La mujer, divorciada, había quedado embarazada de un hombre que ya tenía familia. El embarazo no deseado empezó a angustiarla…
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No quería seguir con el embarazo. Porque el hombre que la había dejado embarazada no iba a reconocer al niño. Ante ella, la única solución que se le ofrecía era el aborto.
Después una llamada, inesperada. Del otro lado del teléfono está el Papa Francisco, que como un buen padre la hace razonar y le explica por qué vale la pena llevar adelante el embarazo. Anna, italiana, recibe en esos días la llamada que cambia para siempre su vida. Acepta el consejo De Francisco y decide no abortar. Un cuento con final feliz.
La petición del hombre
Anna es una mujer divorciada. Cuenta Credere (21 mayo), que tras haber perdido el trabajo, decide trasladarse de Roma a Toscana. Aquí descubre que está embarazada, pero de un hombre que ya tiene una familia. Y no quiere reconocer al niño. Él la presiona, ella es débil, y cede a su pedido: abortar.
Antes de hacerlo, sin embargo, decide escribir una carta a una persona especial. Pone su historia en blanco y negro; en el sobre la dirección es clara: “Santo Padre Papa Francisco, Ciudad de Vaticano, Roma”. Echa al correo la carta sin pensar demasiado. Luego, pocos días después el teléfono comienza a sonar.
“He leído su carta”
“Sus palabras llenaron mi corazón de alegría, cuenta Anna. Me dijo que había sido muy valiente y fuerte por mi hijo”.
En esos largos minutos al teléfono con el papa Francisco, Anna advirtió que su voluntad no es matar la vida que lleva en el vientre. Expresa a Francisco su verdadero deseo, es decir, no interrumpir el embarazo, y luego le dice que tiene la intención de bautizar a ese hijo que llega, pero que tiene miedo de que no sea posible porque es divorciada.
“Que sepas que yo estoy siempre”
Y así concluyó la llamada telefónica que cambió para siempre la vida de Anna.