Manifestantes interrumpieron una Misa en un histórico templo argentino
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El domingo a las 11, la histórica Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Córdoba, más conocida como Los Capuchinos, sufrió la irrupción de cuatro manifestantes que interrumpieron la celebración de la Santa Misa.
Las cuatro jóvenes ingresaron cuando terminaba la Misa con banderas pidiendo la liberación de un líder mapuche preso e identificadas con pañuelos con la consigna de la legalización del aborto.
En medios de gritos y agravios, y supuestos reclamos por defender, como gritaba una de las manifestantes, “la vida de todes” (SIC), fueron invitadas a retirarse del templo sin ninguna violencia, pese a lo que gritaban con un celular encendido. Una de las manifestantes acusaba a la comunidad de “ejercer la violencia”, y les gritaba “hipócritas”. Pero no se ve en las grabaciones ningún tipo de violencia física o verbal en la invitación que hacen a retirarse del templo.
Los obispos de la arquidiócesis emitieron un comunicado en el que lamentaron y desaprobaron “enérgicamente” el hecho, e invitaron a “seguir dando razón de la esperanza que nos anima, con respeto y mansedumbre, y a orar por la paz y la concordia en nuestra Patria”. “Vale toda vida”, concluyeron su mensaje.
No ha sido esta la única provocación contra la Iglesia que se ha visto estos días tanto en la calle como en los medios de comunicación. Numerosas catedrales e instituciones católicas sufrieron “escraches” o “pañuelazos” durante los últimos meses por oponerse al aborto. También lo sufrieron clínicas y sanatorios. Los cánticos que se suelen escuchar utilizan en algunos casos amenazas de incendiar las instituciones cuestionadas.
Pero los agravios a la Iglesia también se están percibiendo, cada vez más, desde figuras del mundo de la cultura. Invitada al programa de Mirtha Legrand, uno de los más vistos de la televisión argentina, y en el medio de un alegato a favor de la ley del aborto, proyecto ley que luego reconoció no haber leído completa, la actriz Catherine Fulop dijo que el Estado argentino era un “patriarcado religioso” y que le vio “los hilos a la Iglesia”.
La ola de cuestionamientos a los católicos también surgió de diputados como Carla Carrizo, quien dijo que “la Constitución tiene que llegar a la Iglesia y la Iglesia tiene que entender que está en un país democrático y tiene que entender los procesos sociales. No puede enajenarse”, e irónicamente dijo: “El Papa dijo que hagamos lío, y le estamos haciendo caso”.
Se trata de la misma diputada que encabezó un pedido de informes al Ministro de Educación por un colegio católico cuyos alumnos habían desfilado con un pañuelo celeste, icono de quienes no quieren que prospere el proyecto de ley de legalización del aborto. Algunos periodistas compararon con liviandad ese desfile con desfiles nazis.
En muchos casos se observan también sutiles desprecios, como la declaración del consultor del gobierno Alejandro Rozitchner, quien expresó en una entrevista al diario La Nación en una pregunta sobre la despenalización del aborto: “si a la iglesia le molesta, bueno… es un problema de los obispos”.
Son cada vez más los desprecios y agravios públicos a una Iglesia que está representada en comunidades de más de 10 mil parroquias, iglesias o capillas, 2500 colegios y más de 130 centros asistenciales. Pareciera que muchos al atacar a la Iglesia de manera institucional olvidan que son personas las que hay detrás de la institución. Se trata de millones de laicos, además de obispos y sacerdotes, que son tan ciudadanos como cualquier otro, que se reúnen en más de 10 mil parroquias, iglesias o capillas, que llevan adelante más de 2500 colegios y decenas de centros asistenciales, además de cientos de proyectos solidarios en todo el país. Nada de ello parece valer para contener los insultos y agravios que reciben por el hecho de pensar distinto.