Una decisión de la Corte Suprema permite a médicos y familiares retirar la alimentación artificial sin tener que recurrir a un tribunal
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Con una sentencia de fundamental importancia, la Corte Suprema de Gran Bretaña estableció el pasado 30 de julio que los médicos y familiares de pacientes en estado vegetativo persistente (SVP) podrán de común acuerdo decidir retirar los tubos de alimentación artificial sin la previa autorización de la Court of Protection, y dejar morir, por consiguiente, a los pacientes de hambre y sed.
Decidiendo sobre el caso de un hombre con una vasta lesión cerebral provocada por un ataque cardiaco y reducido al SVP desde junio de 2017 (conocido solo como Mr Y, el hombre falleció en el entretanto), la Supreme Court of the United Kingdom especificó, en la sentencia escrita por Lady Black of Derwent, que la petición realizada por los parientes no constituía una violación de la Declaración de los Derechos Humanos.
No se deja fácilmente ir una vida, pero “puede llegar un momento en el que hay que renunciar, y porque es en el mejor interés del paciente”, explica la juez Black, citada por el sitio del semanario católico The Tablet.
La agonía por inanición puede extenderse hasta dos y tres semanas, recuerda Paul Baldwin, periodista del grupo Express, y la sentencia es aplicable a los pacientes en SVP que no necesitan ventilación asistida, es decir, que respiran de forma autónoma.
Tras el cambio de la normativa a raíz del caso Tony Bland en 1993 — un hincha del FC Liverpool que quedó en estado vegetativo tras la avalancha en el Hillsborough Stadium de Sheffield, que el 15 de abril de 1989 provocó casi 100 muertos –, la Court of Protection se pronunció durante 25 años sobre casos similares, pero el proceso podía durar meses e incluso años, y presentar un recursos a las autoridades sanitarias cuesta unas 50.000 libras esterlinas, explica el periodista.
Según Baldwin, la decisión del máximo organismo jurisdiccional del Reino Unido afectará a 24.000 pacientes en estado vegetativo persistente o en estado de conciencia mínima (SMC), que en su “mejor interés” podrán morir de hambre y de sed.
“Una noticia preocupante”
Mientras algunos creen que la decisión es un “hito”, que ayudará a muchas familias obligadas a afrontar una “trágica situación”, otros temen que sea sólo una especie de preludio a la eutanasia.
El doctor Peter Saunders, director de la campaña Care Not Killing, lo dice claro. “Esta es una noticia inquietante y decepcionante, porque quita a quien no tiene voz un importante instrumento de tutela”, declaró. Según Saunders, la Court of Protection garantizaba un “minucioso examen independiente de cada petición”, porque “reconocía la presión emotiva y económica que familias y médicos pueden sufrir”.
“Al hacer estas declaraciones, Lady Black y la Corte Suprema han cambiado de manera dramática las cartas respecto al proceso de decisión sobre el final de la vida”, sostiene Saunders, que advierte: “Una vez que aceptamos que la muerte por deshidratación es en el ‘mejor interés’ de algunas personas con daños cerebrales, nos encontramos realmente en una pendiente muy resbaladiza”.
Tras definir la nueva sentencia como “un peligroso precedente”, para Saunders hará “más probable que pacientes con graves daños cerebrales serán dejados morir de hambre y deshidratación por su presunto mejor interés”, aunque su vida no estuviera en riesgo de muerte inminente, y que con cuidados pudieran vivir incluso años, explica a su vez el sitio Care Not Killing.
Saunders no excluye que prevalezcan motivos ideológicos o incluso económicos. “Dado que la asistencia a una persona con SVP o SMC cuesta cada año unas 100.000 libras esterlinas, el potencial ‘ahorro’ anual para el NHS (Servicio Sanitario Nacionale, ndr) podría llegar a 2.400 millones de libras, si la mayor parte decide seguir esta posibilidad”, calcula.
Algunas voces católicas
En una declaración publicada en el sitio de la diócesis de Westminster, el obispo auxiliar John Wilson expresó a su vez preocupación por la sentencia, porque “significa que médicos y familias pueden decidir entre sí provocar la muerte de un paciente interrumpiendo el suministro de alimento y agua con medios artificiales”.
“Los pacientes en estados vegetativos persistentes están entre los más vulnerables de nuestra sociedad. No es un acto de compasión quitarles el alimento y la bebida para causarles la muerte”, explica el prelado. “Igualmente, no puede ir en el interés del paciente, prescindiendo de su nivel de conciencia, acabar con su vida de manera intencionada”, advierte monseñor Wilson, citando el documento Cherishing Life, publicado en 2004 por la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales.
De hecho, para la CBCEW (Catholic Bishops’ Conference of England and Wales) “no es moralmente aceptable […] retirar la alimentación con sonda u otros tratamientos de apoyo vital, precisamente con el objetivo de poner fin a la vida de un paciente”, pues sería “atravesar la línea de la razonable retirada de un tratamiento inapropiado hacia el dominio de la eutanasia pasiva”.
“Nuestro cuidado por quienes se encuentran en estas situaciones es la prueba de nuestra común humanidad y nuestra solidaridad con algunos de nuestros hermanos y hermanas más frágiles”, concluye el prelado su declaración.
Por su parte, el ex presidente de la Catholic Medical Association, Robert Hardie, citado por el Tablet, observa que la decisión de revocar el tratamiento “será ahora tomada por personal clínico lleno de trabajo y familiares en una situación difícil”. También el doctor Hardie expresa preocupación por eventuales presiones de tipo financiero. “Está también la suma no despreciable de 100.000 libras esterlinas anuales por paciente en SVP que podría ahorrarse un NHS corto de dinero”, declara.
San Juan Pablo II
Es distinto el punto de vista de Philip Howard, también él ex presidente de la Asociación de Médicos Católicos. También en el Tablet cita a Juan Pablo II, que ya en 1994 declaró que retirar la alimentación artificial con la conciencia de que la muerte sería “el único resultado posible” constituiría una “verdadera eutanasia por omisión”.
El anterior Pontífice repetía el mismo pensamiento justo un año antes de morir, cuando el 20 de marzo de 2004 dirigía un discurso a los participantes en el Congreso Internacional sobre “Los tratamientos de soporte vital y el estado vegetativo”, promovido por la Federación Internacional de las Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC) y por la Pontificia Academia para la Vida.
“La valoración de las probabilidades, fundada en las escasas esperanzas de recuperación cuando el estado vegetativo se prolonga más de un año, no puede justificar éticamente el abandono o la interrupción de los cuidados mínimos al paciente, incluidas la alimentación y la hidratación. En efecto, el único resultado posible de su suspensión es la muerte por hambre y sed. En este sentido, si se efectúa consciente y deliberadamente, termina siendo una verdadera eutanasia por omisión”, decía el Papa polaco, proclamado santo el 27 de abril de 2014.