Descubrimos la historia de Egeria una dama gallega que viajó hasta Tierras Sagradas en el siglo IV de nuestra era y a la que muchos reconocen como la “patrona de los viajeros”
En la actualidad, viajar es una de las aficiones más extendidas. Incluso hay quien lo ha convertido en un modo de vida. Hombres, mujeres, solos o acompañados, disfrutan del placer de descubrir lugares emblemáticos y paisajes remotos. Pero hace cientos de años, salir a los caminos y atravesar el, por entonces, mundo conocido, era toda una osadía. Mucho más si eras mujer. Eso fue lo que hizo una dama perteneciente a la alta nobleza en la Hispania Romana en el siglo IV.
Se llamaba Egeria y vivía en algún lugar de la provincia romana de Gallaecia, de la que partió un día del año 381 rumbo hacia el este. A lomos de una mula, a caballo, en barco, andando, Egeria atravesó mares y subió escarpadas montañas. Su destino era Oriente Próximo, donde permaneció tres largos años visitando algunos de los lugares más emblemáticos de las Sagradas Escrituras, no en vano, llevaba en su equipaje una Biblia a modo de guía.
Egeria pudo atravesar Europa y llegar a Oriente Próximo gracias a la extensa red de calzadas de más de ochenta mil kilómetros que fue construida por todo el Imperio Romano. Egeria supo aprovechar también el periodo conocido como “Pax Romana”, un tiempo de tregua y paz entre momentos convulsos de guerras y conflictos en el extenso territorio de Roma.
Hacer un camino tan largo era, para una mujer, un reto importante que Egeria pudo llevar a cabo gracias a un salvoconducto o pasaporte que le dio protección a lo largo del camino. También es muy probable que viajara con un importante séquito que velara por su seguridad.
Lo que no le quita mérito a esta mujer que debería ser de mediana edad y se propuso enfrentarse a la furia del mar y a soportar largas jornadas de viaje a través de desiertos y caminos escarpados.
Todo el esfuerzo valía la pena para alcanzar lugares tan emblemáticos como Constantinopla, Jerusalén, Nazaret o Cafarnaúm. Egeria rezó ante las reliquias que encontró a su paso y pisó los escenarios de algunos de los principales pasajes de la Biblia. Palestina, Egipto, Siria, Antioquía, Mesopotamia, fueron explorados por esta devota y curiosa viajera.
Durante tres años, Egeria no dejó de explorar aquellos lugares emblemáticos. Sabemos de su periplo gracias a que ella misma lo fue relatando en un diario del que, por desgracia, se han perdido el inicio y el final. Las últimas anotaciones de Egeria la sitúan en Constantinopla en el año 384. Ella misma nos dice que tenía intención de partir hacia Éfeso. Pero no sabemos si llegó a alcanzar la siguiente etapa de su viaje. Tampoco si regresó a su hogar en Gallaecia.
Durante siglos, el diario de Egeria permaneció oculto, así como su propia existencia. No fue hasta finales del siglo XIX que apareció en Arezzo un códice en pergamino que se atribuyó primero a Silvia de Aquitania, otra intrépida viajera posterior a Egeria. En 1903, Egeria fue descubierta como la autora de esta joya, considerado el primer libro de viajes escrito por una mujer. Su diario, lo que se ha conservado de él, consta de una primera parte en la que relata su viaje a Tierra Santa y una segunda parte en la que da detalles de la liturgia y los ritos que se celebraban en los Santos Lugares durante momentos claves para los cristianos como la Semana Santa.