Una explicación sobre por qué la Iglesia “cuenta como domingo” la noche del sábado
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La misa del sábado por la tarde, para los católicos, es ya misa del domingo. Lo mismo pasa con los días festivos y con la liturgia de las horas, donde las vísperas del sábado no existen, sino que se consideran primeras vísperas del domingo. Se trata de uno de los grandes “cambios” introducidos en la reforma litúrgica que pedía el Concilio Vaticano II, en la Constitución Sacrosanctum Concilium (punto 107).
Algunos se preguntan si este hecho se debe realmente a que en la antigüedad la misa cristiana era así (heredera del shabbat judío, que empieza con el ocaso del sol del viernes), o ha sido un “invento” posterior, por motivos pastorales y para permitir a los fieles más flexibilidad de horarios.
A una de estas preguntas responde el padre Lamberto Crociani, profesor de Liturgia en la Facultad Teológica de Italia central, en la revista italiana Toscana Oggi. Este experto explica que, en efecto, comenzar la celebración del domingo en la tarde del sábado es una antiquísima costumbre cristiana, que mantienen varios ritos orientales.
En el oficio bizantino, por ejemplo, el salmo invitatorio se reza aún hoy cada día al principio de las vísperas. Durante siglos, las vísperas del sábado marcaban el comienzo del domingo, y la tarde del sábado tenía más importancia celebrativa que la tarde del domingo.
Retomando esta antiquísima costumbre, la reforma de Pablo VI quiso volver a la situación primitiva de empezar el domingo la tarde del sábado.
Por tanto, la costumbre adoptada de calificar la misa del sábado por la tarde como “prefestiva” no solo es equivocada, sino que causa confusión. La reforma, de hecho, lo que está haciendo es volver al “rito antiguo” de la Iglesia romana y de las Iglesias occidentales de reconocer en esta celebración el comienzo solemne del domingo.
En este sentido, explica el profesor Crociani, hay muchos documentos antiguos que demuestran que era así, y que la reforma conciliar no ha “inventado” nada nuevo.
El origen de la celebración de vísperas a vísperas se encuentra en el Levítico 23,32, cuando Moisés prescribe al pueblo de Israel de observar el sábado de las vísperas del día anterior hasta la tarde del siguiente, por tanto desde la tarde del viernes hasta la del sábado. Esto se comprueba desde el final del relato de la Pasión en los cuatro Evangelistas, que dicen que ya se están encendiendo las primeras luces del sábado al final de esa vigilia (Parasceve) de la Pascua cuando el Señor fue sepultado. La Iglesia acogió y sancionó esta norma judía ligándola al domingo, por lo que el concilio de Laodicea (s. IV) prescribirá observar el domingo desde las vísperas del sábado hasta las del domingo.
Esta forma de celebrar el domingo duró siglos, como atestiguan Teodolfo (Capitula, 24) y Amalario (De officiis ecclesiae, IV, 7). Una variante se encuentra en la Regla de san Benito (s. IX) que prescribe celebrar las vísperas y cenar después, aún con La Luz del día. Esta indicación benedictina fue adoptada por muchos miembros del clero diocesano.
En el siglo IX aparece el uso de la expresión segundas vísperas para referirse a la tarde del domingo, y tenían menor importancia que las primeras vísperas de la tarde del sábado.
Con el paso del tiempo, la importancia de las vísperas del sábado fue decayendo y la del domingo fue aumentando, aunque el Ceremonial de los obispos durante mucho tiempo mantuvo esas primeras vísperas como más importantes. Los testimonios de que el domingo comenzaba la tarde del sábado llegan hasta el siglo IX.
Se cree que el Breviario de Pío V fue el que sancionó lo que ya sucedía en la práctica, y es que las primeras vísperas habían dejado de celebrarse, con lo que pasó a considerarse como festivo sólo el domingo.