La Biblia sigue inspirando a los grandes chefs del mundo
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En Washington –la capital de Estados Unidos—el Museo de la Biblia (inaugurado en noviembre de 2017) tiene un restaurante que no podría llamarse de otra forma sino “Maná”, el rocío mañanero que envió Dios a los israelitas tras la salida de Egipto,
Regenteado por el chef Todd Gray y su esposa, Ellen Kassoff, “Manna” tiene lugar para 165 comensales y ha comenzado a imponer una “moda” gastronómica basada, justamente, en la investigación bíblica e inspirado en la comida mediterránea.
Gray y su esposa quisieron retomar la idea de los “copos finos como escarcha en el suelo”, que envió el Señor a los israelitas en el desierto, alimento con el cual pudieron resistir sus cuarenta años de peregrinaje hacia la tierra prometida.
El chef estadounidense conocía la resina de maná cuyo sabor es comparable a la melaza, el caramelo o la miel. Cruje, como cereal, pero se disuelve rápidamente en tu boca, según quienes lo han comido o cocinado con esta hierba bíblica.
“Un puñado de otros chefs estadounidenses han cocinado con maná, pero ahora Gray lo ve como la próxima gran tendencia gastronómica, como la sal marina del Himalaya o la trufa negra. Él (Gray) quiere que lo pongas en tu pollo asado, que lo espolvoree en tu kebab de pescado después de sacarlo de la parrilla y que lo uses como un poco de helado de vainilla”, dice un reportaje de The Washington Post.
Fruto de la tensión con países de Oriente Medio, en Estados Unidos es difícil conseguir la hierba conocida como maná. Además, gran mayoría de estadounidenses piensa que se trata de algo genérico, una especie de cosecha ficticia o fantástica, que nada tiene que ver con comida real.
La idea de Grey, quien se identifica como un “católico caduco” (mientras que su esposa es judía) es usar su nuevo restaurante para conectar a la gente con la historia a través de la comida. El maná lo consigue con un iraní que vive en Nueva York llamado Behroush Sharifi. Una onza vale 35 dólares y Gray está enamorado de su sabor dulce y su nombre místico.
En noviembre pasado, Gray compró gran parte del maná restante de Sharifi: pagó 325 dólares por una bolsa de una libra. Ahora usa su suministro menguante con moderación, rociándolo en platos para los visitantes VIP del Museo y dándole vueltas con él en la cocina de su casa.
Le encantaría servirlo a todos los huéspedes del Museo de la Biblia, pero no sabe si Sharifi tendrá acceso a más. Y las relaciones de Estados Unidos con Irán no son, ciertamente, las mejores. Por ello, ha comenzado a buscar mezclas ya no tan bíblicas. “Si viene el Papa, quiero poder darle maná”.
Con información de Mikaela Lefrak, periodista de cultura y arte de WAMU (88.5 FM)