La pornografía arruina la intimidad y puede destruir la relación que se merecenDespués de empezar a salir con mi novio, comencé a preguntarme si me miraba de forma diferente debido a las imágenes que nos rodean por todas partes. ¿Estaría decepcionado si mi aspecto no era perfecto como el de todas las mujeres de los anuncios, o peor, como las mujeres en la pornografía? Y me preocupaban las consecuencias más allá de las meras apariencias: ¿y si la cultura actual lo llevara a esperar más intimidad física de la que yo quería en nuestra relación como novios?
A lo largo de mi relación y ahora de mi compromiso, he aprendido que el auténtico amor se centra en la otra persona, no únicamente en las propias necesidades individuales. Sin embargo, el porno anima a los espectadores a manipular a los demás con el propósito de satisfacer los deseos sexuales propios, aunque ello implique ignorar los deseos de la pareja.
San Juan Pablo II resumió el auténtico amor para el que todos los humanos son creados en sus escritos de la Teología del Cuerpo. El escritor y orador católico Christopher West dice: “¡Prepárense! Si asimilamos lo que el Santo Padre dice en su Teología del Cuerpo, nunca nos veremos a nosotros mismos, nunca veremos a los demás, a la Iglesia, los Sacramentos, la gracia, a Dios, el paraíso, el matrimonio, la vocación célibe… nunca volveremos a ver el mundo de la misma manera”.
Aquí tienen cuatro características de una relación sana, basadas en las características que explica san Juan Pablo de un amor que es libre, pleno, fiel y fructífero, y explicamos las maneras en que el porno destruye la relación que se merecen.
1. Una relación sana es altruista
Esta semana, mi prometido quitó tiempo de su horario para terminar un proyecto por mí simplemente porque sabía que me estaba generando mucho estrés. Una relación sana existe cuando inviertes en la salud y en la plenitud de la otra persona, poniendo sus necesidades antes que las tuyas.
La pornografía, por el contrario, nos dice que el objetivo de una relación es nuestro placer. El objetivo de usar el porno es buscar placer y satisfacción uno mismo utilizando a otro ser humano. Y cuando alguien se atrinchera en eso, normalmente afecta a sus relaciones con quienes más ama. Las relaciones románticas sufren porque uno puede quedar atrapado en la mentalidad de que las personas existen como medios para un fin, todo lo contrario a la actitud desinteresada necesaria para una relación íntima sana.
2. Una relación valora la persona en su totalidad
Cuando mi por entonces novio me preguntó si quería estar en una relación con él, preguntaba por una relación con todo mi ser. Aceptó mi extravagante odio al pescado y mi tendencia a beber cinco tazas de café al día. Y es así porque una relación sana asume todas las rarezas, los errores, los éxitos y defectos de dos personas y los acepta todos. Cuando cae uno de nosotros, el otro está ahí para dar aliento. Cuando uno celebra una victoria, el otro está ahí para sumar su entusiasmo.
Sin embargo, la pornografía destruye las relaciones porque nos anima a considerar a las personas como una suma de sus partes y con frecuencia valora el cuerpo físico por encima de la mente, el corazón y el alma. En un estudio de 2009, unos psicólogos de Princeton descubrieron que, después de ver imágenes de mujeres vestidas con poca ropa, la gente es más propensa a usar verbos de acción en primera persona (muevo, tomo, controlo) que verbos en tercera persona (mueve, toma, controla). Por otro lado, las imágenes de mujeres vestidas completamente eran descritas con verbos en tercera persona y eran consideradas en control de su situación y sus acciones.
La pornografía deshumaniza y cosifica a los seres humanos, reduciéndolos al placer que puedan suministrar.
3. Una relación sana se basa en la confianza
La vulnerabilidad y la franqueza son partes de una relación sólida. Pero si no hay confianza, es difícil que haya transparencia.
Dave Willis, fundador de Stronger Marriages, escribe sobre los diferentes niveles de confianza en una relación. Afirma que, finalmente, la confianza debería llevar a un nivel de vulnerabilidad y un sentido de comodidad con la otra persona. Según escribe, “cuando confíes sinceramente en alguien, lo sabrás porque te sentirás completamente seguro y cómodo con esa persona. Se ha ganado tu confianza y tú la has dado libremente. No cuestionas sus acciones o motivos. Escoges creer lo mejor de esa persona, porque de forma consistente te ha mostrado lo mejor de sí”.
