Quiso firmemente que el hospital de Saint Louis (que ella dirigía) estuviese siempre abierto durante la guerra civil
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Mientras ella volaba al cielo a casi 90 años de edad, en su Aleppo al menos seis explosiones inflamaban una jornada que parecía tranquila.
No logró ver esa paz en la que tanto esperaba, Sor Marguerite Slim, directora del Hospital Saint Louis de Aleppo. Transcurrió una vida entregada a Dios y al servicio del pueblo sirio. Y en los últimos tiempos confiaba en que la palabra fin en el conflicto sirio prevaleciese sobre odios y rencores.
La gran muchedumbre presente en sus funerales, celebrados en la iglesia franciscana de Aleppo, atestigua bien que la ciudad quería a esta valiente mujer de Dios.
Oggi nella chiesa francescana, il funerale di suor Marguerite Slim, direttrice dell'Ospedale S Louis di Aleppo: una vita tutta donata a Dio e al servizio del popolo sofferente di Aleppo. Rendiamo grazie a Dio, per il suo incessante operare affinché venga il Suo Regno pic.twitter.com/3fdzWUpHW2
— Ora Pro Siria (@Ora_pro_Siria) May 20, 2018
Sor Marguerite, como recoge el blog Ora Pro Siria (22 mayo) era de origen libanés. A los 8 años, perdió a su madre y fue enviada al orfanato de las Monjas de la Congregación de ‘San José de la Aparición‘ en Khan in Saida (Líbano) para continuar su educación.
La llamada del Señor
En 1949, a causa de un problema en la espalda, va a Aleppo para una intervención quirúrgica de hernia discal. Tras 3 meses de una convalecencia muy dolorosa, se queda y trabaja durante un año. Durante esta experiencia, el Señor la llama a dar la vida al servicio de los demás.
En 1950, entra en el Postulantado de las religiosas de San José de la Aparición y hace su Noviciado en Marsella, donde hace sus primeros votos en 1952 y recibe el mandato de ir en misión al hospital de Aleppo. Debido a su joven edad, sus cualidades profesionales y humanas, se convierte en ayudante de quirófano.
Seis años después pronuncia los votos perpetuos. Como religiosa enfermera, es enviada a Mauritania, donde trabaja en el departamento de cirugía del Hospital Nacional, y después un Francia y finalmente vuelve a “su” Aleppo.
Una misión complicada
Estamos en los años setenta y sor Marguerite (en la foto junto a otros agentes sanitarios en Aleppo) tiene una misión muy concreta: volver a levantar el hospital, que tenía grandes dificultades. En 1983, se convierte en directora de una estructura hospitalaria a la que quiere modernizar y mejorar.
La religiosa comienza cambios para servir mejor a los enfermos, y también personal médico y enfermería. No ahorra esfuerzos para renovar las instalaciones y los diversos servicios. Busca siempre lo mejor sin considerar los costes financieros.
Durante la guerra civil, a pesar de muchas dificultades, quiso, de acuerdo con todas las hermanas, mantener el hospital abierto y dar todo lo necesario para poder durar a la población, y especialmente a los civiles heridos en la guerra.
Era una mujer de fe, que fundó su vida y su actuación en Cristo. Tomó si fuerza y su dinamismo de la oración y de la meditación.
Trabajar para la mayor gloria de Dios, cumplir su voluntad y ayudar a la Providencia, fue para Sor Marguerite la orientación constante de su vida.
Una larga enfermedad comenzó a maltratarla cuando ya era muy anciana. Pero ella mantuvo su atención en el hospital, y continuó con sus actividades con una mente amplia y con corazón abierto, por el bien de los enfermos y del personal. Deja un vacío enorme sor Marguerite, el ángel de los enfermos de Aleppo.