Un coro cercano a la presencia y la santidad de Dios
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Quisiera presentarte a los querubines, segundo coro angelical, después del primero de los serafines en la jerarquía de los nueve coros de ángeles.
Este coro -de los querubines- aparece muchas veces mencionado en la Sagrada Escritura, y de manera especial en lo que se refiere al Arca de la Alianza, que se encontraba en el lugar más santo y sagrado del Templo, el Santo de los Santos.
Esta Arca representaba la presencia de Dios y guardaba el mana, la vara de Aaron y una tabla de los diez mandamientos (cfr. Nm. 17,19).
Esta Arca era custodiada por dos Querubines de oro macizo, puestos el uno frente al otro (Ex.
25,18-22; Ez. 1,1-20).
El libro del Genésis 3,24 narra que, después del pecado original de Adán y Eva, Dios pone querubines “delante del jardín del Edén… para guardar el camino del árbol de la vida”.
Los anteriores pasajes de la Sagrada Escritura enseñan la proximidad de este coro con la presencia y santidad de Dios.
San Luis Gonzaga irá a afirmar de este hecho que los Querubines “son, pues, como confidentes del Rey celestial, colmados de conocimiento y sabiduría…”.
Precisamente el texto del libro del Génesis anteriormente citado, nos da una imagen acerca de la posición del hombre.
Adán y Eva han sido seducidos por la envidia del demonio, la serpiente que ha dado a comer del fruto prohibido, y que con ello ha traído la muerte a la creación.
El papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et Exsultate nos recuerda que este llamado a la santidad no es solamente “un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal…”(n. 159).
Al ser seducidos por este enemigo, Adán y Eva son expulsados del Paraíso, y a la salida del mismo está presente el Querubín que Dios ha enviado.
Así, este relato del Génesis nos muestra al hombre, tú y yo, entre el demonio, los ángeles caídos, y de otro lado, los santos ángeles.
Por ello, el camino a la santidad implica una vigilancia, pues la existencia del diablo, el enemigo, el tentador, la serpiente, está entre nosotros.
El Papa nos pone en alerta sobre concepciones que, basadas en criterios empíricos y sin sentido sobrenatural, niegan la existencia y la acción de este ser perturbador en medio de la humanidad.
No debemos, escribe el Papa, “simplificar tanto la realidad diciendo que todos los casos narrados en
los evangelios eran enfermedades psíquicas y que en definitiva el demonio no existe o no actúa. Su presencia está en la primera página de las Escrituras, que acaban con la victoria de Dios sobre el demonio. De hecho, cuando Jesús nos dejó el Padrenuestro quiso que termináramos pidiendo al Padre que nos libere del Malo. La expresión utilizada allí no se refiere al mal en abstracto y su traducción más precisa es «el Malo». Indica un ser personal que nos acosa. Jesús nos enseñó a pedir cotidianamente esa liberación para que su poder no nos domine. Entonces, no pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos. Él no necesita poseernos. Nos envenena con el odio, con la tristeza, con la envidia, con los vicios. Y así, mientras nosotros bajamos la guardia, él aprovecha para destruir nuestra vida, nuestras familias y nuestras comunidades, porque «como león rugiente, ronda buscando a quien devorar» (1 P 5,8)” (n. 160-161)
El hombre, entonces se encuentra en medio de este combate espiritual y debemos ser conscientes que nos encontramos en medio de una guerra: ángel contra ángel, santos ángeles contra demonios.
De hecho, un sector de la tradición, basándose en el pasaje de Ezequiel 28, afirma que Lucifer pertenecía al coro de los Querubines. Esto es un llamado a la vigilancia y al cuidado: un ángel, portador de luz, cae al abismo y se hace tiniebla, oscuridad.
Es lo que podríamos llamar, la transformación del bien en mal y es que esto es lo que quiere Lucifer: hacernos creer que somos malos, que no tenemos redención posible.
Es precisamente ante esta mentira y engaño donde los Santos Querubines nos prestan su ayuda y asistencia.
San Gregorio Magno define a los Querubines como los que tienen la plenitud de conocimiento. Dionisio también dice que lo que caracteriza a este coro es la luz del conocimiento.
Por esa razón, este coro nos aleja de la mentira, nos lleva a un camino de amor no fingido; ellos nos prestan sus espadas de fuego para poner todo a la luz de la verdad.
Es el peligro de la “corrupción espiritual”, así llamada por el Papa en su exhortación sobre la santidad, y que consiste en algo peor que el pecado, pues “se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Co 11,14)” (n. 165).
Precisamente, este texto del Papa nos ofrece otra gran ayuda que este coro de los Querubines
nos puede prestar.
Para no dejarnos engañar por el diablo que se disfraza de ángel de luz, el Papa llama a la “necesidad imperiosa” del discernimiento para saber “si es el vino nuevo que viene de Dios o es una novedad engañosa del espíritu del mundo o del espíritu del diablo. En otras ocasiones sucede lo contrario, porque las fuerzas del mal nos inducen a no cambiar, a dejar las cosas como están, a optar por el inmovilismo o la rigidez” (n. 168).
Los Querubines, como portadores de la ciencia de Dios, son entonces nuestros guías y compañeros para saber percibir la presencia de Dios, su majestad y santidad en medio de la creación, así como su amor.
Ha sido el mismo papa Francisco, explicando el don de la ciencia, quien ha dicho que “cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu Santo, se abren a la contemplación de Dios, en la belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a descubrir cómo cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos habla de su amor” (Audiencia del 21 de Mayo de 2014).
Lo contrario a esto fue lo que hizo el demonio: sembrar la desconfianza y esconderse de la mirada de Dios.
Los Santos Querubines, con su ciencia, nos muestran la belleza de ser criaturas y nos llevan a la verdad de esta relación con este Dios que por amor te ha creado a ti y a mi.
Santos Querubines: danos la ciencia que nos permita acercarnos a la luz del amor creador de
Dios, y así descubrir este amor en medio de nosotros. Amén