Es imposible explicar con palabras la potencia de ese amor que enseguida te pone de pieUna mañana más de esas como todas, a las corridas. Me levanto siempre una hora antes para preparar todo, desayuno, veo si tienen lista la ropa que van a llevar, sus mochilas y luego despierto a mis dos hermosos caballeros. Ya son adolescentes, se llevan sólo un año y 4 meses entre ellos, y desde chicos aprendieron a ir solos a la escuela, a tomar autobuses y a estar atentos de llegar a tiempo.
Entre ellos se cuidan, hablan todo el día compartiendo las cosas de la escuela, los juegos, sus amigos, salen juntos y también tienen tiempo para su mamá. Me cuidan, me protegen, se preocupan por la economía de la casa. Están al corriente de cuánto sacrificio me ha llevado poner en pie y mantener nuestro hogar, saben muy bien que la salud cuesta, que son tantas las boletas por pagar, que cuesta los alimentos, los libros y útiles de la escuela, etc.
Sabemos que nuestra situación no es la ideal, que en un hogar son necesarias las dos figuras, la del padre y la de la madre. Pero, en nuestro caso no ha sido posible y puedo decir que ha forjado la personalidad e identidad de mis hijos.
Esta situación los ha hecho muy responsables, no son chicos que “exigen” ciertas marcas de ropa o el último modelo de celular. El ejemplo más concreto que les puedo compartir es el de hace unos días. Finalizaron las clases y los dos me dijeron que sus amigos habían quedado en ir a un restaurante a almorzar para festejar el final de curso. Les pregunté: “¿Quieren ir?”. Me contestaron: “Sí, claro, pero somos dos y cuesta más. No importa si no vamos. Ya quedaremos para un helado en otro momento”. Esto me llenó de orgullo, les di el dinero y les dije: “Se merecen festejar después de un año tan largo y sacrificado. Ya ahorraremos en otras cosas”.
Toda mamá que ha tenido que criar sola a sus hijos como yo al principio se sentirá muy triste, seguro. Están los miedos, las angustias, el si lo podré lograr, si podré salir adelante, si tendré las fuerzas, si los educaré bien…
Vendrán días tormentosos, con sus enfermedades, con las tuyas, con las boletas sin pagar, con muchas y diversas necesidades que en algún momento se juntan y parece que el mundo se te viene abajo.
¿Y cómo haces para superar todo esto? ¿Cómo lo logré yo? Solo los miré con esa mirada, la más poderosa de todas, la mirada de una madre. Esa mirada que tiene una fuerza sobrenatural, una mirada de amor incalculable, una mirada llena de orgullo y agradecimiento a Dios por tan hermoso regalo.
Lo digo desde siempre: fueron ellos también a darme la vida. En esos tiempos sombríos, con poca fuerza y salud, sus pequeñas manitos con su vocecita dulce diciéndome “¡Mami, levántate!” han sido el mejor antídoto contra cualquier tipo de adversidad.
Es imposible explicar con palabras la potencia de ese amor que enseguida te pone de pie. Luego desaparece toda esa tormenta como un gran viento que se la lleva lejos muy lejos… y ahora veo unos hombrecitos que han alcanzado su mayoría de edad. Sus voces han cambiado, son bastante gruesas, y sin embargo, escucho todos los días el dulce canto llamándome “Mami”.
Si por algún motivo en la vida, sea cual sea, te has encontrado criando sola a tu hijo y en este momento eres una mamá llenas de dudas y angustias por saber si podrás o no criar bien a tu niño; el único consejo que puedo darte es: Míralo con tu gran y poderoso amor de madre y verás que todo vendrá… No hay recetas, la única clave es el amor.