¿Existe una definición de felicidad?
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La Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó en 2012 el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad. De este modo la ONU reconoce la importancia de una nueva visión sobre el crecimiento económico dando más espacio a conceptos como el desarrollo sostenible, la eliminación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de la población mundial.
Pone pues en evidencia que la felicidad es un objetivo primario para el ser humano, como derecho individual y colectivo. Hablar de desarrollo de la persona humana y de derecho a la felicidad nos puede parecer un intento de elevar a derecho un estado emotivo muy personal.
La gran pregunta es: “¿Y qué es la felicidad?”
Cada persona sin lugar a dudas tiene derecho a su definición personal. A fin de cuentas lo importante es si en el fondo del corazón nos reconocemos como personas felices o no.
Desde los antiguos pensadores y filósofos griegos hasta nuestros días, pasando por las diversas corrientes de pensamiento (Estoica, Epicúrea, etc.), en cada época de la historia se ha tratado de definir lo que se puede entender por felicidad.
La misma Revolución Francesa teniendo en cuenta los derechos del hombre y del ciudadano, redacta algo sobre el concepto del felicidad en el primer artículo de su constitución: “El fin de la sociedad es la felicidad común”
El actual pensamiento liberal presenta la felicidad como ser uno mismo y ser libre de realizar las propias ambiciones. Es el espejismo moderno de la satisfacción del deseo de posesión del hombre moderno que encuentra su sentido en la realización de sus compras compulsivas.
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¿Podemos medir nuestro nivel de felicidad?
Según el Informe Mundial sobre la Felicidad de la ONU (World Happiness Report) se puede hablar de una lista y de países que según ciertos criterios serían más felices que otros.
Se propone como método científico (según los datos publicados anualmente en la World Happiness Report) la medida de estos seis factores que demostrarían lo feliz que es una sociedad:
- El producto interior bruto (PIB) per capital
- La esperanza de vida sana
- El grado de apoyo social
- El nivel de confianza económica
- La libertad, el poder tomar decisiones sobre la propia vida
- La dimensión social de generosidad
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¿Existe una verdadera felicidad sin una dimensión social y espiritual?
Las sensaciones de alegría son instantes transitorios, después de los cuales se pueden presentar momentos de temor, dolor, angustia, preocupación.
¿Es posible obtener la felicidad personal ignorando la felicidad de los demás?
Nuestra felicidad está vinculada al sentido que cada uno logra dar a la propia existencia. Felicidad sin relación es algo tan efímero como el humo sin el fuego.
Mi felicidad presupone que tú primero seas feliz. Esta dimensión humanística y existencial podría ser más completa y satisfactoria para el ser humano.
Felicidad implica libertad y responsabilidad, dos grandes valores que podemos sentir y realizar en la propia vida cuando entramos en relación con los demás. No es cuestión de fórmulas o de ideologías, es cuestión de amor.
¿Puede existir una verdadera felicidad lejos del amor verdadero?
El ser humano nace y se realiza en el amor. Tiene una necesidad existencial de amar y ser amado.
Nuestra vocación a la felicidad se realiza por medio de nuestra vocación al amor. Por esto mismo la felicidad no puede reducirse a una mera satisfacción de nuestras necesidades fisiológicas, como si el ser humano fuese solo un compuesto biológico.
Está claro que contemplar los escenarios mundiales donde millones de personas hoy no logran satisfacer sus necesidades vitales existenciales nos predispone a una tristeza social mundial porque nos recuerda que nuestra familia humana sufre injusticias sociales.
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Con mayor razón, el amor nos abre a todos los temas de desarrollo social, empezando por la propia familia y siguiendo con todas las familias de las diversas culturas y sociedades de nuestra tierra.
Mi valor, mi felicidad, mi estabilidad es equivalente al amor que tengo en mi corazón.
“Pondus meum amor meus” decía San Agustín en el IV siglo. Mi peso (mi estabilidad y mi todo) es mi amor.
En un mundo donde la prioridad parece ser la avaricia por poseer, suena en nuestros oídos aquella frase lapidaria: “Hay más alegría en dar que en recibir”