No es casualidad que hasta en los conventos de clausura se propongan actividades deportivas para las más jóvenes
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En pleno siglo XXI destacadas deportistas de élite han ayudado a “popularizar” la práctica deportiva y a aumentar la concienciación sobre los beneficios físicos y psicológicos que reporta a la salud de la mujer en todas las etapas de su vida.
La calidad de vida de la mujer se ha visto limitada y a menudo perjudicada por hábitos poco saludables como el sedentarismo y la falta de ejercicio físico. Sin tratarse de una elección a plena conciencia, las mujeres han mostrado un cierto desapego y rechazo hacia el mundo del “deporte”, al considerarlo una actividad reservada al género masculino.
“Mujer y deporte: la salud como meta” es una guía editada por la Cátedra Olímpica Marqués de Samaranch que demuestra que la práctica de ejercicio físico regular reporta grandes beneficios a la mujer en cualquier etapa de su vida, desde la infancia y adolescencia, durante el embarazo, la lactancia, la edad adulta y la menopausia.
Teresa Portela, piragüista olímpica, ganadora de 14 medallas en el Campeonato Mundial de Piragüismo afirma que “no hace falta ser deportista de élite pero las mujeres cada día estamos más involucradas con la salud y la educación y sí se diera más visibilidad a las mujeres deportistas, los niños también verían desde pequeños que el deporte es de hombres y mujeres”.
Efectivamente, la presencia de mujeres en el deporte de élite es, relativamente, reciente pero gracias a ellas muchas han seguido su ejemplo y cada vez son más las que practican algún deporte o actividad física de manera rutinaria.
30 minutos de ejercicio físico al día
Diversos estudios demuestran que lo más saludable es practicar media hora de deporte al día. No es necesario que siempre sea el mismo, incluso se recomienda cambiar de rutina para no aburrirnos.
Haz por ejemplo un día bicicleta, otro natación, otro una caminata y otro fitness. Una vez hayas consolidado una rutina observarás los cambios que experimentas y tu cuerpo estará más tonificado. Muchas de las mujeres que acuden al gimnasio a diario aseguran que su mayor motivación es “sentirse bien” refiriéndose a un estado de bienestar físico y mental; otras dicen que es “mi mejor medicina” y otras afirman, convencidas, que “es la mejor inversión que hago en mí misma”.
Pero no es imprescindible apuntarse a un gimnasio. Andar, salir a correr, ir de excursión con la familia o amigos, montar en bicicleta, cualquier actividad al aire libre que implique ejercicio físico activa las funciones de nuestro organismo.
Además de los beneficios físicos practicar deporte mejora el estado de ánimo, el humor, las relaciones sociales, estimula las funciones cognitivas, mejora la concentración y la memoria, activa la circulación y el sistema nervioso y como resultado aumenta de manera general nuestro bienestar físico y psicológico.
Algunos de los beneficios de realizar ejercicio físico cada día son:
- Controlar el peso
- Mejorar el estado de ánimo, aumento de la sensación de tener “energía”
- Activa la circulación sanguínea y reduce la retención de líquido
- Reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares y crónicas
- Mejora el estado de la piel
- Oxigena las arterias y aumenta la capacidad pulmonar
Ejercicio físico, un antídoto contra la ansiedad y la depresión
Las mujeres sufren más episodios de depresión, ansiedad y enfermedades psicosomáticas. La práctica de ejercicio regular ha demostrado que es efectiva para protegernos de sufrir estos estados o reducir sus efectos.
Siendo realistas, cuando tienes ansiedad o depresión, el ejercicio es lo último que quieres hacer pero una vez se supera ese límite se experimenta una gran diferencia. Algunas investigaciones sobre la ansiedad, la depresión y los efectos del ejercicio demuestran que los beneficios psicológicos ayudan a reducir la ansiedad y a mejorar el estado de ánimo.
Claves para motivarte
Iniciar y mantener una rutina de ejercicio puede convertirse en un desafío cuando no te encuentras bien.
Estos pasos te pueden ayudar:
- Identifica lo que más te gustaría hacer. Determina qué tipo de actividad física es viable que hagas, cuanto tiempo podrías dedicarle y que posibilidades de mantenerla en el tiempo. Por ejemplo, ¿salir a correr, dar un paseo, subir escaleras, ir al gimnasio, hacer natación, etc..?
- Solicita el apoyo de tu médico. Habla con tu médico u otro profesional de la salud mental para obtener su apoyo y orientación. Consensua con el/ella un programa de ejercicio o rutina de actividad física diaria y cómo se adapta a tu tratamiento en general.
- Establece objetivos asumibles. Piensa de manera realista sobre lo que puedes hacer y comienza gradualmente.
- No asocies la práctica del ejercicio a una tarea obligatoria. Si el ejercicio sólo es otro “deber” no funcionará porque será difícil mantenerlo. Tómate el ejercicio igual que haces con las sesiones de terapia o con la toma de medicamentos. El ejercicio es otro medio que te ayudará a sentirte mejor.
- Prepárate para contratiempos y obstáculos. Determina qué es lo que te impide realizar actividad física o ejercicio. Si dejas de hacer ejercicio un día, eso no significa que no puedas mantener una rutina de ejercicio. Vuelve a intentarlo al día siguiente. No dejes de hacerlo!!!