Sin embargo, la pornografía nos anima a mentirnos mutuamente. Podría ser una mentira sobre si (o sobre cuándo) consumimos pornografía durante la relación o en el pasado. Podrían ser mentiras sobre que la pornografía supuestamente no deja víctimas, que es algo que no hace daño a nadie realmente. O quizás la mentira se centre en la idea de que la pornografía mejora la química sexual de la pareja. Independientemente de la mentira, el porno fomenta la falsedad entre la pareja, destruye el aspecto más importante de una relación sana: una comunicación honesta.
Después de que Susana* descubriera que su nuevo marido estaba viendo pornografía, dijo que el mayor daño a su relación fue en su confianza. “Habíamos roto durante unos pocos meses un año antes e hizo falta tiempo para restaurar esa confianza, así que esta revelación me hizo sentir que derribaba toda la confianza que habíamos trabajado por restaurar. Me sentí horrible conmigo misma. Me sentí simultáneamente horrible, indigna y culpable. Mi marido ha hecho un gran trabajo a la hora de superar sus problemas con la masturbación y el porno pero, sinceramente, yo todavía tengo inseguridades en el fondo de mi mente”.
4. Una relación sana es fiel y exclusiva
Para que una relación sea feliz y sana, una pareja debería ser fiel mutuamente. Esto implica considerar la mente, el corazón, el alma y el cuerpo de cada uno como un regalo exclusivo para la otra persona, un regalo completado verdaderamente más tarde con el matrimonio. Esto no implica que la pareja viva bajo la ilusión de que la otra persona es perfecta. Una relación sana no se compone de dos personas perfectas, sino más bien dos personas que se niegan a renunciar a la otra, a pesar de los defectos.
La pornografía miente y dice que el amor y el sexo pueden ser exactamente lo que tú quieres que sea. Las imágenes pornográficas están siempre disponibles y no requieren amor sacrificial. En 2005, unos investigadores de Suecia descubrieron que las personas que ven pornografía regularmente son más propensas a empezar a practicar sexo antes y con más parejas que quienes no ven pornografía. Quienes ven pornografía también son más propensos a participar en sexo de más riesgo, lo cual incrementa su probabilidad de desarrollar una enfermedad de transmisión sexual.
Para un corazón intimidado por la realidad de las relaciones humanas, la pornografía permite una huida que, al mismo tiempo, roba la oportunidad de desarrollar una intimidad auténtica con otro ser humano. La pornografía dice que los dos de la pareja no son suficientes para encontrar satisfacción. Miente al decir que el lío de las relaciones humanas es demasiado duro y que es más fácil retirarse a píxeles clicables que ofrecen sexo a la carta.
Ver pornografía es en esencia engañar a tu pareja. Pero también te engañas a ti mismo o misma y te separa de una interacción humana auténtica que aspira a lograr una mejor versión de ti. La pornografía ofrece una fuente interminable de amantes, pero ninguno de ellos te ama realmente.
El efecto sobre jóvenes mujeres y hombres
En el centro de la pornografía yace un deseo egoísta. No obstante, una relación sana nos llama a un amor de sacrificio, como de crucifixión. La pornografía nos anima a pensar solamente en lo que es placentero y accesible. El amor sacrificial nos llama a salir de nosotros mismos y de nuestra zona de confort.
Helena*, una joven que ha tenido problemas con la adicción al porno, me contó: “Creo que la pornografía deforma las experiencias de las mujeres con las citas en el mundo actual. En concreto para las mujeres, creo que el pecado sexual nos tiende una trampa de fracaso si no nos curamos de nuestro pasado con el pecado sexual. La pornografía deforma nuestros cerebros al hacernos desdeñar rápidamente a hombres que no nos ofrecen gratificación física o sexual, como cuando hacemos al clicar en el botón de ‘siguiente’ cuando miramos pornografía (…). La pornografía espera perfección y no importa lo buenos que sean nuestros hombres, nunca podrán estar a la altura de la pantalla mientras sigamos dañadas”.
Por el bien de nuestras relaciones, tenemos que decidir entre pornografía y amor auténtico. No pueden coexistir. La pornografía, arraigada en la lujuria, conduce a un callejón sin salida en la relación. El amor auténtico, cimentado en el autosacrificio, conduce a la aventura de toda una vida.
*Todos los nombres se han cambiado.