoscabada, claramente hay necesidad de ayuda profesional. Es noble que unos padres estén dispuestos a “hacer lo que haga falta” para ayudar a su hijo, pero esa nobleza puede convertirse en disfunción si el sistema en sí se vuelve caótico o constantemente tenso.
4. ¿Parece estar mi hijo en un estado crónico de angustia?
El estrés y los cambios de humor son parte del ser humano, pero cuando estos estados emocionales fluctúan como olas en un mar tempestuoso, la situación deja de ser sana. Hay dos formas de diagnosticar un problema psicológico: la primera se relaciona con un perjuicio significativo y la segunda circunstancia se relaciona con un alto nivel de estrés persistente. A veces ambas condiciones se dan en una situación particular, como un trastorno de ansiedad que causa cambios en los patrones de sueño, la socialización y las notas escolares.
A veces un joven puede parecer “en control” desde una perspectiva externa, pero quizás esté “a punto de explotar” para mantener esa apariencia. Este puede ser el caso en especial de los adolescentes, como los que tienen un trastorno alimentario, que parecen sobresalir académica y/o atléticamente, pero en realidad tienen grandes dificultades internas, que desembocan en problemas extremos de salud.
5. ¿Me siento desconectado de mi hijo/a y me preocupa el camino que está tomando?
De todas las pautas, esta quizás parezca la más vaga. Los niños en situaciones así no están forzosamente en una crisis, y los padres y las familias no se sienten necesariamente abrumados por la situación actual, pero hay signos de advertencia porque el joven está tomando decisiones, a menudo al margen de la opinión parental, que son cada vez más preocupantes.
He visto muchas familias que encajan en esta descripción y a los padres puede parecerles aterrador y humillante admitir que este es su caso. Sin embargo, a veces recurrir a ayuda profesional durante este momento crítico puede evitar un resultado seriamente desfavorable. Los padres con un alto nivel de conexión con sus hijos pueden resolver desafíos más serios sin apoyo profesional que los padres que no tienen este nivel de conexión. Aunque sea desconcertante, es importante ser sinceros sobre cuál es vuestra auténtica relación con vuestro hijo o hija.
Por último, algunos padres nunca necesitarán servicios psicológicos profesionales para sus hijos, pero a menudo incluso los padres más comprometidos y fieles sí recurrirán a esta ayuda. Con el paso de los años, he sentido gran admiración por los padres que entran en mi oficina y son francos sobre los desafíos que tienen y se abren a la posibilidad de que ellos mismos puedan “ser quizás parte del problema”.
Ni siquiera el ser psicólogo pediátrico me exime (a mí o a mi esposa) de enfrentarnos a desafíos personales y parentales derivados de criar a hijos. Nada me ha enseñado más humildad que el ser padre y si llegara un momento en que necesitara ayuda profesional externa para un hijo, espero estar abierto a hacerlo.
Mientras tanto, si sois padres valorando esta cuestión, debería tranquilizaros saber que, a veces, solamente el hecho de buscar ayuda resulta en una mejoría incluso antes de que haya ninguna intervención. Dar el primer paso para buscar ayuda quizás sea el paso más difícil y también el más crítico.