Datos oficiales revelan que el año pasado se suicidaron 21.321 japoneses
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Japón es el país que ha dado origen al estremecedor fenómeno de los llamados hikikomori, o sea, jóvenes (adultos) que eligen “voluntariamente vivir recluidos en sus habitaciones, evitando cualquier tipo de contacto con el mundo exterior, familiares incluídos”. “Se trata de una especie de auto-exclusión de la sociedad actual, cuyas presiones y exigencias se perciben como insostenibles”, explicaba el pasado diciembre en La Repubblica el psicólogo italiano Stefano Galeazzi.
Y es precisamente esta sensación de insostenibilidad de la vida lo que está empujando a numerosos jóvenes japoneses a dirigirse a internet para encontrar “a alguien que les escuche” o “un desahogo para sus frustraciones diarias” y para comunicar “sus problemas personales, aburrimientos”, escribe Cristian Martini Grimaldi en la edición de L’Osservatore Romano del pasado 26 de julio. En el país, de hecho, no existe “una verdadera cultura de la consulta al psicólogo parecida a Occidente”, recuerda el autor, debido también a la cultura de la vergüenza que caracteriza a la sociedad japonesa.
Aunque los mensajes que suben a las redes sociales transpiran desesperación o incluso un deseo de “acabar con todo”, sin embargo no significa que esos jóvenes estén realmente contemplando el suicidio. “Hay una gran diferencia entre escribir de manera anónima que uno quiere morirse y cometer realmente el acto”, subraya el autor en el diario de la Santa Sede, y los califica como “suicidios virtuales”.
En internet se pueden encontrar también personas malintencionadas, sugiere el autor, refiriéndose a la tragedia de Zama, en la prefettura de Kanagawa, donde el año pasado un hombre de 27 años, Takahiro Shiraishi, mató y despedazó a nueve jóvenes. El asesino, que decía ofrecerse como ayuda al suicidio, había elegido a sus víctimas entre mujeres jóvenes que en las redes sociales habían expresado la intención de suicidarse. “Estoy buscando a alguien que quiera morir conmigo”, así escribió una de las víctimas, una mujer de 23 años.
El suicidio: un problema muy sensible en Japón
El tema es muy sensible en el país del Sol Levante: entre los países miembros del G7 Japón es el que tiene mayor tasa de suicidios. Según los datos de la National Police Agency, 21.321 personas se quitaron la vida en 2017. Se trata de una disminución de 576 respecto al año anterior y la octava bajada sucesiva, observa el sitio Nippon.com.
El suicidio es un fenomeno claramente masculino. De los 21.321 suicidios cometidos en 2017, 14.826 eran de varones y los demás 6.495 eran de mujeres. Esto implica que la tasa de suicidios de hombres es 2,3 veces superior respecto al de mujeres.
Aumentan en cambio los suicidios entre menores de edad. Durante el año 2017 cometieron suicidio 567 menores, un aumento de 47 respecto al 2016, recuerda a su vez el sitio Inquirer Net. El suicidio, por lo demás, es desde 2014 la primera causa de muerte entre los jóvenes (adultos) japoneses.
Con 16,8 suicidios cada 100.000 habitantes — un descenso de 0,6 respecto al 2016 –, la tasa de suicidios en Japón supera la registrada en Francia (15,1 en 2013), En EE.UU. (13,4 en 2014), en Alemania (12,6 también en 2014), Canadá (11,3 en 2012), Gran Bretaña (7,5 en 2013) e Italia (7,2 en 2012).
Estrés laboral y horas extraordinarias
Una categoría aparte en Japón son los fallecimientos y suicidios provocados por el exceso de trabajo, un fenómeno social para el cual se ha acuñado un término específico, karōshi, que significa precisamente “muerte por sobrecarga de trabajo”.
