Uno pensaría que ha huido del mundo, pero no es así. Desde su ermita, el hermano David, monje benedictino, ofrece su vida como sacrificio para salvar al mundo
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Muy creyente, David Jones pasó gran parte de su juventud tratando de convertir a los católicos al baptismo. Hasta el día en que este galés entró en una iglesia católica. Corría el final de los años sesenta. Subyugado por la belleza de los cantos latinos y las volutas de incienso, el joven dice que quedó atrapado en un instante por la dimensión mística de la liturgia católica. Su conversión fue fulgurante.
De un monasterio francés a la ermita irlandesa
Rápidamente se decantó por la vida monástica. Con la bendición de sus padres, entró en una comunidad benedictina en Francia. Allí pasó muchos años, antes de vivir en varios monasterios de Europa, hasta en Italia. Finalmente, su camino lo llevó al pueblo irlandés de Duleek (Este). Se instaló allí definitivamente y se convirtió en ermitaño.
Cosa muy poco común, el hermano David invitó a Aleteia a acompañarlo en uno de sus días ordinarios. Normalmente los ermitaños no lo permiten: su vocación es vivir una vida de silencio y soledad. La vida cotidiana del hermano David tiene lugar en un modesto apartamento. Esto no se corresponde con la imagen habitual que se tiene de los ermitaños que viven en el desierto. Sin embargo, el clima espiritual y silencioso en su casa es intenso.
Descubre estas fotos que cuentan la historia de un día corriente del hermano David: