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¿Por qué es importante conocer la religiosidad alternativa y las sectas?

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Ángel Nuño López - publicado el 12/08/18
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Los datos, que muestran inequívocamente que estamos ante una realidad pujante y cada día más presente en nuestro mundo

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Atendiendo a la actualidad que las sectas y los movimientos de religiosidad alternativa han logrado alcanzar, parece poco probable que alguien niegue la oportunidad o la importancia que adquiere hoy día conocer estas realidades.

Los datos, que muestran inequívocamente que estamos ante una realidad pujante y cada día más presente en nuestro mundo, desmienten a todos aquellos que se referían a estos grupos y movimientos como a una cuestión del pasado. Lo más sensato, sin lugar a dudas, es reconocer que es importante y conveniente conocerlos.

Sin embargo, podríamos dar un paso más, al tiempo que desenmascaramos ciertos intentos sutiles y complacientes que procuran sofocar el genio inquisitivo del ser humano. No podemos conformarnos con un conocimiento vago y superficial. Como el de aquél que reconoce que alguna vez, en alguna ocasión, oyó hablar de cierto tema o asunto.

Es preciso conocer en profundidad nuestro mundo. No nos basta con “conocer” -en el sentido antes criticado- sin más el mundo en el que vivimos. Me refiero a que lo verdaderamente crucial, lo verdaderamente propio del ser humano, es su estudio, en cuanto que éste supone un acercamiento serio y riguroso. En realidad, sólo así se produce el verdadero conocimiento.

En ocasiones, podemos constatar cómo para algunos haber oído hablar alguna vez de algún asunto provoca en el individuo -todos estamos sujetos a este peligro- la sensación de haberse convertido en un repentino experto en la materia. Huyamos de los peligros a los que conduce la ingenuidad. Y más aún en el tema que nos ocupa.

Los movimientos de religiosidad alternativa y las sectas recurren, como elemento identificativo de su modus operandi, al señuelo y a la simulación. Necesitamos despertar todos nuestros sentidos, si es que éstos se durmieron. Estos grupos y movimientos cuentan, como una de sus más peligrosas cualidades, con la capacidad de permear y filtrarse en aquellos grupos o colectivos a los que dirigen sus intentos de propagación.

Son, por definición, camaleónicos. Expertos en burlar las posibles vigilancias que pudieran interponerse en su camino. Logran instilar, con suma facilidad, ideas y concepciones que, en la mayor parte de las ocasiones, presentan escasa o nula credibilidad. Y pese a ello, son, a la postre, difícilmente extirpables.

De ahí precisamente su éxito: logran introducir en el ánimo doctrinas y cosmovisiones que, una vez incrustadas, incluso desaparecido el grupo o la sociedad que las instiló, logran una pervivencia o permanencia insospechada al inicio. Con lo cual, es necesario -incluso, sin duda, urgente- estudiar estas realidades. 

Saturación del supermercado espiritual

Su presencia en las redes sociales no ha hecho más que agravar los peligros y acortar la mecha de los “artefactos” con que dinamitan nuestro mundo. Para neutralizarlos, desactivarlos y anular su peligro, no basta con conocerlos de oídas. Es preciso estudiarlos. Sus mensajes populistas logran ofuscar los entendimientos y confundir las conciencias.

En efecto, en las oleadas de mensajes que dirigen a su público, las primeras aguas en llegar son las compuestas por palabras complacientes que muchos quieren escuchar. Sus primeros mensajes encajan a la perfección con los reclamos del relativismo y la delicuescencia que definen a nuestro mundo.

Cuando en nuestro mundo, como podemos comprobar no sin angustia y preocupación, van ganando cada vez más  terreno los populismos de corte político, no resultaría en absoluto sensato pensar que el populismo religioso hubiera, por contra, de tender a menguar.

Antes al contrario, los populismos políticos encuentran un excelente aliado en los populismos religiosos. Quizá la matriz, de unos y de otros, sea la misma. Cuando reina el consumismo compulsivo, no es extrañar que acabe instalándose también una suerte de consumismo “religioso”: el de aquel que hace reiki, lee alguno de los libros de OSHO -aunque no lo sepa-, aplaude a las pseudoterapias, se reconoce -ingenuamente, claro- budista, pretenden liberarse de traumas pasados con constelaciones familiares y se encomiendan al mindfulness al tiempo que reniega de la tradición espiritual del cristianismo. No en vano se ha convertido ya en clásica la imagen del supermercado espiritual para explicar o describir el escenario que dibujan en nuestra sociedad los movimientos de religiosidad alternativa.

En la vorágine consumista la persona, reducida a individuo y de ahí conducida al abismo, acaba siendo consumida. El consumista consumido. En el supermercado espiritual, meca del consumismo religioso, la verdad es traicionada y suplantada por sus sucedáneos, de tal suerte que la persona acaba siendo también consumida. 

Desafíos pendientes

Entonces, ¿por qué es importante estudiar las sectas y los movimientos de religiosidad alternativa? En primer lugar, por el ejercicio de la caridad. Además, porque una respuesta auténticamente misionera así lo exige. En tercer lugar, porque nos encontramos ante un escenario en que velar por la dignidad humana puede ayudar a encontrar soluciones a los graves problemas que plantean a la sociedad y a las religiones tradicionales.

Estos grupos y realidades presentan, en muchas ocasiones, una gran actividad, a veces incluso frenética: crean grupos o sociedades pantallas, publican trabajos y revistas, organizan eventos de muy diversa índole… Solo con dedicación y estudio se logra a seguir sus pasos. Y finalmente, es importante su estudio porque estos grupos emplean -en sus estrategias de simulación y señuelo- simbolismo religioso de múltiples tradiciones, también la cristiana, y se permiten hablar de Cristo y de la Iglesia como estrategia proselitista.

Al hacerlo, provocan confusión y generan equívocos que conviene resolver con toda la precisión técnica que aporta un estudio esmerado y profundo. Frente al relativismo y la confusión, servicio a la verdad. Amor a la verdad. Donde no hay amor, ya no los dijo san Juan de la Cruz, pongamos amor y recibiremos amor.

Los centros teológicos, facultades y universidades, tienen un importantísimo papel a este respecto. También lo tienen los observatorios y las redes de estudio. Sin embargo, conviene tener siempre en cuanta que el estudio científico proporciona un apoyo formidable a la encomiable tarea de observatorios y centros de atención a personas y familias afectadas. 

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