Según los datos del Ministero de Trabajo, difundidos el pasado 6 de julio, en el año fiscal 2017 [1] se certificaron 190 muertes por karoshi, o sea solo un caso menos que en el año fiscal anterior. Esto significa, observa Koichi Murakami en el sitio del diario Asahi Shimbun, que las medidas tomadas en 2015 por el gobierno “no han tenido casi ningún efecto”.
El Ministerio habla de 92 muertos por “enfermedades cerebro y cardiovasculares”, entre ellas el infarto de miocardio, o sea, 15 menos respecto al año fiscal 2016. Al estrés laboral y “a la angustia mental” por trabajo extraordinario, se atribuyen 98 suicidios e intentos de suicidio. Son 14 más respecto al año fiscal anterior, y el número más alto desde los 99 casos registrados en el año fiscal 2014.
Matsuri Takahashi
Mucho clamor suscitó el suicidio de una joven empleada de la agencia publicitaria Dentsu, Matsuri Takahashi, de 24 años, que agotada por las horas extraordinarias y por la falta de sueño, se quitó la vida el 25 de diciembre de 2015, el día de Navidad.
Ex alumna de la prestigiosa Tokyo University, dormía a veces sólo dos horas por la noche, y estaba obligada a hacer más de 100 horas extraordinarias al mes. “La muerte sería quizás la solución más feliz”, había escrito en las redes sociales. Lo más impactante es que la compañía para la que trabajaba fue condenada por ello al pago de una multa de solo 500.000 yen, o sea, menos de… 4.000 dólares.
En el 90% de los casos de fallecimiento por exceso de trabajo — recuerda el Asahi –, los empleados habían hecho 80 o más horas de trabajo extraordinario al mes y en la mitad de los casos incluso 100 o más horas extra. Además, en más de la mitad de los suicidios o intentos de suicidio, las horas extraordinarias trabajadas eran 80 o más al mes.
La trampa de las nuevas tecnologías
El que no puede más, como en el caso de la Takahashi, tiende a confiar en las nuevas tecnologías para expresar su angustia. Pero como demuestra un estudio dirigido por Jean Twenge, profesora de Psicología en la San Diego State University en California, y mencionado por el artículo ya citado de L’Osservatore Romano, pegarse a la pantalla de una computadora, tablet o smartphone no es precisamente la mejor de las ideas.
De la investigación basada en material muy amplio y representativo a nivel nacional, entre ellas las estadísticas de suicidio de la agencia federal para el control y la prevención de las enfermedades, los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), se desprende que en el periodo 2010-2015 la tasa de suicidio de chicas entre los 13 y los 18 años aumentó un 65% y que el número de los adolescentes con suicide-related outcomes (eventos relacionados con el suicidio), como sentido de desesperación, pensamientos suicidas o intentos de suicidio, subió un 12%. En el mismo periodo, el número de chicas adolescentes con síntomas de depresión severa aumentó un 58%.
La única explicación que el equipo pudo dar era el hecho de que justo en el mismo periodo 2010-2015, los adolescentes empezaron a pasar cada vez más tiempo ante las pantallas y a dejar de lado actividades más tradicionales.
El estudio subraya que el 48% de los adolescentes que estaban conectados al menos cinco horas al día informaba de al menos un evento i teenager che erano connessi almeno cinque ore al giorno riportava almeno un evento relacionado con el suicidio, respecto al 28% de sus coetáneos que empleaban al día menos de una hora en sus dispositivos. También los síntomas de depresión eran más frecuentes en los adolescentes que dedicaban más tiempo a los smartphones o tablets.
“Aunque no podemos afirmar con certeza que el uso creciente de los smartphones haya causado el aumento de los problemas de salud mental, con todo ha sido con mucho el cambio más grande en la vida de los adolescentes entre 2010 y 2015”, declara Twenge.
La investigación también muestra un elemento positivo: menos tiempo se emplea ante las pantallas de los dispositivos, más se reduce la aparición de síntomas de depresión y de eventos relacionados con el suicidio.
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1] El año fiscal japonés empieza el 1 de abril y termina el 31 de mayo siguiente.