En la Europa víctima de la Segunda Guerra Mundial, Anna Essinger, una mujer de origen judío e inspirada por las ideas cuáqueras, acogió a cientos de niños en su particular escuela y ayudó a muchos otros a huir del nazismo.
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Durante la Segunda Guerra Mundial fueron muchos los héroes y heroínas anónimos que ayudaron a salvar a miles de vidas inocentes. Los más pequeños fueron las víctimas más débiles y en ellas se fijó una mujer de gran coraje dispuesta a dar una pequeña luz de esperanza en la Europa asolada por la guerra.
Anna Essinger había nacido en 1879 en Alemania, en el seno de una familia de origen judío. Anna estudió hasta los catorce años, edad en la que abandonó el colegio para ayudar a su madre a cuidar a su amplia prole. Años después se trasladó a vivir a los Estados Unidos donde se alojó en casa de un familiar y estudió en la universidad para ser maestra. Fue en los Estados Unidos donde entró en contacto con los cuáqueros, una comunidad religiosa que vivía según las costumbres del cristianismo primitivo y cuyos valores de igualdad y solidaridad marcarían profundamente a Anna.
Cuando en 1919 se encontró de vuelta en una Alemania devastada por la Primera Guerra Mundial, Anna se volcó en realizar labores humanitarias en favor de los niños más desfavorecidos. Años después fundó una escuela en Herrlingen, un centro educativo basado en las ideas de respeto y cariño a los niños que había aprendido de la pedagoga italiana Maria Montessori. En la escuela de Anna tenían cabida pequeños de todos los credos y los que carecían de recursos y familia fueron acogidos en sus instalaciones que se convirtieron en un enorme hogar.
El nazismo terminó con el pequeño paraíso de Tante Anna (tía Anna) como la llamaban cariñosamente sus pupilos. Anna se negó a izar la esvástica en su edificio y se situó en el punto de mira de los nazis por lo que tomó la difícil decisión de marchar a Inglaterra. Hasta allí se llevó sus sueños, su proyecto educativo y a decenas de niños alemanes que no tenían a dónde ir.
En una antigua mansión en Otterden, Anna Essinger reconstruyó su escuela que años después trasladaría a Shropshire huyendo de los bombardeos alemanes. En 1938, el drama del nazismo la implicó intensamente en el proyecto de los Kindertransports que supuso trasladar a miles de niños desde Alemania hasta Inglaterra. Algunos eran huérfanos y otros habían sido mandados por sus propias familias. Anna acogió a todos los que pudo y, con la ayuda de las familias vecinas, fue recolocando a los que ya no cabían en su escuela.
Casi más de mil niños recibieron el cariño y la protección de Anna Essinger que mantuvo su proyecto vivo hasta 1948, fecha en la que decidió cerrar la escuela. Estaba a punto de cumplir setenta años y su cuerpo ya no le permitió continuar con su labor.
Muchos de aquellos niños a los que Tante Anna había ayudado a salvar en los difíciles años de la guerra, le rindieron un hermoso homenaje cuando cumplió ochenta años plantando cientos de árboles en Israel en su memoria. Un años después fallecía.
La estación londinense de Liverpool Street Station erigió una estatua en recuerdo de aquellos niños que llegaron desde el continente en los Kindertransports y que Anna Essinger, con su trabajo incansable y amor al próximo, ayudó a salvar.
Así era la vida en Auschwitz (Galería)