La presencia yihadista en el Sahel, una amenaza que no debe menospreciarse
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Es un error pensar que después de la derrota en Iraq y Siria, la “brutal ideología” del Estado Islámico (ISIS) haya muerto. De hecho, está desembarcando en África, advierte la conocida revista británica Economist, en un artículo publicado el pasado 12 de julio en internet.
Tras la caída del “califato” — proclamado el 29 de junio de 2014 desde la Gran Mezquita de Al Nuri, en Mosul, por Abu Bakr al-Baghdadi — ha comenzado una fase de descentralización o fragmentación, que ha llevado a muchos combatientes a huir o trasladarse a África, sobre todo hacia la zona del Sahel, esta árida franja de transición entre el desierto del Sahara y la sabana.
La letalidad de los combatientes del IS en África supera la de sus compañeros de guerra en Iraq, sostiene el Economist. El año pasado mataron a unas 10.000 personas, sobre todo civiles. Sus fighters son también numerosos. El grupo ISWAP (Islamic State West Africa Province o “Provincia del África occidental del Estado Islámico”) cuenta en Nigeria con unos 3.500 militantes, probablemente un numero más elevado que el de los combatientes del IS original aún presentes en Iraq y Siria.
Aunque la amenaza que representa el IS a los intereses occidentales en la franja del Sahel es limitada, prosigue el Economist, sus tentáculos llegan hasta Occidente, como lo demuestran los atentados del 22 de mayo de 2017 en Manchester y del 19 de diciembre de 2016 en Berlín, en los que murieron respectivamente 23 y 12 personas. En ambos casos los terroristas tenían vínculos con Libia, donde el IS está presente al sur de Sirte.
Presencia yihadista en el Sahel
Se trata de una amenaza que no debe menospreciarse. Según explica el sitio Difesa & Sicurezza, varios grupos yihadistas activos en la zona se han unido bajo el nombre de Estado Islámico en el Gran Sahara (Islamic State Greater Sahara o ISGS) para combatir contra la fuerza conjunta antiterrorismo constituida por cinco Países del Sahel: Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger.
Conocida con la sigla FC-G5S (del francés Force Conjointe du G5 Sahel), esta fuerza lucha junto con las tropas francesas de la Operación Barkhanee y las fuerzas de otros países, entre ellas Estados Unidos y Alemania, contra los grupos yihadistas y ha llegado hace poco a su plena capacidad operativa (FOC o Full Operational Capability en jerga militar).
Que el peligro que supone el ISGS no es menospreciable lo demuestra por ejemplo la emboscada tendida el 4 de octubre de 2017 en Níger, en los alrededores de la aldea de Tongo Tongo, junto a la frontera con Mali, en que cuatro soldados de EE.UU y cinco militares nigerianos fallecieron.
El dirigente del ISGS es Adnan Abu Walid al-Sahrawi. Este ex portavoz y autoproclamado emir del grupo armato yihadista Al Mourabitoun juraba en mayo de 2015 fidelidad al IS y al califa Abu Bakr al-Baghdadi (reconocido oficialmente en octubre de 2016), un gesto que provocó una escisión con otra rama del movimiento, dirigido por el argelino Mokhtar Belmokhtar. Este último grupo se convierte en diciembre de 2015 en una brigada o katiba de Al-Qaida nel Maghreb Islamico (AQMI).
Al Mourabitoun es el movimiento armado vinculado a Al Qaeda, que ha reivindicado el ataque terrorista lanzado contra el hotel Radisson Blu en la capital de Mali, Bamako, en que murieron en marzo de 2015 unas 20 personas (más dos terroristas).
Finalmente, en marzo de 2017, cuatro grupos armados vinculados a Al Qaeda — Ansar Dine, además de Al-Qaida en el Maghreb Islámico (AQMI), la rama de Al Mourabitoun de Mokhtar Belmokhtar y finalmente el grupo yihadista de la etnia Peul, el Frente de Liberación de Macina — han anunciado su fusión en el nuevo movimiento Jama’at Nusrat al-Islam wal Muslimeen, que traducido significa “Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes”.
¿Por qué el Sahel?
Como recuerda el Economist, el fenómeno del yihadismo desestabiliza en la zona del Sahel a todo un conjunto de países pobres y a menudo mal gobernados, pero también con un elevado crecimiento demográfico. “Si caen en el caos — advierte la revista — Europa puede esperar más millones de refugiados”.
“El ascenso del yihadismo en África tiene su origen en los malos gobiernos, y se agrava por la presión demográfica y por los cambios climáticos”, prosigue el artículo, que añade que en este tipo de situación “la promesa de justicia religiosa por parte de los insurgentes puede parecer alentadora”.
