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¿Qué pasaría si desaparecieran las abejas?

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María Eugenia Brun - publicado el 13/05/18
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Alrededor del 84% de los cultivos dependen de las abejas y de otros insectos para su polinización.

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“Muchos pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos creados por la tecnología son útiles a la misma agricultura, y su desaparición deberá ser sustituida con otra intervención tecnológica, que posiblemente traerá nuevos efectos nocivos.

“Son loables y a veces admirables los esfuerzos de científicos y técnicos que tratan de aportar soluciones a los problemas creados por el ser humano”, expresa el papa Francisco en un pasaje de la encíclica sobre la “casa común”, Laudato Si (34-35).

A veces no somos conscientes del daño que, de distintas maneras, se le hace a la naturaleza. Buen ejemplo ello es lo que está ocurriendo con las abejas, un desastre ambiental con raíces humanas que nos debe interesar a todos porque impacta en nuestros animales, nuestras tierras, nuestros alimentos y en nosotros.

Debemos dar importancia al hecho de que están desapareciendo las abejas en muchos países, según indica la Asociación Española de Apicultore en Europa las poblaciones de abejas han disminuido en un 37%. Esta situación ha alertado a investigadores sobre las posibles causas, entre ellas el uso de pesticidas y a los gobiernos en buscar soluciones.

Esto es de suma importancia porque de acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alrededor del 84% de los cultivos dependen de las abejas y de otros insectos para su polinización. 

Siendo así las mejores y más eficientes polinizadoras de la naturaleza, responsables de la reproducción y perpetuación de miles de especies de plantas, la producción de alimentos, cuidar el medio ambiente y mantener el equilibrio de los ecosistemas.

¿Te has puesto a pensar qué pasaría si un día no hubiera más abejas?

La gran mayoría de las personas ignoramos el papel importante que desempeñan las abejas, que son las que hacen que tengamos, por ejemplo, manzanas, pepinos, fresas, cebollas… y miel, naturalmente.  

A pesar de que hay otros insectos polinizadores como las mariposas, moscas, polillas, pájaros, entre otros, las abejas son los polinizadores principales de aproximadamente un tercio de todos los cultivos en todo el mundo. Por lo tanto, si se mueren se produciría un descenso de la producción de determinados alimentos.

Sin polinizadores no habría alimento suficiente para abastecer la necesidad actual y creciente de la humanidad.

Prohibición de uso de insecticidas neonicotinoides

Estudios científicos han vinculado a los pesticidas neonicotinoides con un declive de las poblaciones de abejas, junto a otros factores, como la destrucción de su hábitat, el cambio climático, el ácaro Varroa y el parásito Nosema apis. 

La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha confirmado en base a sus estudios realizados que tres insecticidas neonicotinoides, el imidacloprid y clotianidina que son fabricados por Bayer, y tiametoxam por Syngenta, pueden representar un riesgo para las abejas silvestres como el abejorro común o la abeja solitaria y las abejas melíferas. 

Estos pesticidas son usados en todo el mundo en cultivos de maíz, girasol, colza y algodón. Por tanto, la UE por precaución hace unos días resolvió prohibir totalmente el uso al aire libre de esos tres insecticidas por el riesgo que representan para las abejas silvestres en base a los estudios realizados por la EFSA.

Conciencia medioambiental

Para tomar conciencia de la gravedad de este problema, podríamos volver a la reflexión del papa Francisco en otro de los pasajes de la encíclica Laudato Si :

“Cuando se analiza el impacto ambiental de algún emprendimiento, se suele atender a los efectos en el suelo, en el agua y en el aire, pero no siempre se incluye un estudio cuidadoso sobre el impacto en la biodiversidad, como si la pérdida de algunas especies o de grupos animales o vegetales fuera algo de poca relevancia.”

¿Qué son los insecticidas sistémicos? 

Los neonicotinoides son insecticidas sistémicos, o sea compuestos químicos que buscan atacar y atajar una determinada plaga, que al ser aplicado en la planta penetra hasta sus tejidos y a través de ellos es absorbido por todas sus partes (tallo, raíz, hojas y flores).

Estos insecticidas están presentes en todas las partes de la planta, desde la raíz al tallo, hojas y flores, la actividad apícola puede generarles un estrés al que se le suma la pulverización con estos pesticidas que muchas veces permanecen por varios meses en las plantas, llevándose alguna dosis en el polen y lo puede almacenándolo y producirle algún daño en el sistema inmunológico, su sistema nervioso y su orientación para volver a la colmena.

Con respecto a los alimentos, frutas y vegetales como la fresa, el arándano, el pepino, el algodón, la soja, el melocotón, la calabaza, la cebolla, las castañas, entre muchas más, dependen directamente de la polinización de las abejas.

Por lo que su muerte o desaparición no solo implica una disminución de la calidad de estos frutos sino además la pérdida de la biodiversidad, de frutas, y de gran parte de los alimentos que forman parte de nuestra vida diaria. Su desaparición es una amenaza para la seguridad alimentaria.

¿Es peligroso para los humanos?

Según un estudio de la Universidad de Harvard, es algo preocupante porque si podría tener consecuencias en la salud. Esto es considerando que la vida media de la mayoría de estos insecticidas es de meses hasta años, si se lo aplica repetidamente. Siendo así implicaría que la planta sea un reservorio de residuos que llegue a contaminar los cultivos. 

Por ejemplo, los insecticidas imidacloprid y acetamiprid, los investigadores dicen que puede absorberse en el tracto intestinal, y en base a los experimentos de laboratorio podrían causar efectos sobre las neuronas en desarrollo, así como en el correcto funcionamiento de la acetilcolina (sustancia química que media en la transmisión de impulsos nerviosos entre las neuronas) la cual su alteración puede asociarse a trastornos del sistema nervioso central como el Alhzeimer, el Parkinson, la esquizofrenia o la depresión.

Por tanto, si será importante que se siga investigando con mayor profundidad los posibles riesgos en la salud que puede provocar la exposición y la ingesta de estas sustancias.

Tal vez apoyando las prácticas tradicionales, la rotación de cultivos, fomentando la educación a los agricultores en busca de alternativas al control de plagas, intercambiando conocimientos entre los científicos, la industria, los agricultores y las comunidades se pueda llegar a una solución a un problema que nos afecta a todos.

Debemos darnos cuenta de que cualquier acción a la naturaleza puede tener consecuencias que no vemos a simple vista, pero que afectan a nivel macro. Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación de acuerdo a nuestras experiencias, iniciativas y capacidades.

 

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