Católica, madre, marcada por una depresión severa: vivió su fe en el campo minado de la vida, pero su voz no falló en apoyar los derechos inalienables de los niños no nacidos
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El viernes 25 de mayo, Irlanda decidirá si derogará o no la octava enmienda (introducida en 1983) que equipara la vida del niño por nacer con la de la madre y, por lo tanto, prohíbe el aborto. Sobre este evento los ánimos se han encendido, como era previsible. Los canales de comunicación global se han multiplicado y por eso en esta campaña mediática pro y contra el aborto han jugado un papel fundamental también Google y Facebook, cuyos respectivos dirigentes han huido limitando – si no borrando – cualquier forma de publicidad en mérito al referendum. La adecuada lectura de esta intervención volitiva la da Jon Anderson:
Si bien esta medida puede aparecer como neutral, se considera que quien se beneficiará será la campaña a favor de la abrogación de la octava enmienda, que prohibe en la mayor parte de las situaciones el aborto. La campaña por el no (contraria a la abrogación), que ha sido abundantemente erradicada de la prensa irlandesa, se ha encomendado mucho a las redes sociales para organizarse (por Tempi.it)
A propósito de propaganda, incluso los grandes iconos de la música made in Ireland han hecho sentir fuerte y clara su voz: muchos católicos se han escandalizado por el apoyo que ha dado el líder de U2, Bono, a favor del derecho a elegir de la mujer, es decir, sí al aborto; Ed Sheeran se molestó mucho porque su canción Small Bump fue usada como bandera por los provida contra el aborto y se ha desvinculado.
La única voz fuera del coro, pero muy en sintonía, sigue siendo la de la fallecida Dolores O’Riordan, líder frágil pero carismática de los Cranberries. Fallecida el pasado 15 de enero, madre de 3 hijos e ícono indiscutible del folk rock, Dolores tomó una posición muy explícita sobre el aborto en una entrevista a la Rolling Stones el 23 de marzo de 1995:
No estoy en posición de juzgar a las mujeres, ¿de acuerdo? Sin embargo, me gustaría decir: “Estúpida, ¿por qué no te aseguraste de no quedar embarazada?”. No es bonito que las mujeres sean sometidas a un procedimiento que les quite algo vivo de su cuerpo. La mujer disminuye, aunque algunas digan: “Oh, no me preocupo por abortar”. Cada vez que una mujer aborta, muere en su autoestima y se vuelve cada vez más pequeña, pequeña y pequeña (por Rolling Stones).
En otra circunstancia O’Riordan hizo de moderadora en un debate sobre el derecho a elegir de las mujeres frente a un público de jóvenes estadounidenses.
Estamos en Los Angeles y es 2009, Dolores deja hablar a las muchachas dando visibilidad a voces inesperadamente – según el prejuicio en boga – orientadas a defender ese bien común que es el vínculo madre-hijo: intervino una muchacha que habló apasionadamente contra el aborto, la siguió otra estudiante, quien agradeció en voz alta a su madre por haberla dado a luz.
Si pienso en los irlandeses, pienso en el verso de Chesterton que los retrata como el pueblo que cuando canta está triste y cuando va a la guerra está feliz. Una cierta locura, admirable, domina la raza gaélica. Quizá, precisamente en esta circunstancia del referendum, debería correr nuevamente con fuerza por su sangre este ímpetu que lo vuelve un pueblo fuera del coro del mundo estandarizado.
Dolores es una imagen de la locura nostálgica de lo divino escrita en el ADN de Irlanda, su retrato es el más auténtico que se puede encontrar en la experiencia católica vivida en la carne: una historia altamente imperfecta, sufrida, equivocada e irrevocablemente marcada por la Buena Nueva.
Se dice que cada uno de nosotros es el nombre que tiene: ella fue llamada Dolores en honor a la Virgen de los Dolores. El sufrimiento y el tormento han formado parte de su viaje terrenal; a pesar de pertenecer a una familia católica, vivió la fe en la piel y no sólo por ósmosis pasiva. Y esto nos confirma que ninguno está a salvo, que tener la Verdad no significa tenerla para siempre en un cajón protegido. Significa, en cambio, renovarla, cuestionarla y reencontrarla en las accidentadas circunstancias cotidianas.
De pequeña Dolores tocaba el órgano en la iglesia y cantaba gregoriano, luego escapó para hacerse cantante, luego volvió. Se casó, tuvo tres hijos, se divorció pero no se le han atribuido otras aventuras románticas.
Estuvo muy vinculada a san Juan Pablo II, lo encontró dos veces en el 2001 y en el 2002; a pesar de esta fuerte referencia espiritual sufría de depresión y trastorno bipolar. Su voz contaba todo este temblor humano en perenne diálogo con la luz cristalina del Paraíso: ¿ella era el áspero rasguño del mal, marcado por la armonía celestial. ¿No somos todos así en el fondo?
Cantó en el Vaticano de manera espectacular, como poniendo en la mano del Padre toda su pequeñez vestida de una voz delicadísima, poderosísima.
Querida Irlanda, escucha a tu compatriota. Escucha su música y escucha también una de sus últimas declaraciones, publicada en 2017 en el Irish News; hay una profunda verdad detrás de las palabras aparentemente simples que dijo, la intuición de que todas nuestras patologías y heridas encuentran el cuidado irremplazable en la maternidad. La locura, el dolor, los deseos no son curados por el egoísmo que mata la semilla en el útero, sino con la generosidad de acogerla:
El periodo más bello de mi vida fueron los años que viví en casa con mi familia. Amo ser mamá. Mis hijos no me ven como una persona famosa y no tienen ninguna expectativa sobre mí; sólo soy su madre (por Patheos).