El cielo no es un aniquilamiento del cosmos y de todo lo que nos rodea…¿Cómo será el paraíso? La cuestión es crucial, porque todo depende de ello: el cielo es la esperanza que confiamos alcanzar por el sufrimiento en la tierra.
Sin embargo, es difícil de responder, porque el cielo es imposible de describir. San Pablo lo vio y declaró que era “inefable”. Santo Tomás de Aquino lo vio y consideró la inmensa obra de su vida nada más que “paja”.
Eso sí, se han presentado varias respuestas a la pregunta que a mí me parecen consoladoras. Aquí hay cinco.
1. El cielo es un “océano de amor infinito”
El papa Benedicto XVI tomó un tono poético en su encíclica sobre la esperanza, Spe Salvi, de 2007.
Primero, reconoció que para muchas personas el cielo les suena a algo tedioso porque la “vida eterna” suena como “una condena” en “un continuo sucederse de días del calendario”.
No es así, nos dice.
El cielo es “el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad”, escribió el Papa emérito. La vida eterna es como “sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo –el antes y el después– ya no existe”.
Benedicto XVI concluye en un pasaje que me hace pensar en la canción I Can Only Imagine: “Podemos únicamente tratar de pensar que este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría”.
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2: El cielo es la Casa de nuestros Sueños
Aun así, esto puede seguir sonando un poco extraño. Mi imagen favorita del cielo es la que le cuento a mis hijos: en el cielo por fin podremos vivir en la “casa de nuestros sueños”.
Otras traducciones hablan de “moradas” o “casas” en lugar de “mansiones”, pero a mí me gusta esa palabra. ¡Yo siempre quise vivir en una mansión!
Pablo siguió a Jesús al describir el cielo de esta forma: “Tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios”.
Los Padres de la Iglesia coincidían. El cielo “contiene mansiones en abundancia que están siempre listas para recibirte”, dijo san Juan Crisóstomo. “Quiere decir evidentemente que ya hay muchas mansiones”, escribió san Agustín.
Así que el cielo es en cierto sentido un maravilloso “edificio de Dios”. Sin embargo, cuidado con pensar en una casa celestial en términos materialistas. Los placeres del cielo no serán una piscina envolvente y sofás exteriores.
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3. De hecho, la verdadera dicha del cielo será el llegar de verdad al “hogar” por fin
Me encanta cómo escribe sobre esto el padre jesuita Robert Spitzer. Una “casa de ensueño” terrenal no nos colmará porque nuestros deseos apuntan hacia algo más allá del mundo material, dice.
Anhelamos el Amor Incondicional, la Bondad Incondicional, la Verdad Incondicional y la Belleza Incondicional, ninguno de los cuales puede encontrarse en la tierra.
También anhelamos el “Ser Incondicional”, que Spitzer apoda “Hogar”.
“Los seres humanos también busca una armonía con todo lo que es”, escribió. “No solo quieren sentirse como en casa en un entorno particular, quieren sentirse como en su hogar con la totalidad, como si el cosmos fuera su casa”.
“¿Has sentido alguna vez, de niño o de adulto, esa sensación de alienación o discordancia, un profundo sentimiento de no pertenencia?”, pregunta. Sin embargo, también te has sentido “como en casa”, dice.
“Cuando el deseo por el Hogar perfecto se satisface incluso parcialmente, los filósofos, teólogos y místicos se refieren a ello de diversas formas: dicha, amor, sobrecogimiento, unidad, santidad, calma”.
Solamente hay un lugar donde esta sensación “hogareña” es más que temporal.
“El cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la que ya pertenecemos”, dice el Catecismo.
San Pablo lo explica de forma sucinta: “Somos ciudadanos del cielo”.
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4. La vida eterna traerá “un cielo nuevo y una tierra nueva”
Otra lección que me gusta enseñar a mis hijos es que el cielo no será del todo diferente de las cosas que nos gustan ahora; de hecho será la mayor expresión de esas cosas.
El papa Francisco ya destacó esto, citando a san Pedro y el Libro del Apocalipsis, donde describe un “cielo nuevo” y una “tierra nueva”.
“Todo el universo será renovado y liberado una vez para siempre de todo indicio de mal y de la muerte misma”, dijo Francisco. El cielo “no [es] un aniquilamiento del cosmos y de todo lo que nos rodea, sino un llevar cada cosa a su plenitud de ser, de verdad, de belleza”.
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5. Por encima de todo, el cielo será un encuentro con Jesucristo
No obstante, el cielo, a fin de cuentas, no es principalmente un océano de alegría, una casa de ensueño, una patria, un hogar o una tierra nueva. No necesitaremos ninguna de esas cosas para evitar el aburrimiento en el cielo, dijo el papa Francisco, porque “el cielo es el encuentro con Jesús”.
Será verdaderamente emocionante.
Pero que no haya error: encontrar a Jesús será solo emocionante para quienes Le conozcan y Le amen.
El beato John Henry Newman describió una vez cómo el cielo será en su mayoría como una iglesia: un lugar para contemplar a Jesús con Sus ángeles y santos.
“El cielo sería un infierno para un hombre irreligioso”, dice Newman. Si alguien que no apreciara a Jesús y a Sus ángeles y santos entrara allí, “¡cuán desamparado vagaría a través de las cortes celestiales!”.
Conócele ahora y no tendrás nada que temer.
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