Este pequeño país de raíces profundamente cristianas resistió la persecución comunista. En él es posible encontrar ámbar, ver noches de sol y bañarse en la playa más limpia de Europa.
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Lituania es una de las tres Repúblicas del Mar Báltico, junto con Letonia y Estonia, situadas más al norte. Perteneció a la Unión Soviética y estuvo sometida al régimen comunista hasta el año 1990, en que alcanzó la independencia.
Sin embargo, las raíces de este país son profundamente cristianas y en ella hay una impronta católica mucho más fuerte que en las otras dos repúblicas bálticas.
Lituania fue Gran Ducado en la Edad Media y su poder fue creciente hasta el siglo XV, en que llegó a ocupar territorios de la actual Polonia, Ucrania y Rusia. Tal era su extensión que llegaba hasta el Mar Negro. Paradójicamente, hoy es uno de los países más pequeños de Europa.
El siglo XX se convirtió en un territorio sufriente, primero a causa de los soviéticos, que llegaron a invadirla en 1940, y posteriormente por los nazis, en 1941, que provocaron una importante matanza de judíos. Lituania fue, pues, doblemente invadida.
Noches de sol
Sin embargo, su belleza natural, los inmensos bosques (atención a la artesanía en madera) y sus ciudades merecen realizar un viaje hasta este país.
Es importante tener en cuenta la climatología puesto que los veranos son cortos y en septiembre comienza un invierno que tiene como media 5 grados bajo cero de temperatura. En julio y agosto, en cambio, es muy usual estar en los 25 grados.
La posición geográfica de Lituania hace que la luz solar sea tenue, lo cual se refleja en los colores del paisaje, verdes, azules y ocres. En verano un fenómeno digno de contemplar son las “noches de sol”, puesto que el sol reina las 24 horas del día. Son las llamadas “noches blancas”, con luz solar permanentemente.
Pero veamos qué otros tesoros se encuentran en Lituania. Vale la pena hacer un pequeño recorrido por el país y para ello es muy recomendable el automóvil, la moto o la bicicleta.