En el marco del Sínodo de los jóvenes, el beato será elevado a los altares el mismo día junto al arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, mártir, y al papa Pablo VI.
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El beato Nunzio Sulprizio será canonizado 14 de octubre de 2018 en la basílica de San Pedro, anunció el Papa Francisco durante el consistorio ordinario público celebrado este jueves 19 de julio. El joven beato, también llamado “Patrón de los inválidos y de los accidentados por causas laborales”, será elevado a los altares el mismo día junto al arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, mártir, y al papa Pablo VI.
El beato nació en Abruzzo, al pie de los Apeninos, el 13 de abril de 1817 y murió a los 19 años en Nápoles, sur de Italia, el 5 de mayo de 1836. Su padre era zapatero. A la muerte del padre, en agosto de 1820, él y su madre caen en una miseria inclemente.
Pablo VI beatificó a Nunzio Sulprizio y lo acompañará en la santidad
La beatificación de Sulprizio fue firmada por Pablo VI el 1 de diciembre de 1963. La causa que ha durado más de un siglo “estaba resuelta ya positivamente por la fama de santidad con que el nuevo beato, Nunzio Sulprizio, durante su vida y después de la muerte, estuvo circundado”: paciencia y bondad.
En efecto, huérfano, fue esclavizado a trabajar duramente, sin comer y casi sin descanso por un tío materno. Enfermo de una pierna, que después se deterioró por la cangrena, siempre ofreció sus sufrimientos a Jesús. Contemplaba la Cruz e iba a misa como aliciente para su alma dado que su cuerpo débil lo abandonaba poco a poco por las consecuencias de la usura del trabajo y de la enfermedad.
En julio de 1859 pío IX lo declaró venerable, y León XIII, en 1891, “declaró heroicas las virtudes del joven, comparando su figura a la de San Luis Gonzaga, con motivo del tercer centenario de la muerte de este santo, por la devoción que Nunzio Sulprizio le dispensó”, explicó Pablo IV.
Gonzaga y Sulprizio murieron muy jóvenes, pero ambos “proporcionan a la Iglesia el gozo y la gloria de una misma virtud: la santidad juvenil”.
De hecho, la figura del próximo santo robustece de testimonio, el próximo Sínodo de los jóvenes que el Papa Francisco ha dispuesto se celebre en octubre de 2018 en el Vaticano.
“Joven y obrero, ahí tenéis el binomio que creemos define al nuevo beato”. Nunzio Sulprizio fue un obrero durante algunos años, “duros y tristes, de su adolescencia, pobre y simple aprendiz en un pequeño taller de un herrero”, contó Papa Montini al dar la noticia de la beatificación.
Pablo VI indicaba recorriendo la corta biografía de Sulprizio que “los beatos, los santos, los héroes, los hombres perfectos, nos sirven hoy de espejo para conocernos a nosotros mismos”. “ “¿Si éstos o éstas, por qué no yo?”, decimos con San Agustín”.
A sus 9 años Nunzio quedó a merced de un tío materno que lo explotó y humilló hasta que enfermó y no era más ‘productivo’. Sin descanso, y en varias ocasiones sin alimento, con escasas prendas de vestir portaba pesadas cargas en su cuerpecito.
A la vuelta de sus mandados, la familia adoptiva le recibía con más maltratos. Obligado a golpear el yunque casi sin pausa ofrecía todo a Cristo.
En 1831 ingresó en el hospital de L’Aquila, pero le dieron el alta como enfermo incurable. Allí había vivido de la caridad consolado por la oración. Al volver a casa de su tío materno, éste no lo recibió. Y se dedicó a mendigar. “Es muy poco lo que sufro, siempre que pueda salvar mi alma amando a Dios”, pensaba.
“Su infancia, por ejemplo, huérfana y pobre, marcada por la tristeza, nos invita a una gran meditación, perturbadora para quien no es de la escuela de Cristo, sobre el misterio del dolor inocente”, indicaba también el Papa que será proclamado santo el 14 octubre de 2018.
“¿Cómo de una infancia en que se acumuló el peso de la soledad, de la miseria, de la brutalidad, no brotó, como de ordinario acontece, una psicología enferma y rebelde, una adolescencia insolente y corrompida? ¿Cómo esta vida juvenil, llena del infelicidad e indigente, florece desde los primeros años con una inocente, paciente y sonriente bondad?”
Nunzio Sulprizio tampoco tuvo una formación religiosa tan explícita, a pesar que al final de sus días entró en el seminario. Y sin problema desde su tierna infancia desarrolló una religiosidad natural “¿de dónde ha surgido una piedad tan viva, tan firme, tan perseverante, tan personal?”, preguntó Papa Montini.
Se trataba de un joven iletrado que hizo el “mejor descubrimiento”: la acción “invisible del Maestro divino”, que formó su “alma pura, iniciada por el dolor en el recogimiento, no adoctrinándola por medio de libros o maestros, sino con una ciencia que nace del interior, en las verdades de la fe y los misterios del reino de Dios”.
Dedicaba la mayor parte del tiempo a rezar al Santísimo y a la Virgen Dolorosa. En 1834 comunicó su deseo de consagrarse a Dios.
Enfermo y desdichado comprendió, además de su dolor, el de los demás, “sus necesidades y las de los otros”. “La paciencia, la mansedumbre, la caridad solícita y servicial de este adolescente, enfermo incurable y lisiado”, son muestras de esa escuela del espíritu que forja el corazón, destaca en su breve historia el Papa que acompañará en los altares al “Patrón de los inválidos y de los accidentados por causas laborales”.
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