Maite Zubia funda el taller de la alegría, la solidaridad y la creatividad
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La frase de San Alberto Hurtado “cuando ayudas a otro con su cruz, el corazón vuelve a latir” es la expresión favorita de Maite Zubia, creadora de la fundación Expreso, en entrevista a Radio María, relató cómo empezó a “hacer lío en la calle” como pidió el Papa Francisco a los jóvenes.
“Yo salí a la calle y empecé a incomodar a los que vivían ahí, a los es estaban acostumbrados a la invisibilidad; al frío de que no te vean que no le importas a nadie, ni siquiera a ti mismo. Remover ese escombro, que es una persona, y que nosotros mismos hemos desechado. Es duro y tienes que tener fuerza. Gracias a Dios salí en familia y con mis hijos que eran pequeños. Ellos han sido, y son, los mejores embajadores del anti prejuicio y de romper esquemas”, cuenta Maite Zubia.
En la calle nace la idea de concretar estos vínculos que Maite había ido creando con los adultos mayores o “viejos” como ella los llama; se da cuenta que a su alrededor está lleno de escombros y maderas. “Mirar para el lado y encontrar que el lío del que habla el Papa yo lo vi en la basura y en las personas que están la calle. Ahí está el milagro”, subraya la fundadora de Expreso.
Maite Zubia llegó al Hogar de Cristo y pidió no trabajar con adultos mayores porque le daban pena. “Todavía no sé por qué Dios me eligió a mí. Soy desordenada, chascona, me pongo la ropa al revés. Pero hay un dicho que creo que me calza perfecto: Dios no elige a los dotados, dota a los elegidos; y mi principal virtud es mi fuerza y energía.
Y cuando uno está con un viejo que se va a morir, porque la calle ya pasó por encima y arrasó con su vida, dignidad, familia, todo; y la muerte es inminente; es ahí cuando creó que lo que se necesitas es un torrente de energía que sea capaz de levantarte, sin lástima y decir: “¿por qué estás en el suelo? ¡Hace frío! Levántate y entremos a tomar una sopa”, cuenta emocionada Maite.
Expreso es el taller de carpintería del Hogar de Cristo, y hace tres años Maite comenzó a recolectar maderas que están en la calle, y que no sólo han pasado por la lluvia, barros y que han servido de refugio para perros y muchas veces para personas.
“Yo pongo en la mesa esta basura y ahí viene el desafío. Una vez más se dota a los elegidos, y son estos viejos quienes asumen la responsabilidad de transformar esta madera en algo precioso que vuelve a la sociedad, a una familia en forma de una tabla de cocina; y volvemos a vincularnos porque se hace en forma cooperativa y comunitaria” resalta esta mujer de 39 años.
Este taller tiene la genialidad de que cada viejo tiene su delantal bordado con su nombre y apellido: “se honra al padre y a la madre, tu historia. Porque José Salazar hay uno solo, no hay dos. Lo que más me gusta de este taller es que todos volvemos a tener identidad y nos tratamos por nuestros nombres y honramos a nuestras familias”, enfatiza Maite.