El 26 de junio pasado, el ministro marroquí de Exteriores y Cooperación Internacional, Nasser Bourita, se dirigió en Skhirat (entre Casablanca y Rabat) a los participantes en el encuentro de directores políticos de la coalición global contra el IS, diciendo que África tiene más de 10.000 combatientes o yihadistas, que explotan hábilmente las vulnerabilidades del continente.
Informe de la Fundación Mo Ibrahim
Estas preocupaciones se confirmaban en un informe presentado en abril del año pasado por la Fundación Mo Ibrahim. Titulado Africa at a tipping point (“África en el punto de no retorno”), el documento presenta una serie de datos impresionantes, que ayudan a comprender las proporciones del reto que afronta el continente.
Entre 2015 y 2050, el número de jóvenes africanos casi se duplicará, de 230 a 452 millones. En 2015, el 60% de la población africana — más de la mitad, es más, casi dos tercios (!) — tenía menos de 25 años. De media, casi la mitad de la población africana aún no ha alcanzado el umbral de la edad para ejercer el derecho al voto. Además, menos de la cuarta parte de la juventud africana se declara “muy interesada por los asuntos públicos”.
Por la falta de perspectivas, entre la tercera parte y la mitad de la población con nivel de educación superior de Kenia, Uganda, Liberia, Mozambique y Ghana deja el país en busca de una vida mejor en otro lugar. En los últimos diez años, el número de protestas y de revueltas ha aumentado más de diez veces en África.
En lo que respecta al terrorismo, cuatro países africanos están en el Top Ten mundial con el nivel más alto de terrorismo. Se trata de Nigeria, Somalia, Egipto y Libia. En la última década, el número de ataques o atentados terroristas ha conocido en África un aumento de más del 1.000%, revela el informe.
Los países africanos con mayor número de víctimas son Nigeria y Somalia, con 17.930 y 6.278 víctimas respectivamente en el periodo que va de 2006 a 2015. Los grupos terroristas más activos en estos dos países son el el grupo antioccidental Boko Haram (convertido en ISWAP en 2015) en Nigeria y Al Shabaab en Somalia.
En este último país, que no forma parte del Sahel (aunque algunos quisieran incluirlo), han surgido dos grupos relativamente nuevos grupos ligados al IS. Se trata del Estado Islámico en Somalia (abreviado ISS) y de Jahba East Africa, llamado también Estado Islámico en Somalia, Kenia, Tanzania y Uganda (ISISSKTU). En ambos casos se trata de grupos secesionistas de Al Shabaab.
El drama de los niños
Particular atención hay que dar al drama de los niños que viven en su propia piel la violencia ciega de los grupos terroristas. Según el informe Silent Shame. Bringing out the voices of children caught in the Lake Chad crisis (“La vergüenza silenciosa. Hacer que se escuche la voz de los niños capturados en la crisis del lago Chad”), hecho público en abril de 2017 por UNICEF, en la región del Lago Chad (que por otro lado, se está secando) unos 1,3 millones de niños son desplazados, y 123.000 han huido a países vecinos.
Una práctica difundida es el secuestro de niños, y sobre todo de niñas. Está viva la memoria de las 276 chicas raptadas en 2014 en Chibok, en el Estado nigeriano de Borno, por milicianos de Boko Haram. Que el grupo terrorista aún no ha sido derrotado en Nigeria lo demuestra la desaparición de 111 estudiantes tras un ataque llevado a cabo en Dapchi, en el Estado de Yobe.
Del informe de UNICEF se desprende que a las niñas raptadas por los yihadistas se les asigna un “marido”, son además violadas y sometidas a malos tratos, y si están embarazadas – incluso de corta edad – son obligadas a parir sin asistencia alguna.
Escalofriante resulta otra. cifra proporcionada por el informe del Fondo para la Infancia de la ONU. Desde inicios del mes de enero de 2014, 117 menores, de los que el 80% eran niñas (por sus largos vestidos), fueron usados en ataques “suicidas” en Nigeria, Níger, Chad y Camerún.
Todo esto muestra que el reto que plantea el yihadismo es serio. Aunque la lucha contra el terrorismo islámico sea peligrosa — dos militares franceses fallecieron el pasado febrero, cuando su vehículo blindado chocó con una mina hecha a mano –, no se puede repetir el error cometido en 1993 por el entonces presidente americano Bill Clinton, que decidió retirar las tropas norteamericanas de Somalia, dejando el país a la deriva, sostiene el Economist. Es más fácil dejar que salte por los aires el Sahel, que reconstruirlo, advierte la revista.