Construidas alrededor del siglo XIII, las iglesias rupestres de la ciudad de Lalibela son espectaculares. Salidas directamente de la roca, siguen fascinando a los peregrinos de hoy, que las consideran como una de las maravillas del mundo
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Etiopía es uno de los estados cristianizados más antiguos del mundo. El país adoptó la religión cristiana en el siglo IV gracias al rey Ezana de Aksum, convertido, según la leyenda, por san Frumencio de Tiro, primer obispo de Aksum en Etiopía. En el siglo XIII, cuando la expansión musulmana dificultó las peregrinaciones a Tierra Santa para los cristianos en Etiopía, el rey Gebre Mesqel Lalibela decidió construir una “nueva Jerusalén”, popularmente conocida hoy como la “Jerusalén negra”. Para su construcción escogió un lugar en la región montañosa del norte del país.
“En el mundo no hay nada parecido”
Durante siglos, peregrinos y visitantes han venido a admirar este espectacular conjunto situado a una altitud de 2.630 metros. Once iglesias, talladas en un solo bloque de piedra. En 1520, uno de los primeros europeos que visitó Etiopía, el sacerdote portugués Francisco Álvares, las describió. Cuenta que le deslumbraron estos majestuosos bloques en forma de cruz: “En mi opinión, en el mundo no hay nada parecido, iglesias talladas con arte en la roca viva. Tengo que dejar de hablar de estos impresionantes edificios, porque estoy seguro de que muchos no me creerán y pensarán que exageré”.
Un alto lugar espiritual protegido
Este extraordinario conjunto, excavado en la toba volcánica roja a 12 metros de profundidad, presenta dos tipos de iglesias: las monolíticas, talladas por completo en la roca, con las fachadas al aire libre, y las hipogeas, que se adentran en la cara de una pared o acantilado.
Sin embargo, las iglesias, que en la actualidad constituyen una importante atracción turística, siguen desempeñando un papel importante en el cristianismo etíope. Todavía acogen celebraciones religiosas y los peregrinos acuden en masa durante las grandes fiestas. Para el festival anual del Timget, que conmemora el bautismo de Jesús y la Epifanía, los fieles se reúnen alrededor de la iglesia de piedra Bete Giyorgis. Una comunidad religiosa vive allí durante todo el año para acoger a los peregrinos.
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