El fútbol en el cine o dos películas que van más allá del Mundial

Este es un buen momento para ver Offside, de Jafar Panahi, o La cara oculta del Mundial, de Adam Sobel

He colocado un cartel en la puerta de mi casa, en el rectángulo blanco como un cielo de tiza, con un mensaje en homenaje al escritor Eduardo Galeano y a todos los mundiales. En él se lee: Cerrado por fútbol. Sólo abro la puerta a los poetas, a los solidarios, a los compasivos, a los respetuosos, a los que sin nada a cambio tienen siempre en la cara una sonrisa. A los que en su mirada se les transparenta el corazón.

Si en mitad de un partido alguien golpea la puerta fuerte y grita mi nombre en el pasillo, hago como Juan Carlos Onetti, escribo rápido en un papelito y lo introduzco con cuidado por debajo de la puerta hacia fuera, con un mensaje: No estoy.

Un comentario de un periodista en este comienzo del Mundial de Rusia me dejó pensativo: las mujeres iraníes no pueden ir a un estadio a ver el fútbol. En Irán se castiga con cárcel. La verdad que me quedé noqueado y de pronto se me vino a la cabeza aquella película de Jafar Panahi donde se reflejaba bien esta realidad.

La película que recordaba era Offside (Gran Premio del Jurado en el Festival de Berlín 2006 y Premio del Jurado Joven y Mejor Actriz del Festival de Gijón de 2006)  y en ella las jóvenes mujeres que querían ir a ver el partido en Irán, aquellas mujeres a las que le atraía un deporte como el fútbol, se disfrazaban de hombres, se hacían pasar por chicos para tener acceso a los campos de fútbol. Luego eran detenidas en las puertas del estadio y al final del encuentro las llevaban a la policía.

El fútbol y el deporte son bellos, especialmente si impera el respeto, la no violencia, si la convivencia entre las aficiones que defienden a sus equipos es pacífica, tolerante. Si se aparca y se acaba con la xenofobia, el racismo y hay una unión entre los pueblos.

Hay un documental que me ha dejado temblando: La cara oculta del mundial. Un millón de trabadores inmigrantes, procedentes de África, la India o Nepal, se encargan de construir los ocho estadios que albergarán el próximo Mundial en Qatar (2022), lo hacen en condiciones deplorables de explotación durante horas y horas de trabajo. 2.000 personas han perdido ya la vida en los últimos años en estas tareas, si pueden llamarse así.

El deporte, insisto, el fútbol debe servir para unir a los pueblos. Para hacernos más solidarios, mejores. En Rusia, donde se disputa el Mundial, no se respetan derechos y libertades individuales. No es admisible. Alcemos la voz. No nos quedemos impasibles.

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