6 enseñanzas de Jesús que podemos aplicar a través de las redes sociales
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En Facebook la cosa se está poniendo fea, como en algunos colegios donde 1 de cada 3 niños reconoce que en su clase hay acoso escolar.
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Un ambiente cruel, mezquino, chismoso, cruel, quejumbroso, agitador de linchamientos… en definitiva, perverso.
Muchas personas creen que son niños “guais” que pueden unirse a otros niños “guais” para dar palos a los niños raros. Y esos a quienes llaman raros creen a su vez que son “guais” que pueden apalear a otros niños.
Un amigo de Facebook se lamentaba: “Según parece, la gente considera que merece la pena hablar de mí, pero no hablar conmigo”. A ese tipo de cosas me refiero.
Lo preocupante es que muchas de esas personas que actúan como los abusones del colegio son católicos u otros cristianos. Y lo que es aún más preocupante es lo fácil que uno puede entrar en Internet y volver a comportarse como un adolescente.
Lo que nos diría Jesús
Aquí tenéis seis normas para usar Facebook, derivadas de los mandatos directos de Jesús. Jesús no mencionó los medios sociales, pero conoce a los pecadores. Facebook y los medios sociales en general son una nueva forma de que los pecadores hagan lo que hacen siempre. Con un público mayor y con más anonimato, para peor normalmente, pero en esencia no hay nada nuevo.
1. Lee a los demás como tú querrías que te leyeran a ti
Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos. (Mateo 7,12)
Concede a todo el mundo el beneficio de la duda. Supón que no quisieron decir lo que parecen haber dicho.
Porque no puedes estar seguro. Para empezar porque pocas veces Facebook da la suficiente información para juzgar bien. Vemos unos cuantos puntos y añadimos otros y luego los conectamos para crear el dibujo que queremos.
Igualmente, Facebook no te dice por qué situación está pasando esa persona. Quizás alguien esté despotricando porque está a punto de perder su trabajo o su hijo está muy enfermo y, pasados unos pocos días, se sentirá avergonzado de lo que escribió.
Tú podrías ser esa persona. Podrías descubrir que tus “amigos” retuercen un comentario inocente hasta convertirlo en algo estúpido, o quizás podrías decir algo de lo que te arrepientas más tarde. Quieres que te lean con compasión y caridad. Lee a los demás también así.
2. No respondas al insulto
No hagáis frente al que os agravia (Mateo 5,39)
Déjalo estar. Porque, una vez más, lo más frecuente es que no puedas estar seguro de las intenciones de la otra persona. Pocas personas saben cómo suenan por escrito. (Es algo que sé después de décadas de edición).
La gente puede escribir las cosas más groseras pensando que está haciendo una broma desenfadada o incordiando ligeramente. Es posible que el escritor no tuviera por intención lo que el lector entendió.
No respondas tampoco porque un insulto no significa gran cosa de todos modos. Las personas dicen muchas tonterías en Facebook. Aunque tú te sientas mortalmente insultado, tus amigos de verdad solamente pondrían los ojos en blanco y lo ignorarían.
Además, Jesús nos dijo que ofreciéramos la otra mejilla. Quizás el escritor sí tuviera esa intención, pero solamente le ayudarás dejándolo pasar y rezando por él. Es bueno para nosotros tener que tragarnos nuestro orgullo. Si entras en Facebook, estás pidiendo que te insulten, así que úsalo para tu bien.
3. Desconéctate de vez en cuando
Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre (Mateo 4,2)
Facebook está diseñado para ser adictivo, al darte pequeñas dosis de placer durante todo el día. La ira y la indignación también son adictivas. Solamente rompes las adicciones renunciando a ellas.
Podrías convertir el domingo en un sabbat de Facebook o usar la Cuaresma o semanas aleatorias como días de descanso. Hacer una pausa de algo te recuerda que puedes vivir sin eso. Cuando vuelvas, descubrirás que has conseguido bastante distanciamiento como para no verte arrastrado al drama. Sin embargo, como es adictivo, tienes que seguir haciendo descansos.
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4. Tienes un mensaje importante que compartir
Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio” (Marcos 16,15).
Muchas de tus publicaciones y conversaciones de Facebook serán ligeras y amistosas: fotografías de tus hijos o de tus mascotas, actualizaciones sobre tu vida, viñetas divertidas, incluso vídeos de gatitos si puede olvidar que luego crecen hasta ser gatos adultos.
No obstante, recuerda entonces que sabes algo (y conoces a Alguien) que los demás quizás no, así que escribe como si así fuera. Utiliza las oportunidades más obvias para hablar de lo que mejor conoces. Sin embargo, recuerda, incluso cuando compartas cosas livianas y amistosas, que estás hablando como católico y que alguien podría estar haciendo valoraciones sobre Jesús o Su Iglesia a partir de lo que escribes (algo que es ingenuo, pero la gente lo hace igualmente).
5. Ama a cada persona que reciba tu publicación
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto os conocerán todos que sois discípulos míos: si os amas unos a otros. (Juan 13,34-35).
Aunque no los conozcas, ámales y así les ofrecerás una visión positiva. Cuando tengas que argumentar o corregir a alguien, no trates a tu interlocutor con desprecio, como si estuvierais enfadado. Trata a los demás como personas a quienes les deseas el bien.
Trata a los “amigos” de Facebook como verdaderos amigos.
Quieres ganar el debate, claro, porque como buen “apóstol” quieres que las personas vean lo que tú ves. Pero quieres ganar de forma que acerques más al otro a la Verdad.
Eso es algo difícil de hacer cuando hablas con un desconocido (también incluso si es un “amigo”) y de él solo conocer su foto de perfil. A mí me ayuda rezar por él o ella antes de publicar cualquier comentario.
6. Abandona la discusión cuando se vuelva tóxica
Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies. (Mateo 10,14)
Muchos debates de Facebook se convierten rápidamente en discusiones inútiles y muchas terminan en agresión, denigración e insulto. El medio favorece este extremo.
Las personas le cogen gusto a ese subidón que sienten al atacar a otros o al ver a otras personas atacarse entre sí. Márchate, sin más.
No intentes devolver la situación “a su cauce” porque rara vez lo conseguirás y tampoco ganas mucho al hacerlo.
Las personas tóxicas solo se detienen cuando ya no hay nadie escuchándolas. Les haces un favor al no darles el gusto.